En la discusión del Proyecto Chapultepec se ha descalificado a Gabriel Orozco, entre otras afirmaciones, por supuestamente carecer de experiencia en el diseño de espacios culturales y sugiriendo que su perspectiva se enfocaría sólo en los interesados en el arte contemporáneo. La caracterización de Orozco poco contribuye al debate necesario, que es también sobre las políticas culturales actuales. Además, se pasa por alto una obra del artista en la South London Gallery (SLG, Galería del Sur de Londres) que está muy relacionada con los objetivos que se buscan en Chapultepec.
La SLG, habiendo tenido sedes previas, se estableció en su edificio actual desde 1891. Una inscripción en su fachada consigna el nombre de uno de sus antiguos benefactores: Johan Passmore Edwards, dueño de un periódico. Parte de su prestigio contemporáneo proviene de que la galería —dedicada sólo a la exhibición—, se ligó con la ola de artistas conocida como Britart, alojando piezas tempranas de Damien Hirst y Sarah Lucas. Entonces, si bien es un recinto de alcance internacional, no se trata de uno de los principales centros del arte contemporáneo mundial: es una galería pequeña en relación cercana con la comunidad que la circunda.

En 2016 Orozco diseñó y condujo la construcción del Jardín Orozco (Orozco Garden) en la SLG. Al hacerlo transformó el patio trasero pavimentado de la galería. El jardín está abierto al público de manera gratuita. La creación del jardín tomó dos años, documentados en una exposición que mostraba tanto planos como videos del proceso. Orozco tuvo la colaboración del despacho 6a architects y de horticultores del Real Jardín Botánico de Kew (Royal Botanic Gardens, Kew; comúnmente conocido como Kew Gardens). Con ecos de su obra, el jardín es una serie de círculos y curvas que crean espacios dentro del jardín, a través de desniveles, con vegetación —que se ha desarrollado desde entonces— entre lajas de piedra de York en forma de ladrillos y ladrillos reutilizados de la construcción victoriana que alberga la galería.
El interés de este jardín para lo que se proyecta en Chapultepec es que no se trata sólo de un espacio más de la galería. El Jardín Orozco es un lugar en que es posible ir a sentarse a pasar el rato: es un espacio público. El dinamismo del jardín está también en el crecimiento de la vegetación, que incluye plantas aromáticas. He sido testigo de cómo esto no es sólo un concepto declarado sino una evolución: desde el momento en que la vegetación era sólo una promesa entre tierra todavía visible, hasta ahora que el verde se ha extendido entre la piedra gris y el ladrillo color arena. Lo mismo que el pasillo, ahora repleto de plantas y flores, que comunica el jardín con lo que en México llamaríamos la unidad habitacional de Sceaux Gardens (Sceaux Gardens housing estate). Este es el pasaje entre la galería y sus vecinos.
El Jardín Orozco, pues, no es aprovechado sólo por aficionados al arte. La SLG está en Camberwell un área pobre de Londres, que ha experimentado cierto grado de gentrificación, pero que no se ha transformado irreconociblemente. Basta decir que, en una urbe en que su metro parece alcanzar cualquier punto de la ciudad, no hay una estación cercana a la SLG. Como otros centros culturales de Gran Bretaña, públicos o privados, la galería tiene un extenso programa educativo. Por esta razón la galería recibe cotidianamente grupos escolares. Alberga así a la comunidad multicultural de la zona: en el Jardín Orozco juegan juntos niños blancos cristianos, negros, de origen asiático y niñas musulmanas.

El financiamiento del Jardín Orozco provino de diferentes donantes. Estos incluyeron: ciudadanos de clase media —que suelen aportar buena parte de estas recaudaciones—, algunos magnates, el Consejo de las Artes de Inglaterra (Arts Council England), becas, fondos, fundaciones, otras galerías y programas gubernamentales locales. La dinámica es que la SLG no dependa de un patrocinador único. Por esto mismo, hoy es posible rentar el jardín para actividades de empresas o incluso para fiestas. Descontextualizado, el uso privado y corporativo del Jardín Orozco podría manipularse como supuesta muestra de ambición económica y frivolidad, pero en realidad es evidencia de vías de financiamiento de la cultura en una sociedad abierta y desarrollada. La SLG anuncia la posibilidad de rentar, mientras que en México ha sido posible hacer fiestas privadas en espacios culturales públicos, sin transparencia alrededor de tal práctica.
El jardín de la SLG, por supuesto, es una obra a una escala mucho menor que el Proyecto Chapultepec. Sin embargo, la dimensión del proyecto mexicano supera a cualquier profesional. Se trata de un espacio cultural gigantesco, que no se corresponde siquiera con los centros culturales más grandes y ambiciosos del mundo. Esto puede anticipar su fracaso o que se convierta en una novedad afortunada. El hecho es que el jardín de la South London Gallery demuestra que Gabriel Orozco tiene la experiencia de imaginar y lograr espacios culturales para públicos que van bastante más allá de quienes están interesados en el arte.
Este es apenas un punto de partida para discusiones fundamentales. En un contexto democrático podría postergarse, reformularse o desecharse el Proyecto Chapultepec debido a las prioridades que genera la pandemia, pero esta posibilidad parece cancelada. Veo el Proyecto Chapultepec como una expresión de populismo cultural, sin que yo dé un giro despectivo al término, pues he sido cercano al mayor teórico del populismo (https://www.nexos.com.mx/?p=23342). Creo que hace falta dialogar con fundamentos: encuentro difícil que algo sea menos productivo que llamar “resentidos” a quienes apoyan al actual gobierno. Es menos útil aún que cuando Hillary Clinton calificó de “deplorables” a los futuros votantes de Trump.

El Proyecto Chapultepec, por su inspiración populista, corre el riesgo de no favorecer un vínculo con las artes que se sostenga a través del tiempo, sino que puede convertirse en el marco de paseos ocasionales que no suplan la relación viva y permanente de los individuos con las artes. Puede atraer multitudes, se reportarán millones de visitantes, pero si se trata de propiciar el acercamiento de los mexicanos a las artes, este populismo cultural probablemente no sea adecuado, como tampoco lo fueron las medidas de gobiernos previos; acaso porque esto no dependa sólo de políticas públicas. Desde mi liberalismo quisiera un campo cultural en que los creadores no sintieran —y no les falta razón— que se quiebra el suelo que pisan cuando hay recortes gubernamentales. La transformación de esta situación no es un proceso fácil.
Ampliar el financiamiento privado a las artes requiere muchas acciones. La que más me interesa es la que podría hacer sustentable el proceso: un cambio cultural en las clases medias y altas mexicanas en que tuviera cabida el aprecio del arte, lo que quizá va acompañado de atenuar consumos que ahora las desviven. Desde el populismo se puede creer que bastaría bajar los precios de los libros para volver lector a un pueblo, abrir museos para acercarlo al arte. El problema mexicano es que ni siquiera sus universitarios leen, que demasiados de quienes tienen capacidad de dedicar tiempo al arte prefieren creer que los niños podrían ser autores de las grandes obras del arte contemporáneo. Hay mucho por discutir, hacerlo implica ahorrarnos las descalificaciones desinformadas.
I would like to thank all the staff at the South London Gallery for their kindness during my visits, and particularly Anna Jones, for providing the pictures that accompany this piece.
Autor
Escritor. Fue director artístico del DLA Film Festival de Londres y editor de Foreign Policy Edición Mexicana. Doctor en teoría política.
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