Lo más extraordinario es eso: que no sabemos lo que ocurre. Suceden cosas. Existe una gigantesca confusión alrededor del periodismo, del peso específico de los periódicos, del valor de la información, de cuál es su sitio en el paisaje social, su influencia en el conflicto. Nada de todo lo que fue sagrado se sostiene. Y aun así hacemos periódicos. Creemos en los periódicos. Les exigimos lo que nos daban antes de que la crisis los vareara. El periodismo no suma todo el problema, son los periódicos los que han perdido compás y energía. Pero aún los tenemos como la fuente de una cierta transparencia. Incluso como el primer borrador de la Historia.
Esto último lo sostiene Martin Baron, director de The Washington Post, considerado por muchos como el mejor director de periódicos del mundo. Un hombre sin dudas sobre el futuro de la prensa tradicional: «Los periódicos en papel no van a sobrevivir. Vivimos en un mundo digital dominado por el teléfono móvil. La gente lee las noticias mientras camina por la calle, mientras espera el autobús, mientras hace cola en el supermercado… La mayoría de ciudadanos, y especialmente los jóvenes, recibe la información de manera digital y a través de la redes sociales. Esa es la realidad, y tenemos que vivir en la realidad. Obviamente los periódicos existirán por un tiempo, pero lo cierto es no hay muchas evidencias de que el papel vaya a ser el futuro. Y sin embargo, sí que hay muchas evidencias de que el papel puede no ser el futuro. Ha llegado el momento de reconocer que nuestro sector está cambiando a fondo y rápidamente. Tenemos que lidiar con esa realidad». Martin Baron impulsó la investigación sobre los abusos a menores por parte de miembros de la Archidiócesis de Boston cuando estaba al frente de The Boston Globe, una de las grandes hazañas periodísticas de las últimas décadas que fijó después la película Spotlight. Pero esta es otra historia. Tiempos mejores.
Nunca antes se ha hablado tanto del oficio desde el oficio mismo. Con igual empeño y con tan delgada prudencia. Y tampoco antes se han tenido tan escasas alternativas, pero tan históricas razones para mantenerlo, para revisar las bodegas, para intentar reemprender cuanto antes la travesía. ¿Qué futuro les queda a los periódicos en papel? Esa es una de las cuestiones. Y nadie acierta en la predicción. Bill Gates, en los años 90 del siglo XX, les auguró una década más. Falló. Y desde entonces gurús, videntes del negocio, chamanes de la causa, santeros del medio y también algunos profesionales solventes especulan sobre la caducidad de la celulosa. Pero nadie encaja todavía con precisión la fecha en su columbario.
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