La definición de quien escribió el artículo quedaba muy clara: el éxito era la viralización de contenidos, hacer que “las noticias corran por la red como un río de gasolina incendiando las redes sociales a la misma velocidad que las fotografías de gatitos o los selfies de Kim Kardashian”.
Después de leer eso no queda duda alguna.
Más allá del entorno informativo online
Cuando en la década de los 80 el desarrollo de la llamada supercarretera de la información fue más vertiginoso, algunos avizoraron la tendencia democratizadora que este metamedio tendría.
La posibilidad de llegar a más personas y la libertad en el flujo dentro de la red los justificaba –al grado que unos hasta destacaban la ventaja del descontrol como elemento para ejercer responsablemente su libertad de expresión sin temor a censuras.
Hasta noviembre de 2015 se calculaba que un 46% de la población mundial tenía conexión a Internet. Esa cifra expone el gran mercado o potencial –en este caso terriblemente disperso si no se cuenta con herramientas de medición de audiencias adecuadas- que ofrece la web a cualquier proyecto que quiera desarrollarse en su entorno.
Un potencial además de usuarios activos de la misma que se informarán, opinarán, utilizarán o mediarán con, en, desde y a través de la www.
Quizá la cifra puede ser impresionante, pero eso deja al otro 54% sin acceso al metamedio. En esa cifra restante está además la mitad de la población mundial que según la ONU vive en condiciones de pobreza, marginación y subdesarrollo.
La mitad de la población en subdesarrollo (África tiene un 28.6%; Latinoamérica y el Caribe, 55.9 y Oriente Medio 52.2, sólo por citar ejemplos) está en las regiones con los índices más bajos de usuarios activos de Internet. No es coincidencia, una cosa va aparejada con la otra.
Si bien la cifra se ha ido reduciendo rápidamente en el último lustro (en 2012 era casi el 75% que no tenía conexión), aún representa un alto porcentaje de población que sigue sin acceso al conocimiento que a través de Internet se puede difundir.
Visto así la tan anunciada tendencia democratizadora que se veía gracias al crecimiento de Internet parece ahora algo un tanto inexacto.
Esta población fuera de la red tiene en otros medios de información como los impresos, su única ventana a aquella realidad que no pueden atestiguar directamente. El papel puede pasar de mano en mano, la red viaja por cable o por satélite hasta donde existen o pueden costearse los receptores.
En 2002, las estadísticas señalaban que cerca de la mitad de la población mundial no tenía herramientas para comunicarse más allá de su comunidad, de esta fracción más del 10% ni siquiera conocían que existiesen esas herramientas. Forman parte de un mundo aislado.
Sin embargo, en las discusiones sobre el periodismo o Internet, los datos anteriores parecen ajenos, incluso soslayables. Lo importante son otros, como que ha crecido un 55% la venta de publicidad para Internet, mientras que ha disminuido en algunos casos el rango de aquella que va a medios impresos, hasta en un 30% en promedio.
Los dueños de periódicos, corporativos de información y entretenimiento, empresas diversas que ahora han apostado por hacer negocios en la comunicación hablan de rentas, del alza en el costo del papel, de los salarios de una plantilla de personal, de recurrir al outsourcing, de capacitar con más herramientas a los reporteros para que rindan más, así se puede tener menos personal con resultados similares en calidad, “bajar el valor costorendimiento”, proponen.
¿Dónde quedó la discusión de los contenidos?
En una revisión entre sondeos, estudios estadísticos, entrevistas, declaraciones, disertaciones, sobre el tema del periodismo e Internet realizada para fundamentar este texto, lo referente a los contenidos estaba ausente o era mínimo.
El ya popular video “Prometeus” habla de una visión del mundo que a muchos puede causar escalofríos: una serie de alianzas de grandes corporativos que en medio siglo llega a concentrar la información y por ende las posibilidades de enfrentar, interpretar y comprender la realidad, en unas cuantas manos.
Una élite con el poder, una clase inferior inmediata formando parte, otra más consumidora de los contenidos que le genere la primera y por ende sufragándola, y una más, amplia, la mayor, marginada.
“Prometeus” asusta a más de un conspiranoico contemporáneo, pero no hay que serlo para preocuparse de qué está ocurriendo con el acceso a la información o con la misma calidad de la información hoy día a través de los medios online.
No hay que esperar al año 2050. Hoy la información, el periodismo en Internet además de ser una entidad lejana para muchos, es también el espacio en que pequeños y grandes periodistas y periódicos parecen olvidar que tienen una función social: dotar de herramientas a una sociedad para que en lo individual o en colectivo puedan tomar las mejores decisiones para su desarrollo.
Si la sociedad no tiene acceso a información de calidad, ¿cómo podría hacerlo? Si el objetivo es viralizar y ganar clics sin importar el contenido para asegurar ingresos en un modelo periodístico más que cuestionable ¿qué estamos aportando?