Es común escuchar y decir que los niños son tanto el futuro como el presente de una sociedad. También es habitual reproducir expresiones como: “qué mundo le estamos dejando a nuestros hijos” o “qué hijos le estamos dejando a este mundo”. Demuestran una auténtica preocupación colectiva que es compartida por quienes buscamos la prosperidad de cada individuo, de nuestro país y de la humanidad futura.
Difícilmente alguien -dentro de las “democracias de occidente”- sostendría un discurso hostil hacia los menores de edad en pleno siglo XXI. Sería impensable. Inmediatamente provocaría, cuando menos, antipatía entre la gente. No sería para menos. El “Gobierno de México” lo sabe y en consecuencia ejecuta con habilidad una narrativa que bien podría considerársele garantista, cercana a lo que fuera el llamado Estado de Bienestar o al país que solía realizar fuertes inversiones en educación, salud o infraestructura social. Incluso el actual Presidente de la República refrendó públicamente su compromiso con los derechos de la niñez en una reunión que sostuvo con la Directora Ejecutiva de la UNICEF.
Sin embargo, si bien el gobierno de la autodenominada “Cuarta Transformación” puede hablarle bonito a sectores de su electorado, en los hechos ha recrudecido el adelgazamiento de instituciones y programas que si bien distaban de ser perfectos, contribuían a que capas de los sectores más desfavorecidos estuviesen en mejores condiciones para salir adelante.

Aunque el neoliberalismo (entendiéndolo para este caso en particular como un capitalismo cuatista) supuestamente fue abolido, dijera triunfante López Obrador en alguna “Mañanera”, lo cierto es que el “nuevo régimen” -disque post neoliberal- está saliéndonos más cuatista, austero e insensible que el anterior. Los post neoliberales de hoy serían la envidia del neoliberal más dogmático que se nos pueda ocurrir. Discrecionalidad en el otorgamiento de contratos, recortes con hacha más oídos sordos y ojos ciegos ante mujeres y niños, han sido algunos de los ominosos distintivos de este gobierno.
Esto viene a colación porque hoy, al cierre de 2019, en plena “transformación” y en los prolegómenos de un nuevo amanecer donde el pueblo es “feliz, feliz, feliz” (o cuando menos así se atreve a decir la narrativa oficial), los niños y las niñas de México son más vulnerables que antes. Y eso no es narrativa, son hechos.
A propósito de la conmemoración este 19 de noviembre del Día Mundial para la Prevención del Abuso contra los Niños (así marcado en el calendario desde el año 2000) en sinergia con la celebración del Día de los Derechos del Niño el 20 de noviembre, resulta oportuno seguir denunciando el despropósito que significó la abierta ofensiva presidencial en contra de las estancias infantiles a las cuales canceló recursos y sustituyo por un mecanismo de entrega directa de apoyos so pretexto del combate a la corrupción. Tal empecinada acción fue una criminal renuncia del Estado mexicano a salvaguardar el interés superior de la niñez, de los infantes, de cualquier forma de violencia o maltrato (vea el artículo 19 de la Convención de los Derechos del Niño).
Como señaló la hoy capturada Comisión Nacional de Derechos Humanos en su recomendación 29/2019 y en boletines de prensa “nadie se opone a que se investiguen los casos de corrupción o las irregularidades que, eventualmente, se hayan presentado en la administración u operación de las estancias infantiles, y que tales hechos, aun cuando se hubiesen presentado, no justifican que se prive a niñas y niños, madres y padres, de la posibilidad de acceder a servicios especializados, profesionales y confiables que, por su propia naturaleza, no deben ser monetizados o compensados con la entrega directa de 800 pesos mensuales, cantidad que tampoco garantiza que efectivamente sea utilizada para el objetivo que se plantea. Los derechos humanos deben garantizarse, no monetizarse… El recorte al presupuesto asignado a las estancias infantiles constituye, por sí mismo, una medida regresiva que vulnera derechos fundamentales”. Contundente.

Según ha trascendido, el programa que sustituyó a las estancias infantiles tendrá un 7% de mayores recursos en 2020. El problema, como señala la otrora independiente CNDH, es que se monetiza un derecho humano mientras que el Estado y gobierno mexicanos se desentienden de su salvaguarda. ¡Qué pos neoliberales tan humanistas!
De acuerdo con la UNICEF, en América Latina más de seis millones de niños, niñas y adolescentes son objeto de agresiones severas y 80 mil mueren cada año por violencia que se presenta al interior de la familia, lugar donde es mas frecuente del abuso infantil. En México ocupa el primer lugar en abuso sexual infantil, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Según la UNICEF, 6 de cada 10 niñas y niños de 1 a 14 años en México han experimentado algún método de disciplina violenta… por citar algunos alarmantes datos.
“El Sueño de Andrés” es un libro sobre la supuesta infancia del hoy Presidente de la República. Todos los niños y todas las niñas de México tienen el derecho a una vida feliz, a desarrollar sus talentos y a hacer realidad sus sueños. No, no solo Andrés tiene derecho a hacer realidad sus sueños. El país somos muchos, no uno solo. Despertaremos de la pesadilla.
Autor
Dirigente Nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Afín a la comunicación política y al activismo social.
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