jueves 14 noviembre 2024

Recomendamos: El gran invento de Marie Curie

por etcétera

Cuando en 1995 los restos de la científica franco-polaca Marie Curie (7 de noviembre de 1867 – 4 de julio de 1934) fueron exhumados del cementerio de Sceaux para ser trasladados al Panteón de París, se temía que emitieran niveles nocivos de radiación, como hoy ocurre con sus cuadernos de laboratorio. Pero no había radio en los restos, lo cual sugirió que la enfermedad que mató a la investigadora no se debió a los elementos radiactivos que manejaba, sino a una excesiva exposición a los rayos X causada por su peculiar invención: la radiología móvil que llevó a los campos de batalla durante la Primera Guerra Mundial.

Los logros de Curie y de su marido Pierre, fallecido en 1906, son de sobra conocidos. El descubrimiento del radio y el polonio permitió definir las propiedades de la radiactividad, un término acuñado por la propia investigadora. La constatación de que elementos como el uranio emitían radiación se unió en la misma época al hallazgo del electrón para demostrar que el átomo no era indivisible como se creía. Por todo ello Marie Curie recibió no un premio Nobel, sino dos, siendo la primera persona en lograrlo y la única que lo ha hecho en dos disciplinas científicas distintas, Física y Química.

Menos conocida, aunque igualmente bien documentada, es la labor que Curie llevó a cabo durante la Primera Guerra Mundial, inspirada por su espíritu humanitario y por su devoción hacia su país de acogida. Con el estallido del conflicto y la amenaza de una invasión alemana cerniéndose sobre París, la vida cotidiana quedó suspendida, incluyendo las investigaciones de Curie. El gobierno francés se trasladó a Burdeos, y allí viajó también la científica llevando su tesoro más preciado, un gramo de radio en un cofre de plomo, que depositó en la caja fuerte de un banco.

Pero al contrario que otros, Curie no buscó refugio en Burdeos, sino que regresó a París. Deseosa de contribuir al esfuerzo bélico, compró bonos de guerra y quiso donar al gobierno las medallas de oro de sus dos premios Nobel, un regalo que no fue aceptado. En su lugar, optó por poner su ciencia al servicio del ejército francés.

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