A todos nos ha venido dando un cansancio, enojo, hartazgo y entre muchas familias una enorme rabia, tristeza y desconsuelo.
Mucha gente se ha sentido abandonada. No ha encontrado ayuda, nos han mandado señales contradictorias y nos han querido hacer ver que se tiene control de la pandemia y que está pasando lo peor.
Ha prevalecido la insensibilidad ante lo que le está pasando a miles de familias mexicanas que estamos, están viviendo, lo peor de la pandemia.
Estamos cerca de cumplir un año con el coronavirus destrozándonos. Por estas fechas, por más que no se tuviera una idea de lo que iba a provocar, algunos gobiernos trataron de adelantarse ante lo inédito echando por delante a la ciencia y a quienes tenían experiencia.
Científicos y especialistas habían alertado sobre la posibilidad de que un virus de esta naturaleza apareciera y causara los estragos que hoy tenemos entre nosotros.
A la distancia va quedando claro que aquellos países que entendieron lo que estaba pasando y se veía venir son los que mejor han logrado enfrentar al coronavirus. Quienes supusieron que el problema se pasaría y que en menos de tres meses se estaría bajo otros escenarios son quienes están, estamos, materialmente contra la pared.
Hemos aprendido y padecido que el coronavirus es brutal, mortal y de fácil contagio a lo que se suma que se mete por todas partes y que se puede contraer ante la más mínima distracción.
Nuestro país está entre las naciones que dejaron llegar el virus más de lo debido. A pesar de que varios especialistas alertaron lo que se podía venir, a la distancia se ha ido evidenciando que se conjuntaron muchos elementos contradictorios en la estrategia del Gobierno. Se dio también cierta soberbia y la única voz que ha escuchado el Gobierno es la del Gobierno, la cual, a estas alturas, da la impresión que está llena de ruido y enconchado.
Las voces que cuestionan son desacreditadas a lo que se suma que en los últimos meses al vocero le ha dado por el sarcasmo. Se sabe poderoso porque el Presidente se encarga de ello, lo cual significa para mucha gente como una interpretación de que está “haciendo bien su trabajo”; los elogios que ha hecho López Obrador del vocero son desmedidos.
Toda la controversia sobre el cubrebocas en buena medida se la debemos al elogiado, más allá de que al Presidente le haya venido “como anillo al dedo” aquello de que el cubrebocas hace sentir segura a la gente, pero no necesariamente es efectivo.
Diferentes especialistas plantearon desde el inicio la gravedad del problema, incluso al interior del Gobierno. Lo que en un primer momento pareció una estrategia efectiva colocando a un vocero para informar diariamente, al paso de los meses se convirtió en un problema.
El personaje fue rebasado por él mismo, de científico pasó a transformarse en un político. Da la impresión que fue perdiendo el sentido de su trabajo y fue creándose la imagen de que si algo quería era quedar bien con su jefe. Su declaración sobre la “fuerza moral” del Presidente es lamentable, porque además con ello alimentó la idea de que el mandatario es un ser todopoderoso, lo cual fortalece la imagen y popularidad de López Obrador entre sus millones de seguidores; quizá no fue tan casual lo que en su momento dijo.
Cerca de cumplir un año el Gobierno debería entender que es necesario revisar su estrategia. Estamos en el peor momento y parece que es más importante hablar de elecciones y la desaparición de los institutos autónomos que de la muerte de cientos de miles de mexicanos.
RESQUICIOS
En una de las muy buenas reuniones anuales de los becarios de Telmex nos invitó Arturo Elías a conversar, ante al menos 5 mil estudiantes, con Larry King. Fue una grata experiencia, era un entrevistador que sabía preguntar y sobre todo escuchar. Fue un encuentro que terminó en una clase de periodismo y de vida; Larry King es una víctima más del coronavirus; fue un gran personaje.
Este artículo fue publicado en La Razón el 25 de enero de 2021. Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.