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domingo 22 diciembre 2024

Camargo, ni entendemos ni aprendemos

por Javier Solórzano

Si no quieren comparar la matanza de 72 migrantes en San Fernando, el 24 de marzo de 2011, con lo sucedido el fin de semana en Camargo, también en Tamaulipas, con la brutal muerte de 19 migrantes no lo hagan. Lo cierto es que fueron ultimados y después calcinados.

Por más que traten de tomar distancia con otras matanzas, no significa que no estemos ante un hecho brutal que muestra que las cosas en esencia no han cambiado. Es como si el tiempo no pasara y no aprendiéramos de hechos tan brutales como traumáticos; lo peor que nos puede pasar es perder la capacidad de asombro y sensibilidad.

Reiteremos lo sabido pero no aprendido, los migrantes dejan sus lugares de origen en medio de la pobreza y la violencia. No lo hacen por gusto, lo hacen como parte de sus necesidades, encuentran que en la migración podrá revertir al menos un poco la situación en la que están. Lo hacen por ellos, pero sobre todo, por sus familias.

Conversamos con Luis Carlos Velásquez, gobernador departamental de San Marcos, Guatemala, y con William Matías, vicepresidente del equipo de futbol Juventud Comiteca de la tercera división guatemalteca. Todo indica que los migrantes son originarios de esta zona y que uno de ellos era futbolista de este equipo.

El gobernador presenta un panorama desolador de San Marcos. Nos dice que difícilmente la gente come una vez al día y que las condiciones en las que viven son de pobreza total. El vicepresidente del equipo va pasando del dolor de la pérdida por Marvin Tomás Tomás, el Zurdo, a la indignación. Asegura que lo que se vive en México es peor que lo que pasa en sus comunidades con todo y la gran cantidad de adversidades que padecen.

Lo que llama poderosamente la atención es que pareciera que lo sucedido nos pasa de largo. “Es indignante, no puede ser posible que un hecho de tal magnitud no merezca la atención de la opinión pública”, nos decía ayer el abogado y defensor de derechos humanos Santiago Corcuera. Es cierto, la matanza no ha tenido la resonancia, indignación y atención que merece ni en las redes ni los medios de comunicación.

Estamos hablando de la muerte violenta de 19 migrantes, todo indica de origen guatemalteco. Estamos hablando del mismo estado del país en que se presentó una brutal matanza hace nueve años. Estamos hablando de la presencia del crimen organizado que se mantiene intacto y con pleno control de la zona. Estamos hablando de la falta de atención y sensibilidad del gobierno estatal y federal. Estamos, a fin de cuentas, en el mismo lugar en donde estábamos hace 11 años si no es que peor porque después de las innumerables experiencias traumáticas algo debíamos haber entendido y aprendido.

Toda la zona tiene serios problemas, pero en lo que corresponde a nuestro país es evidente que ha sido incapaz en respetar los derechos humanos de los migrantes y en diseñar una política efectiva en su seguimiento cuando han ingresado a México.

El desarrollo desigual, la complicidad y la corrupción son factores centrales. Las promesas de Trump y López Obrador de invertir en la zona se quedaron en eso, promesas. El Gobierno mexicano no ha tenido la capacidad para darle un giro a las cosas.

Nos hemos convertido en el otro muro que tanto quería Trump. Lo hicimos en la frontera norte y sur a la que llevamos soldados e integrantes de la Guardia Nacional. Fuimos el otro dique y hoy estamos en la “esperanza” de que Biden expida una ley migratoria, lo que no nos exime de nuestras responsabilidades.

La migración es una necesidad, es un intento por mejorar la vida de las familias.

Los migrantes no tienen por qué morir como en Camargo.

RESQUICIOS

A la rebatinga por las vacunas se suma las controversias y contradicciones por su efectividad. En tiempos en que por el contagio del Presidente se ve a su gobierno como pasmado, urge información precisa, clara y transparente. Alguien tiene que hacerlo, aunque ese “alguien” sea el indefendible vocero.


Este artículo fue publicado en La Razón el 29 de enero de 2021. Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.

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