La reiterada pregunta que nos hace mucha gente, entre ellos muchos amigos, que ven con desesperación lo que hoy pasa en México, en nuestro caso a partir de la pérdida del registro legal nacional del PRD es: ¿qué sigue?, ¿qué va a pasar con el PRD?
Primero debemos aclarar que el PRD perdió el registro legal nacional después de haber alcanzado un millón 200 mil votos, insuficientes para obtener el 3% del total nacional, requisito para mantener su registro. Eso no significa que el PRD haya “desaparecido”, como generalmente se maneja en la opinión pública.
El Partido de la Revolución Democrática, heredero de las luchas del viejo Partido Comunista Mexicano, del Partido Socialista Unificado de México, de los movimientos sindicales y sociales, de las guerrillas de los años 60 y 70 del siglo pasado, de las luchas cívicas y electorales de 1988 y posteriores, ese PRD es mucho más que un registro legal: es historia, es movimiento social, es cultura, es tradición, es estructura orgánica en una parte importante del país. Y eso no puede desaparecer por decreto legal.
Debe tomarse en cuenta que en 13 estados de la república el PRD obtuvo más del 3% de la votación local, lo cual le da derecho a registrarse como partido estatal en cada una de esas entidades, con sus respectivas prerrogativas locales, lo cual no es un asunto menor. Además, en una buena cantidad de estados de la república el PRD ganó importantes municipios y estuvo a punto de obtener el 3% de la votación (no puedo omitir comentar el trágico y doloroso acontecimiento del brutal asesinato de Alejandro Arcos, alcalde de Chilpancingo, con quien días antes yo había intercambiado mensajes por teléfono, en la idea de vernos en la primera oportunidad).
Algunos dirigentes estatales del PRD han expresado públicamente que quieren manejarse con independencia respecto de alguna coordinación nacional (“¡no queremos el yugo nacional!”, dicen, para asumir, seguramente, el yugo de Morena). Incluso algunos de ellos han impulsado en los congresos locales el voto a favor de las antidemocráticas reformas constitucionales de Morena. No obstante, la gran mayoría de las direcciones locales ha expresado su determinación de caminar en la lógica de una coordinación nacional para conformar un nuevo partido político, con nuevos documentos básicos y el nombre que se determine, incluso buscando confluir con otras fuerzas políticas, porque hace falta un referente partidario de izquierda democrática en el país.
Sé que en una estrategia semejante, el Frente Cívico Nacional, Xóchitl Gálvez y otros personajes de distinto perfil político e ideológico han planteado trabajar para estructurar un nuevo partido político nacional.
Hace unas cuantas horas, Marco Levario hacía una importante reflexión en este espacio de Etcétera al respecto y señalaba que era un gran error político desplegar estas iniciativas cada una por su propia cuenta, porque así se dividen los esfuerzos.
En esa tesitura yo pregunto: ¿es racional que estas vertientes políticas que caminaron juntas para las elecciones del 2024, que compartieron diagnósticos y propuestas, hoy caminen separadas, después de un cambio de régimen político que está derivando aceleradamente en un preocupante autoritarismo?
La primera pregunta que debe plantearse es ¿a quién se pretende representar? Y junto con lo anterior, si hace falta un nuevo partido que represente lo que los actuales no están representando, por lo menos no suficiente y claramente. Yo estoy convencido de que sí hace falta una fuerza política que desde una perspectiva socialdemócrata ofrezca propuestas de solución a los grandes y graves problemas del país, a la vez que esté dispuesta a lograr acuerdos con la fuerza gobernante en todo aquello que beneficie a la gente.
Es entendible que haya no poca gente que reproche con un “para qué un nuevo partido”. Incluso no faltan quienes señalan que ahí está el registro legal de MC, que se ostenta como socialdemócrata, aun cuando no haya expresiones de ese partido al respecto.
En contrapartida, también debe ser entendible que quienes no estamos de acuerdo con lo que está pasando en el país no nos quedemos cruzados de brazos y ayudemos a construir soluciones, salidas, a la problemática actual. Ciertamente, como dice Levario en su referida alocución, debiera ser con caras nuevas -que seguramente surgirán- pero hay que empezar con lo que hoy tenemos y, como en mi caso, ayudar a que eso suceda sin pretender protagonizar nada.
Me parece que lo sensato sería que se diera la sumatoria de esfuerzos entre quienes competimos por un mismo “mercado electoral”, para construir un proyecto común en favor del país. Quizá ayudaría a este propósito que hubiera una convocatoria que surja de personalidades o de organizaciones reconocidas de la sociedad civil.
Son mis reflexiones y ahí está una respetuosa y responsable sugerencia.