Max Reger, compositor alemán, respondió así a uno de sus críticos: “estoy sentado en el cuarto más pequeño de mi casa… tengo tu crítica frente a mí, pronto estará detrás de mí.” En realidad muy pocas veces se hace referencia al excusado, pese a que todos los seres humanos lo utilizan reiteradamente a lo largo de sus vidas. Alfred Hitchcok causó revuelo con su película Psicosis (1960), no sólo por la truculenta trama, sino porque fue la película que mostró por primera vez un inodoro en el baño del cuarto del hotel que ocupaba la protagonista, a la postre asesinada por Norman Bates. En cualquier caso, los excusados son un espacio infaltable en el hogar, en el trabajo, en la escuela y en otros tantos lugares, esto debido a las necesidades fisiológicas de las personas y a los requerimientos de sanidad e higiene indispensables para una vida sana. ¿Qué sería del mundo si todo mundo defecara y orinara en cualquier lugar? Seguramente habría muchos, muchísimos problemas de sanidad y enfermedades, en cantidades infinitamente superiores a los existentes.
Todas las culturas han contado con sistemas para alojar las deposiciones humanas, desde los más sencillos –como la letrina- hasta los más sofisticados, como los que operan en la actualidad. Algunos son rústicos y otros extremadamente elegantes y tecnologizados, si bien su razón de ser es la misma. En un conocido episodio de Los Simpson, cuando la familia amarilla de los ojos grandotes viaja a Japón, Homero hace uso de un retrete que lo saluda y le dice “será un placer recibir tus desechos”. El retrete también portaba una cámara de video, conectada a la televisión de la estancia, por lo que el resto de la familia podía ver todo lo que el padre de familia desechaba (ñac). De hecho Los Simpson hacen numerosas alusiones al retrete en los episodios de la serie, con el sarcasmo que los caracteriza, como cuando estando en Australia, se topan con que el excusado del embajador estadunidense tiene un adaptador para, al jalar la cadena, formar el remolino en la misma dirección que los del hemisferio norte, en aras de “sentirse como en casa.” Investigando más sobre el tema del “remolino” que se forma en los excusados, me he topado con que éste gira indistintamente a la derecha o a la izquierda debido a diversos factores, no necesariamente por el llamado “efecto Coriolis” al que hace alusión la mismísima Lisa Simpson en el episodio de referencia. Pero ese es un tema para otra ocasión. Por ahora, se hablará acerca del retrete.
El uso del inodoro es ineludible, pero es importante aclarar que el llamado “trono del emperador” no es el único diseño depositario de los desechos de las personas. En la República Popular China (RP China), Turquía e Indonesia, el inodoro consta de un rectángulo de cerámica en el piso, sin cisterna ni espaldera y, en muchas ocasiones, está ausente el papel higiénico. El individuo que lo usa debe hacerlo en cuclillas a la vista de otras personas, dado que los sanitarios rara vez cuentan con puertas y están alineados en fila. No es necesario insistir que para los turistas occidentales los inodoros descritos son fuertemente criticados y las quejas por la falta de retretes occidentales son recurrentes.
A muchos asombrará saber, sin embargo, que los retretes chinos, turcos e indonesios fueron pensados para beneficiar la salud de los usuarios. Diversos estudios médicos corroboran que la posición en cuclillas ayuda a prevenir enfermedades como el cáncer de colon y la apendicitis. Estando en cuclillas, las deposiciones son más rápidas, protegen a los nervios que controlan a la vejiga, el útero y la próstata; se previene o cura a las hemorroides; y se previenen las hernias debido al relajamiento del músculo puborrectal. En las mujeres embarazadas, evita la presión del feto sobre la vejiga, ayudando a tener un parto más natural. De hecho, si se analiza con cuidado, esa posición es el equivalente a hacer sentadillas varias veces al día. Por si fuera poco, al evitar el contacto con el retrete, el usuario previene infecciones en las vías urinarias, dado que su permanencia es breve y alejada del depósito de los desechos.
Pero entonces, si los retretes asiáticos son tan profilácticos: ¿a qué obedece la popularidad de que goza el “trono del emperador”? Todo parece indicar que se trata de un tema no sólo de comodidad sino también aspiracional.
El uso de los retretes tiene una larga historia –se cuenta que en el valle del río Indo, hace más de 2 600 años antes de Cristo, había baños con cisterna conectados a sistemas de alcantarillados y que los romanos y egipcios tuvieron sus sistemas de excusados con redes de alcantarillas. Otras culturas como la india, la egipcia, la cretense y la romana, contaban diversos sistemas, por ejemplo las letrinas regadas con agua corriente –egipcios y romanos- o bien inodoros alimentados por corrientes de agua –India y Creta.
Llama profundamente la atención, sin embargo, que en la Edad Media, se produjo una involución en el uso de los excusados, dado que a lo largo de 10 siglos, las personas defecaban en las calles, en los ríos, en los árboles o en cualquier lugar. Y si bien solía haber una bacinica en las habitaciones, por las mañanas su contenido era arrojado a la calle. Es muy probable que esta falta de sanidad haya contribuido a la propagación de diversas epidemias que diezmaron en varias ocasiones a las sociedades europeas. Pero también, esta crisis de salud pública llevó a que se reconociera la importancia de contar con depósitos exclusivos en el hogar, para satisfacer las necesidades fisiológicas de las personas, sin exponer a otros miembros de la sociedad a los desechos.
Sir John Harrington, escritos inglés, es considerado el “padre del retrete.” Este hombre creó en 1589 el llamado “watercloset” –de ahí vienen las siglas de WC- un excusado de válvula al que bautizó como “Ajax” y que instaló en el palacio de Isabel I. Evidentemente este invento no estaba al alcance de toda la población, sino solamente de las clases gobernantes y acaudaladas. Ya más tarde, en 1775, John Cummings creó el retrete de cisterna, el cual patentó y que tres años después fue perfeccionado por Samuel Prosse, quien empleó una válvula esférica. En la segunda mitad del siglo XIX, las autoridades sanitarias de la Gran Bretaña decretaron que en cada casa se instalara un retrete, esto para fortalecer la salud pública. Ya hacia 1890, el retrete de cisterna se encontraba ampliamente extendido en toda Europa y claro está, era un símbolo de modernidad que se estaba masificando luego de que fuera un producto de lujo al que sólo los más poderosos podían acceder.
Thomas Crapper, en 1884, logró popularizarlo, al punto de que en Estados Unidos las personas todavía suelen decir “I’m going to the Crapper”, para indicar que usarán el excusado. De ahí seguramente proviene también la expresión “This is crap” –es decir, “esto es mierda”.
Por otra parte, el “remolino” al que hacían alusión Los Simpson en el citado episodio en que viajan a Australia, fue diseñado por Thomas MacAvity Stewart en 1907, esto para ayudar a que el aparato se limpiara con cada descarga.
Hay muchos nombres involucrados en la configuración del retrete que hay en los hogares occidentales al día de hoy. Actualmente se han diseñado excusados “inteligentes”, que lo mismo cuentan con sensores para limpiarse rápidamente tras su uso, que con dispositivos que “calientan” el asiento y otras tantas “amenidades.” Sin embargo, para los habitantes de las zonas rurales de las islas británicas, el pionero de este importante miembro de la familia fue John Harrington y por ello llaman al retrete “John.”
Pero, ¿y el retrete asiático? Dado que la RP China, Turquía e Indonesia desean atraer turistas, los gobiernos de esas naciones han gastado millones de dólares para instalar el WC occidental. Especialmente en las grandes ciudades y zonas urbanas, ya no es difícil acceder a los “tronos del emperador”, en los que los usuarios pueden sentarse por largo rato y jalar la cadena conectada a la cisterna –y con papel. Aun así, en las zonas rurales prevalecen los excusados tradicionales, resguardados por la tradición y la funcionalidad que esas sociedades les reconocen.
Para terminar, he aquí una canción del idolatrado cantautor argentino Hugo Varela, “Corbata rojo punzo”, en que narra sus vicisitudes nada más y nada menos que en el “trono del emperador.” Y dice así:
Campaneando de reojo una vidriera
La pebeta del local me cautivo
Y de gil compre una corbata de seda
Brillante de color rojo punzo
Y salí a pavonearme por el barrio
Con ese andar canyengue de varón
Y al caminar con tantos firuletes
Sentí como que el vientre me llamo
Urgido por la angustia incontenible
Que trae un desarreglo estomacal
Acelere mis pasos al boliche
Y al baño me mande sin saludar
Y viendo que el motivo de mi angustia
Salía con la fuerza de un tropel
Más calmo y ante el hecho consumado
Descubro con pavor que no hay papel
No hay papel
Me he metido en un embrollo
No queda nada en el rollo
Como resuelvo el dilema
No hay papel
Ni siquiera un pedacito
Aunque sea un manuscrito
Que me salve del problema
No hay papel
Corrugado o cartulina
O un pedazo de cortina
Que me ayude en la ocasión
Porque será que la vida
Nos trae cosas ingratas
Sacrifique la corbata
De seda roja punzo.