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El Gobierno de la República está por definirse y el proceso electoral 2018 será el parteaguas de la vida pública e institucional en el próximo periodo, -este tendrá un impacto de tal magnitud- que de ello depende el progreso o estancamiento del país; así como la evolución del Estado nacional que requerimos para enfrentar el presente siglo. El modelo de participación democrática, la forma de Gobierno y el sistema político se encuentra en juego, existiendo dos visiones, dos formas de querer ejercer el poder, dos intenciones distintas de dirigir a México.

Una apuesta al presidencialismo concentrado con estructura vertical y la otra propone un Gobierno de Coalición que se ejerza de forma horizontal, con un esquema de corresponsabilidad transversal, donde de las distintas fuerzas políticas estén representadas y permita por primera vez en nuestra historia que la federación se constituya bajo un sistema plural, incluyente y respetuoso que ponga por encima de colores, ideologías o programas, al ciudadano, al pueblo y a la Nación.

El presidencialismo amenazante en la figura de López Obrador ha decidió aliarse con lo peor del sistema, con la burocracia más vorágine del viejo régimen priista, pero también con esa capa aburguesada de la vieja burocracia de izquierda como la calificaría Noam Chomsky en su entrevista con la revista perfil.com en el año 2015, cuando se le pidió opinión sobre lo que en Sudamérica se llama populismo y en otras partes del mundo bonapartismo o cesarismo, la cual aspira a mantener sus privilegios accediendo a los recursos públicos y puestos de elección popular de los que ya se acostumbró a vivir.

Nuestro país se encuentra en condiciones que exigen una renovación, el tránsito del relevo generacional y la materialización con ello de una nueva forma de hacer Estado, en la cual la educación, salud y el respeto a la dignidad humana como un derecho amplio (mínimo vital, Ingreso Básico Universal, progresividad) sean las herramientas de la política pública que confronten y combatan la desigualdad, corrupción y violencia que predominan en la actualidad, situaciones de facto que no cambiarán con un báculo de moral, sino con conocimiento, planeación y el ejercicio profesional de la administración pública.

Acertadamente Guillermo Osorno, periodista y escritor mexicano en su opinión de fecha 3 de junio de 2018 en el The New York Times en línea, caracteriza con claridad la personalidad de un AMLO en la presidencia y señala que un personaje como él “es probable que movilice a sus bases para combatir a sus enemigos, divida al mundo en buenos y malos y eche mano de estrategias de consulta popular directa para saltar trabas legales”; lo que debe ser una advertencia para nuestra sociedad, principalmente frente a un símil cercano y conocido como el gobierno implementado en Venezuela, lo que generaría desconfianza para la inversión en México y nuestro país requiere de ella para su crecimiento económico, de volverse realidad un escenario como el descrito, el detrimento será no solo para los adversarios, sino para los ciudadanos en general.

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