Definitivo: nos hemos vuelto locos. Las críticas y presiones a la investigación de la PGR en el caso de Ayotzinapa, “la verdad histórica”, han dado resultados increíbles, insólitos, inauditos. Gil caminó sobre la duela de cedro blanco con los pelos de punta y punto. El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la oficina en México de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos lograron que los magistrados del Tribunal Colegiado del Décimo Circuito de Tamaulipas resolvieran que existen “suficientes indicios para presumir que las confesiones e imputaciones en contra de los inculpados fueron obtenidas mediante tortura”. Los magistrados ordenaron reponer el procedimiento. Toda la investigación debe ser revisada de manera autónoma e imparcial. Así las casas (muletilla patrocinada por el inolvidable grupo Higa), la sentencia ordena la creación de una comisión de la verdad en el caso Iguala.
Si Gamés ha entendido algo, cosa improbable, algunas finísimas personas podrían quedar en libertad, pues les fueron otorgados amparos a cuatro supuestos criminales (sí, sí, la presunción de inocencia) El Duvalín, presunto integrante de Guerreros Unidos; El cabo Gil, identificado como uno de los jefes de esa organización criminal y supuesto autor de la orden de atacar, asesinar y desaparecer a los 43 normalistas; El Wereke y El Cepillo: ¡a las rejas con todo y chivas!
Gilga puso los ojos en blanco, como si fuera la niña de El exorcista: nada sirve en el caso de la investigación de Ayotzinapa llevada a cabo por la PGR, hay que reponer todo: 487 peritajes, 156 inspecciones ministeriales, 386 declaraciones, 39 confesiones de implicados en el crimen y más de 50 mil fojas, todo a la basura. Para seguir en la trama de El exorcista, Gamés estuvo a punto de orinar sobre la duela de cedro blanco y de que la cabeza le diera dos vueltas sobre sus hombros. Por suerte, esto no sucedió, escribir con la cabeza al revés no es fácil.
Peor, imposible
Todo mal: la PGR y la Seido torturaron a los imputados o como se diga; las versiones improbables y delirantes del GIEI enturbiaron cualquier encuentro con la verdad; los familiares de los normalistas admitieron el uso y abuso político de su tragedia y un tribunal de Tamaulipas resuelve cuatro amparos y luego se vuela la barda pidiendo reponer todo el proceso y crear una comisión de la verdad formada por familiares de las víctimas, comisiones de derechos humanos y funcionarios del gobierno federal. A esto se le llama un batiburrillo intragable.
Gilga caminó sobre la duela de cedro blanco y enfrascó el aforismo de Montesquieu: “Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa”. ¿Y si en un mundo paralelo nos enteráramos de que los 39 asesinos confesos fueron efectivamente quienes martirizaron a los normalistas? En aquel mundo habría criminales purgando una pena y en éste en el cual nos ha tocado vivir, al menos cuatro asesinazos podrían ir y venir por la vida en libertad y sin impedimento alguno para acercarse a los padres y las madres de quienes torturaron, mataron y quemaron. Gilga no entiende nada, para que más que la verdad. Gamés observa no sin cierta melancolía que cada vez son más los que creen menos.
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