Ha sido considerada por muchos a través de las décadas como la mejor película de todos los tiempos: un delirio de ingenio y creación, una clase magistral de técnica, estructura y narración cinematográfica.
“Ciudadano Kane”, el primer filme de Orson Welles, no fue, sin embargo, bien recibido en su tiempo.
Apenas logró recuperar el presupuesto que se gastó en su producción y la mala prensa, como resultado de su temática, la acompañó por años como una maldición.
Y pese a sus muchas nominaciones que obtuvo, solo se llevó un Oscar en la ceremonia de 1941: el de mejor guion.
Ahora, 80 años después, una nueva película inspirada precisamente en el proceso de escritura del guion de “Ciudadano Kane”, es una de las favoritas de esta temporada de premios del cine de Hollywood.
Dirigida por David Fincher para Netflix, “Mank” cuenta la batalla de Herman J. Mankiewicz (Gary Oldman) con el alcohol, su mala salud y los recuerdos mientras se retira a un rancho para terminar la obra de su vida, la película que poco a poco, según irá descubriendo, será su canto de cisne, y también, la obra que le hará ganarse un lugar en la historia.
“Mank” es también un homenaje a Mankiewicz, el hombre que en muchas ocasiones los libros de cine han dejado a un lado ante la apabullante personalidad e ingenio de Orson Welles.
Pero ¿qué tiene de especial “Ciudadano Kane”? ¿Por qué la película no ha perdido su encanto a pesar de los años transcurridos? ¿A qué se debe que todavía sea objeto de culto en las universidades, cinematecas y entre los cinéfilos de todo el mundo?
En BBC Mundo te ofrecemos algunas claves para entender por qué muchos la siguen considerado la mejor película de todos los tiempos.
1- El guion revolucionario de Mankiewicz
Uno de las grandes interrogantes de la historia del cine es cuánto Mankiewicz tuvo que ver con la edición final de “Ciudadano Kane” y cuánto participó Welles en el guion original del primero.
Cualquiera que haya sido la influencia de uno sobre el otro, la película propuso una de las estructuras dramáticas más revolucionarias -y atrevidas- que había conocido la historia del cine hasta ese entonces.
“Ciudadano Kane” se centra de la vida de Charles Foster Kane (interpretado por Welles), un magnate de la prensa que tiene una enorme riqueza e influencia, pero que no alcanza el cargo político ni el amor que ansía.
Es una versión ficticia de la figura del magnate de la prensa William Randolph Hearst, quien por cierto, jugó un rol esencial para tratar de hacer que “Ciudadano Kane” quedara en el olvido.
Pero en lugar de ser una película biográfica convencional, la obra de Welles y Mankiewicz es un rompecabezas que reúne múltiples narradores, perspectivas y saltos en el tiempo.
Cuenta, también, con una colección de frases memorables por su ingenio y ofrece una visión aguda del estilo y el mundo interior de su personaje protagónico.
Pero no se trata de un manual académico de técnica y estructura: el guion de Ciudadano Kane tiene más que ofrecer como entretenimiento que como manual de estilo.
2- La subversión de los géneros cinematográficos
La película presentó un juego con los géneros cinematográficos que no se había visto hasta entonces y que a través de los años, la ha vuelto casi inclasificable.
En un inicio, algunos la definieron como un “drama de misterio”, pero agrupar todos los géneros que engloba resulta complicado.
La trama comienza con los acordes pesimistas de un tema de Bernard Herrmann. Se observa la silueta irregular de un castillo en la cima de una colina con niebla. Estamos en territorio de terror gótico; el castillo bien podría ser propiedad del Conde Drácula.
Luego nos deslizamos hacia el castillo a través de un montaje extraño: una tormenta de nieve, una bola de nieve, la boca de Kane mientras exhala su última palabra, “Rosebud”.
Dos minutos después, la película ya no es un filme de terror, sino un experimento surrealista digno de Dalí y Buñuel.
Pero no por mucho.
Unos segundos más tarde, Ciudadano Kane se convierte en un noticiero que recorre la biografía de Kane y nos muestra Xanadú, su monumental finca de Florida (siguiendo el modelo del castillo Hearst en San Simeon, California).
Pero luego, justo cuando nos estamos adaptando a un falso documental, la película vuelve a cambiar de marcha.
Hay un flashback dickensiano a la infancia rural de Kane en 1871. Luego, pasamos a una comedia de situación cuando Kane toma el control del New York Inquirer. Más tarde, la película deviene en un drama político, luego una farsa entre bastidores, luego un melodrama oscuro…
Y, uniendo los diversos géneros, hay una historia de detectives sobre un reportero de investigación que intenta descubrir lo que podría significar Rosebud.
Nunca antes la historia del cine se había visto una complejidad narrativa de este tipo.
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