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lunes 23 diciembre 2024

Fanatismo, origen y tipos

por Alejandro Vázquez Cárdenas

El término “fanático” proviene del latín fanaticus, que originalmente se refería a quienes adoraban con éxtasis a sus dioses en los templos (“fanum”). La Real Academia no se anda con nimiedades y determina qué fanático es alguien: intransigente, exaltado, intolerante, extremista, dogmático, sectario, inflexible, incondicional. Nada más. Nada menos.

Este concepto evolucionó para describir a las personas que defienden una idea con fervor extremo, sin considerar argumentos ni evidencias contrarias. Para un fanático, la verdad es exclusiva de ellos, los demás están equivocados. Además, existe una absoluta intolerancia hacia opiniones contrarias, y quien las sustente se convierte automáticamente en enemigo.

En la historia, el fanatismo se ha manifestado desde las primeras civilizaciones. Los conflictos religiosos en la antigüedad, como las guerras entre el Egipto faraónico y los pueblos vecinos, o las cruzadas medievales entre cristianos y musulmanes, ilustran la influencia del fanatismo en la configuración del mundo. Estas luchas, muchas veces alentadas por líderes que explotaban las creencias populares, han dejado un legado de violencia y fragmentación.

Desde el punto de vista psicológico, el fanático suele ser una persona que encuentra en su objeto de devoción un sentido de pertenencia y una identidad definida. Puede ser desde un líder político, una figura del espectáculo, del deporte, una religión más un largo etcétera.

Algunos de los rasgos característicos del fanático incluyen:

Pensamiento dicotómico: Percepción del mundo en términos de “buenos” y “malos”.
Intolerancia: Rechazo a ideas opuestas o críticas hacia sus creencias.
Conformismo grupal: Dependencia de un grupo que refuerza sus convicciones.
Emocionalidad extrema: Uso de emociones como miedo, odio o euforia para justificar sus actos.

Mención aparte, por sus peculiares características, merece el fanatismo religioso; una de las formas más antiguas y peligrosas de fanatismo. Este tipo de devoción extrema ha sido responsable de innumerables conflictos, como las cruzadas en la Edad Media, la Inquisición, la Reforma y Contrarreforma, y más recientemente, actos de terrorismo vinculados a interpretaciones radicales de religiones como el islam. Recordemos a Isis o Daesh en árabe, la organización que se apoderó de grandes extensiones de Siria e Irak, imponiendo su severa versión de la sharía (ley islámica). Ellos impusieron castigos crueles y con saña inaudita cometieron asesinatos, algunos de los cuales aparecieron en videos que publicaron en internet.

El fanatismo, en cualquiera de sus formas, desde el aparentemente inocuo como lo es el deportivo hasta las formas más graves como lo son en lo político y religioso, tiene consecuencias graves que incluyen:

Violencia y guerras: Millones de muertes por enfrentamientos como las cruzadas o las guerras de religión en Europa.
Intolerancia: Persecuciones a minorías religiosas, como los judíos durante la Edad Media o las comunidades cristianas en países de mayoría islámica.

Retraso social: Impedimento del progreso científico y cultural debido a posturas dogmáticas.

El otro fanatismo grave y peligroso es el que se da en la política. Aquí el fanatismo se manifiesta en la adhesión ciega a ideologías o líderes. Este tipo de fanatismo ha sido el motor de regímenes totalitarios, como el nazismo en Alemania, el estalinismo en la Unión Soviética y las dictaduras militares en América Latina.

El fanatismo también encuentra un campo fértil en el deporte. Aunque el deporte, teóricamente, y recalco de lo “teóricamente”, debería ser un espacio de simple entretenimiento, en algunos casos se transforma en escenario de violencia. Y no hablamos de enemistades entre compañeros y familiares; no, el asunto es más grave, están las riñas entre las llamadas “barras bravas”, los disturbios en estadios y las agresiones entre aficionados que han dejado un saldo trágico de heridos y muertos en diversos países tanto en Europa como en América.

Ahora bien, ¿por qué ocurre el fanatismo deportivo? Hay varias razones: Identidad colectiva, los equipos representan comunidades, barrios, ciudades, estructuras o compañías que tienen simpatizantes por sí mismas y que los aficionados asumen como extensión de sí mismos.

¿Hay solución a este problema?

Combatir el fanatismo requiere un enfoque integral que fomente la tolerancia, el pensamiento crítico, una información adecuada y la convivencia pacífica. Soluciones, algunas son hipotéticas y otras prácticamente ilusorias: Inculcar valores como el respeto, la empatía y la diversidad desde edades tempranas. Aplicar leyes más estrictas para prevenir y sancionar actos de violencia, especialmente en contextos deportivos o religiosos, y evitar el sensacionalismo y la teatralidad que alimenta polarizaciones y enfrentamientos.

Como se ve no hay solución a la vista, No en esta sociedad.

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