Se les puede ver en la Red, no tanto a los grandes capos, pero sí a los hijos, sobrinos y cercanos. Lucen cadenas de oro, con sus carísimas “trocas” blindadas; con mascotas exóticas y mujeres hermosas, ellos portan pistolas o rifles de asalto, con sus iniciales con piedras preciosas, en actitud de retar al mundo.
Se comprende que los criminales busquen con ello aceptación y admiración social; lograr la validación de sus actos ante quienes los observan; retar a la sociedad o provocar a la autoridad de que tienen el poder de presumir su riqueza y el símbolo por el cual la obtuvieron: las armas. Y que no pueden ser alcanzados por la justicia: se saben impunes.
Lo que no comprendo es cómo un periodista cuyo deber es denunciar aquellas acciones, comete las mismas con igual actitud. Me refiero a Felipe García Hernández, reportero en Las chopas, Veracruz y corresponsal del Heraldo de Coatzacoalcos.
En su muro de Facebook (https://www.facebook.com/photo.php?fbid=1090526610965262&set=t.100000561642923&type=3&theater&__mref=message_bubble) muestra una fotografía suya embrazando un arma larga (un fusil alemán de asalto, semiautomático, calibre 45, de 25 tiros en el cargador), con el índice de la mano derecha en el gatillo y con la cara muy seria. Lleva una camiseta con rayas cafés y blancas y un chaleco café de reportero con dos leyendas; una dice “Prensa”, bordada en el lado derecho con letras negras, y otra que no se distingue, de color azul, del lado derecho.
Parece que el sujeto en cuestión tenía otras fotos parecidas, porque el pasado 17 de agosto, el periodista jalapeño Jorge Morales Vázquez, en su blog Apuntes y crónicas, señaló:
“Las imágenes no dejan lugar a dudas. En una de las fotos —que omito reproducir por tener este blog sólo un interés de opinión y por lo delicado del tema que pudiera exponer gratuitamente y más de la cuenta al irresponsable sujeto—, aparece, al interior de un inmueble, de frente a la cámara, con pasamontañas y chaleco negro, apretando el gatillo de una pistola y en otra, con idéntica arma, en la misma pose pero sin el pasamontañas, que dejan ver su rostro. En otra más, con la cara descubierta […], fanfarronea con un arma larga, al parecer un rifle”.
Probablemente esas fotos fueron bajadas después de la crítica de Morales Vásquez, no obstante, dejó esta a la que nos referimos.
¿Por qué un miembro de la prensa desea se visto en esa actitud? ¿Cuál es el interés al aparecer con armas? ¿Pretende emular a algún personaje del hampa?
En su muro se indica que estudió en el Cobaev número 43 (es el Colegio de Bachilleres del Estado de Veracruz en Las choapas), y que trabaja en “El Heraldo de Coatzacoalcos y Petróleos Mexicanos (Pemex)”.
Otra sorpresa. ¿Cómo es posible que un periodista labore en una empresa del Estado y en un medio de comunicación?
En los códigos de ética se enfatiza que un periodista no debe militar en un partido político ni mostrar abiertamente sus simpatías. Tampoco es ético que sea funcionario o que trabaje en una empresa del Estado. ¿Cómo podrá denunciar la corrupción de su empresa si labora ahí?
Es cierto que, ante los malos salarios, un periodista busca otros ingresos; por ello hay quien también imparte cátedra o labora en editoriales, pero no dentro del sistema de gobierno.
Por otro lado, hay quien señala en su cuenta de Twitter, por ejemplo, que sus opiniones son a título personal y no tienen que ver con su medio. Javier Darío Restrepo afirma que eso vale para un trabajador cualquiera y su empresa, pero en el caso del periodista “esa separación entre el trabajador que informa y el particular que opina se vuelve imposible porque su credibilidad y el consiguiente peso moral de quien informa demandan la unidad y coherencia con el periodista que opina.
“Quien deposita su confianza en el periodista que le informa a diario, no admite ninguna clase de doble juego: ahora debes ver en mí al periodista que te informa las noticias, y en este otro momento al que opina en la red social.
“La confianza se funda en la unidad y coherencia de quien entrega una información confiable.” Eso, vale, pensamos, para el reportero que publica fotos con un arma en las manos. Ahora, ¿de quién es esa arma?
Aparte de lamentar la irresponsabilidad de Felipe García, después de leer varias de su notas nos percatamos que muy poco sabe del quehacer periodístico, pues en: “Militares se unen a operativo en pistas”; “Apatía ciudadana; en ‘megalarvatón’”; “Basura se pudre en calles de LCH” y “Reclaman atención de caminos rurales”, en el Heraldo de Coatzacolacos, notas de cuatro o cinco párrafos y de dos o tres renglones, nunca cita una fuente, no entrevista a nadie.
Una parte de esa responsabilidad también recae en el medio, cuando, tal vez, por ahorrar pesos, sin comprobar el conocimiento y la trayectoria del reportero, lo contrata, ahorrándose también la capacitación.
Esos reporteros no son útiles, como dijo Charles Green: “ni a la sociedad ni a la profesión”.