La crisis de los niños migrantes en la frontera sur de Estados Unidos ha llevado a la primera dama, Melania Trump, a romper su habitual silencio y a opinar sobre una de las cuestiones más calientes de la política nacional. La esposa del presidente de Estados Unidos ha expresado a través de su portavoz su rechazo a la práctica de separar a padres y niños migrantes indocumentados cuando tratan de entrar al país de forma irregular, pero ha pedido medidas a “ambos lados”.
“La señora Trump odia ver a niños separados de sus familias y espera que ambos lados del arco político se pongan de acuerdo para lograr una reforma migratoria satisfactoria. Ella cree que necesitamos ser un país que siga todas las leyes, pero también un país que gobierne con el corazón”, señala el comunicado de Stephanie Grisham, directora de comunicación de la primera dama, remitido a la cadena CNN.
Un total de 1.995 niños han sido separados de sus familiares adultos al tratar de entrar en EEUU entre el 19 de abril y el 31 de mayo, según estadísticas del Departamento de Seguridad Interior de EE UU. La cifra resulta más abultada si se tiene en cuenta vías no oficiales, como Río Grande, que algunos extranjeros, sobre todo centroamericanos, tratan de cruzar en bote.
La Administración de Trump, dentro de su cruzada contra la inmigración irregular, ha ordenado que todo aquel que trate de entrar en Estados Unidos de forma ilegal debe ser procesado y, en tanto que los menores no pueden entrar en las prisiones de adultos, son separados de sus familiares adultos y recluidos en otros centros. La mayor instalación de niños migrantes se encuentra en un antiguo Walmart de Browsnville, Texas, con 1.500 menores. A muchos de estos chicos se les encontró solos, otros fueron apartados de sus progenitores.
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