Marcelo Ebrard, quien aspira a ser presidente de México, dijo el sábado que no funciona encarcelar a opositores. No dijo estar en contra. Dijo que no funciona. Así de impersonal y ascético. Como si hablara de una máquina de afeitar.
Al referirse a la dictadura de Nicolás Maduro, nuestro canciller explicó: “Las sanciones (económicas de Estados Unidos) no funcionan, pero tampoco funciona que tengas en prisión a tus opositores, sólo porque lo son”.
Eso que, para Ebrard, es sólo algo que “no funciona” está considerado por Naciones Unidas desde hace un año como “crímenes de lesa humanidad” cometidos por órdenes directas de Maduro, de su número dos y de la cúpula militar.
“Estos crímenes se coordinaron y cometieron de conformidad con las políticas del Estado”, dice el informe de 445 páginas de la ONU, dirigido por la expresidenta de izquierda de Chile Michelle Bachellet.
Pero veamos qué le hace la dictadura a los opositores que tiene en prisión, y que a nuestro canciller únicamente le provoca decir profesoralmente que “no funciona”, como si estuviera hablando del iPhone cuando se congela:
–Los obligan a comer pastas crudas, mezcladas con excrementos
–Los obligan a comer alimentos contaminados, deliberadamente, con cenizas de cigarrillos o insectos
–Les aplican descargas eléctricas
–Son sometidos a golpizas brutales
–Son colgados en posiciones incómodas y forzadas
–Son privados del sueño
–Les provocan asfixia
–Sufren abuso sexual, que incluye violación.
Eso plantea el Informe que Ebrard se negó a condenar, cuando fue sometido a votación en la ONU. Pero hay más:
“Miembros de las fuerzas de seguridad han cometido abusos, como detonar cartuchos de gases lacrimógenos en espacios cerrados con personas detenidas, mantener a grupos de detenidos por períodos prolongados en celdas de confinamiento minúsculas”.
Todo eso se conoce gracias a las Naciones Unidas y a la OEA. Ah, la OEA: pues la gran epifanía del canciller de México es que debe desaparecer la OEA “para evitar que siga siendo un “instrumento de intervención”.
O sea, para alguien que quiere ser presidente de México (y que se vende todavía como un político de “izquierda”) la OEA es un instrumento de intervención. Repite lo mismo que Maduro. Sí, el que alimenta con excrementos a los opositores presos.
Sin embargo, es también gracias a la OEA que se sabe que Maduro practica detenciones ilegales y arbitrarias, que mantienen a un promedio de 12 mil opositores presos, con el mecanismo “efecto puerta giratoria”: al mismo tiempo, excarcela unos y detiene otros.
Pero Ebrard no lo condena. Sólo cree que no funciona, y, además, que hay que desaparecer a uno de los organismos que lo denuncia.
Y quiere ser presidente de México.
Chapeau.