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Novedad radical de las nuevas tecnologías y las redes sociales, tendencia juvenil, el llamado sexting consiste en la difusión, mediante aplicaciones diversas de teléfonos inteligentes y otros dispositivos, de imágenes sexuales amateurs que desplazan el mercado virtual de la pornografía hacia una expresión distinta: se propaga en internet de manera gratuita, espontánea, y vincula el placer al espectáculo, en el espacio de lo imprevisible.


 


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María Lonina de 18 años y una amiga suya de 17, de Columbus, Ohio, conocieron a Raymond Boyd Gates de 29 años, en un centro comercial. Él las invitó a beber y pasar un buen rato al día siguiente, el 27 de febrero de 2016. Aceptaron y después de algunos tragos, Gates comenzó a abusar sexualmente de la chica más joven. María decidió transmitir en vivo la violación de su amiga con la aplicación Periscope. En poco tiempo alguien que conocía a Lonina denunció lo que estaba sucediendo y luego otras personas alertaron a las autoridades. Mientras tanto llovían los “likes” de espectadores entusiastas. Lonina y Gates fueron acusados de secuestro, violación, abuso sexual, así como de producir y distribuir pornografía infantil, y de ser encontrados culpables podrían recibir sentencias de hasta cuarenta años de prisión. Este no es el primer caso en que alguien emplea redes sociales o aplicaciones para difundir imágenes de delitos sexuales. Sin embargo llama la atención por la novedad cruel de que una violación en vivo se vuelva entretenimiento, gratuito y planetario.


La documentación de abuso sexual como trofeo o pornografía estuvo también presente en los casos de la canadiense Rehtaeh Parsons y la californiana Audrie Pott, de 2013. Ambas fueron violadas mientras estaban inconscientes por beber alcohol y en los dos casos sus compañeros tomaron y circularon fotos de su abuso. Tanto Parsons como Pott se suicidaron colgándose al no poder soportar la humillación y el incesante bullying. Estos casos y otros, como la revenge porn (cuando amantes desilusionados o furiosos postean imágenes sexualmente explícitas de sus ex parejas), conforman un nuevo espectro de la pornografía, uno resultante de las posibilidades que dan los teléfonos inteligentes, ciertas aplicaciones y las redes sociales. Esta nueva pornografía amateur que es realizada por participantes voluntarios, así como víctimas y victimarios, no tiene afán comercial sino una búsqueda de reconocimiento y un deseo implacable de “compartir” para figurar en el radar de otros cibernautas, para volverse celebridad.


http://www.razon.com.mx/spip.php?article307346

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