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domingo 22 diciembre 2024

El año en que los zombies dominaron a México

por Marco Levario Turcott

*Este texto se publicó el 29 de diciembre de 2015

Ahí están entre nosotros, esos otros: seres herrumbrosos de miríadas profecías y sentencias condenatorias contra quienes no son como ellos quieren que sean; también son predicadores que difunden la buena nueva a la que sólo se oponen quienes están confundidos o tienen un pacto con las fuerzas oscuras que se oponen a los designios de la epopeya.

Ustedes recuerdan el mensaje de aquellas almas teñidas de pureza. Por ejemplo a la señora Elena Poniatowska pidiéndole a los jóvenes que lean más de lo que hacen el amor, así lo dijo para beneplácito del discurso tradicional de la iglesia católica. O ese otro ser que tiene más adjetivos que ideas en la boca y que ahora viaja por la patagonia con 400 pesos en la bolsa y el favor de su cuñado, según comenta, para emprender unas vacaciones millonarias. Y cómo no mencionar a esa cosa que se ostenta como escritor y periodista, Fabrizio Mejía, que con tal disfraz inventa historias para nadar entre la corriente progresista aunque se exhiba como lo que es, un miserable, por ejemplo al afirmar que él sabe quién y cómo mató al hijo de Rosario Ibarra de Piedra pero que, “por obvias razones” no lo puede decir; nunca supimos cuáles son esas obvias razones del silencio cómplice (si es que de veras tuvo la primicia de la que se siente orgulloso el taimado personaje), nunca las supimos ni cuando fue inquirido por la luchadora social para que difundiera esa información.

Este es el año en que uno de esos seres extraños, Ricardo Raphael de la Madrid, montó en cólera por el reportaje de un jovencito que, como no documentó lo que ese ser quería leer, primero fue acusado de no existir, así como lo leen, y luego de ser parte de un complot contra las fuerzas vivas de la democracia mexicana, de las que Ricardo Raphael se siente parte, desde luego. 2015 es el año del “Nos faltan 43” enarbolado por aquellas almas herrumbrosas que ignoran con todo conocimiento de causa que son miles de desaparecidos los que nos faltan y no sólo los que ellos usan para promover su causa. Ellos sólo saben crepitar una y otra vez que “Fue el Estado”.

Aquellos seres despliegan sus causas en distintas palestras, en los medios de comunicación difunden que los huracanes pueden ser invención mediática, sacan de su chistera cheques falsos y los presentan como reales igual que también inventan graves situaciones de salud que el gobierno “no quiere que sepas”, o algo así, digamos para revelar que el Chikungunya ha cobrado la vida de miles de personas en México o que los accidentes en carretera no son debido a yerros humanos sino a que las pistas están “malditas”, para referirse a la concesión de OHL. Son los casos de Reforma, Aristegui on line y Proceso, entre otros. La Jornada participa de vez en vez de este tipo de conciliábulos pero los acota cuando sitúa en sus ocho columnas propaganda del gobierno federal. Por cierto, creo que 2015 es el año del rotundo fracaso de Mexicoleaks

Este también es el año del ingeniero Carlos Slim como patrocinador de buena parte de esas causas como principal anunciante y prestamista de buena parte de esos medios o como uno de los impulsores de la agenda política de asociaciones dizque civiles que luchan contra los monopolios pero nunca contra el monopolio de las telefonías fija y móvil. En otra vertiente es el año de “la biografía no autorizada” del empresario para que un escritor diga de él lo que el señor Slim quiere que se diga, aparte de mandar sus mensajes como él quiera y hacer que eso parezca una declaración arrebatada por el valiente reportero que cometió la osadía de hablar de uno los hombres más ricos del mundo. El libro, claro está, se halla excelentemente bien exhibido en la cadena de tiendas Sanborns.

Entre los meandros de los discursos de aquellos fervorosos militantes está su decreto de que la pluralidad no existe si no está en el cuadrante la única voz que ellos aceptan –y que desde luego esa única voz sintetiza la pluralidad-, por cierto, también patrocinada generosamente por el señor Slim (si es que coincidimos en asociar la palabra “generoso” con un sueldo de un millón de pesos al mes solo por los anuncios de Grupo Carso).

Claro, este es el año de la réplica ad nauseum de los mismos modelos de interpretación, ahí tenemos a la señora Denise Dresser y sus formatos idénticos para analizar al país junto con sus desplantes de imaginación, hay que admitirlo, para cambiar uno que otro adjetivo de los que el vocabulario de la analista política reboza. Casi lo olvido, es el año en que la revista Proceso pierde una fortuna al ser derrotados sus directivos por una demanda de despido injustificado.

2015 también es el año de muchos silencios en esta febril e implacable militancia: nada dicen de la desgracia de las economías populistas latinoamericanas o de su forma de silenciar a los medios e incluso de asesinar a los periodistas en Bolivia, Brasil, Argentina y Venezuela. Y entre esos silencios vergonzantes, hay que agregar, se encuentran su falta de definiciones al respecto de los derechos de los homosexuales, la despenalización de la mariguana, el aborto o la eutanasia. Lo más que adujeron es que esos son temas distractores de su encomienda de acabar con la mafia o que cuando llegue el gran día de su arribo al poder esos derechos los someterán al imperio de las mayorías. (Por supuesto, callaron frente a la homofobia y la misoginia de Evo Morales, el silencio ocurrió incluso en recalcitrantes feministas).

Naturalmente, estos espantajos no son de izquierda.

Este recuento podría comprender una extensión inconmensurable. Convivimos asiduamente con el fanatismo (y con su opuesto al que en otra ocasión me voy a referir). No veo el caso a detallar más la limitación de la inteligencia que ese fanatismo significa junto con las redes de poder sobre los que se despliega. Me parece que cada vez les cuesta más trabajo ornar sus palabras y creo, espero no ser demasiado optimista, que paulatinamente exhiben más tales limitaciones e intereses. Por eso, como alguna vez expusiera Voltaire, frente a ese fanatismo sólo me resta reirme de ellos, entre otras cosas, porque lo que menos tienen ellos es sentido del humor, ¿lo han notado?

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