México ha cruzado los límites de una gestión desastrosa de la pandemia. Hoy se discute a nivel internacional, con base en números, estadísticas y medición de casos, los países cuyo desempeño no sólo ha impedido el mayor número de muertes, sino peor aún, que han provocado el deceso de decenas de miles de personas producto de la irresponsabilidad, de la improvisación y de las medidas de salud sometidas a la política.
Aquí se ha desestimado con vergonzosa desfachatez el uso de cubrebocas, como un instrumento secundario, de utilidad menor –incluso de eficiencia no comprobada– en contra del contagio y la dispersión del virus. Hay en el mundo abundante evidencia científica de que el cubrebocas, usado de forma masiva en transportes y oficinas, en espacios cerrados y en mercados o centros comerciales, reduce en más de un 60 por ciento los contagios (Johns Hopkins University).
Aquí se ha puesto en riesgo con criminal conducta la vida de miles de trabajadores de la salud, quienes en condiciones de extrema vulnerabilidad han entregado su vida en defensa de pacientes y enfermos. Mal equipados, desprotegidos, obligados a turnos y jornadas extenuantes, sin protección antiviral ni medicamentos preventivos, han fallecido decenas de miles convirtiendo a México en el primer país del mundo con decesos en el sector salud.
Aquí se han manipulado las cifras y los datos que hubiesen permitido a todo profesional epidemiológico, trazar rutas de contención y estrategias antivirales, con base en pruebas confiables y creíbles.
Aquí se ha desdeñado la aplicación de pruebas a población abierta, bajo la premisa absurda del contagio de rebaño y las curvas de progresión, sin aislar comunidades, detectar contagios en primera fase, detener la dispersión generalizada del virus: consecuencia de esta gravísima decisión, es hoy el imparable curso de la pandemia y los números de muertos que se apilan en funerarias y morgues hospitalarias.
Aquí no se diseñó un solo plan de cremación o disposición de cadáveres; aquí se dejó al azar el crecimiento de casos y la incapacidad hospitalaria para atención de contagiados; aquí se canceló un sistema de distribución de medicamentos que permitiera a hospitales y centros médicos contar con insumos suficientes para hacer frente a los cientos de hospitalizados.
Aquí se abandonó a miles de mexicanos a una muerte desesperada, en domicilio, sin atención médica, sin cuidados ni medidas de ninguna índole.
Nadie cuidó el suministro de tanques de oxígeno que hoy reclama la atención urgente de la Profeco; nadie se ocupó de la producción de ataúdes, que hoy se califica como insuficiente.
México en el abandono de irresponsables criminales.
Más de un médico epidemiólogo, internista, expertos en política de salud pública, me han dicho en los últimos días que esto podría constituir un expediente irrefutable ante el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya.
Alcocer, Gatell, López Obrador debieran rendir cuentas –como está a punto de suceder en Brasil por la criminal irresponsabilidad de Bolsonaro y su equipo– por la desastrosa gestión, por la negligente operación de la pandemia, y ahora, con acentuada gravedad, por la torpeza en el diseño de un plan de vacunación.
No hemos suscrito acuerdos internacionales para el suministro de vacunas. La participación en el proyecto Covax de las Naciones Unidas, es apenas una carta de buena intención. Pfizer no nos tiene en sus prioridades, ni CanSino, para Moderna no existimos y AstraZeneca producirá con particulares en México suministros que esperemos puedan ser masivos para marzo o abril.
El reciente acuerdo de la vacuna Sputnik con Rusia, es una burla vergonzosa al personal médico y científico de México y a todos los mexicanos. Una vacuna no aprobada por la FDA (Federal Drug Administration) ni por su correlativa agencia europea; que carece de pruebas substanciales en población mayor de 60 años –declarado por el propio presidente Vladimir Putin el 18 de diciembre– que alcanza apenas fase 3 en su proceso de comprobación de resultados, y que se aplica en Bolivia, Venezuela,
Bielorrusia, Turkmenistán y aún está pendiente en Argentina. Esa vacuna es la que pomposamente llegará a México.
Otra vez, a la retaguardia del mundo.
Según el estudio de mejores y peores lugares del mundo para enfrentar el Covid, nuestro país es el número 53 de un total de 53 países evaluados.
Tenemos la estadística del mayor personal médico que sucumbió ante la pandemia.
Tenemos récords, casi a diario, de contagios y decesos.
Y México aguanta la incompetencia de sus autoridades, y su criminal e irresponsable desempeño. ¿Hasta cuándo?
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