Causa alarma (en el actual contexto de descomposición del sistema penitenciario y de debilidad estructural de los organismos de seguridad) la difusión, ayer, del robo de los planos de una cárcel de alta seguridad conectada al sistema de inteligencia nacional.
Pero no sólo porque se conoce 10 días después de la fuga de El Chapo del principal penal de máxima seguridad del país, sino también por los detalles:
—El 1 de julio, unos sujetos robaron una camioneta propiedad de la empresa que construyó el penal considerado de máxima seguridad en el DF, edificado con tecnología de punta para enviar información a Plataforma México.
—Sin embargo, fue hasta 19 días después que los trabajadores víctimas del robo denunciaron a la PGJDF que también les quitaron una computadora que contenía un juego de planos del penal.
¿Por qué tardaron 19 días en darse cuenta de la de-saparición de los planos?, ¿por qué ocultaron durante 19 días la desaparición de los planos? Luego del escape de El Chapo, estas preguntas aceptan igual cantidad de teorías que la propia fuga del líder del Cártel de Sinaloa.
Por todo lo que está ocurriendo pareciera que, entre los encargados de la seguridad nacional, no acaba de permear lo importante que es su tarea para la preeminencia del Estado mexicano y la integridad de la nación en todos los órdenes.
Por ejemplo, resultó inquietante la cantidad de información sensible para la seguridad nacional que divulgó Monte Alejandro Rubido con Adela Micha, quien realizó en esa entrevista uno de los mejores planos secuencia de la televisión actual.
Sólo que ese plano secuencia fue de nuestra principal cárcel de seguridad nacional, y contando como Cicerone con el mismísimo Comisionado Nacional de Seguridad, quien dio a la periodista un extenso recorrido por el penal, con encomiable prolijidad de detalles.
“Este penal data del año 91, y los planos de los penales 1, 2 y 3 son muy similares. ¿Quiénes tuvieron acceso a esos planos? La empresa constructora, las autoridades registrales cuando se inscribieron y las autoridades penitenciarias, desde el año 91 hasta la fecha”, explicó.
“Se pudo haber trabajado exteriormente con coordenadas y una brújula minera. Las celdas son vigiladas por dos cámaras de seguridad, que no alcanzan la parte de la regadera, lavamanos y retrete”, detalló.
Precisó que los reos tienen horario específico para bañarse, mientras los monitores transmiten la caída de agua y en todo momento se les ve el torso y rostro, así como que el piso de las celdas se puede cortar con una fuente calorífica o ácidos para lograr perfección.
Con tal lujo de especificaciones cualquiera puede armar un plan de evasión.
¡Qué necesidad se tendría de conseguir los planos!
Este artículo fue publicado en La Razón el 22 de Julio de 2015, agradecemos a Rubén Cortés su autorización para publicarlo en nuestra página