Este texto fue publicado originalmente el 15 de mayo de 2014, lo abrimos de manera temporal dada su relevancia periodística.
Cuando era un niño pazguato pasaba largas temporadas de verano en Guatemala, tierra natal de mi señora madre. Mis padres, no recuerdo si porque era un indeseable, me montaban en un avión y me enviaban con los parientes durante un par de meses. Dado que las vacaciones escolares de mis primos eran en el invierno pasaba horas viendo el techo, la televisión (que transmitía cosas infumables) o leyendo, aburrido como una ostra.
Gracias a esa soledad es que me zampé completa una enciclopedia que se llama El pequeño tesoro de la juventud, en la que se intercalaban fábulas, historias ejemplares y acontecimientos médicos. Uno de ellos llamó mi atención, ya que mostraba a un anciano de piochita, muy parecido al epónimo Coronel Sanders, metiendo la mano en una vitrina llena de mosquitos que lo picaban de manera inmisericorde mientras él miraba sonriente a la cámara de algún señor que supuse portaba una armadura de acero inoxidable. Más tarde comprendí que el viejito no era idiota, sino más bien un científico que estudiaba para obtener una vacuna y se había expuesto a ser un cobayo de laboratorio para cumplir tan noble tarea.
Le cuento esto, querido lector, no porque crea que es particularmente interesante, sino para que entienda cómo me siento en este momento… como un conejillo de Indias. La reputación de Esteban Arce llegó a mis oídos hace un par de años, cuando este pobre hombre invitó a una sexóloga a su programa de televisión y en el momento que la especialista trató el tema de la homosexualidad, Arce se le fue encima, no la dejó hablar y expresó que dicha preferencia sexual era algo así como antinatural. Desde luego, el mundo se le vino encima y por lo visto le valió poco menos que madre. Interesado científicamente, fue que me sometí –como el coronel Sanders– a la prueba de ver una madre que se llama “matutino express” y que se transmite por Foro TV. Todavía me estoy recuperando de la conmoción.
El programa tiene un formato definido en el que Arce lleva la voz cantante. Se proyectan videos de ésos en los que la gente se ríe porque alguien se cayó de una escalera o resbaló en una alberca, hay una sección del tiempo en la que su protagonista, al terminar, baila con los labios en expansión. Otra de noticias con el único que se salva, Lalo Salazar, que es constantemente víctima del bullyng de Arce (al que imagino un niño de esos que no paraban de joder a sus semejantes). Hay anuncios para menesterosos con préstamos, atención a la disfunción eréctil, prendas de ropa milagrosas y un señor que se viste con camiseta y corbata y porta una gorra de nevero que habla muy raro.
Arce constantemente emite albures que harían palidecer a “Platanito”, pero lo que más llama mi atención es una sección que de cuando en cuando conduce y en la que, a saber, comenta que el aborto es más o menos un asesinato, que el consumo de drogases el causante del caos moral de la sociedad y temas del mismo calibre. También cuenta con colaboradores que dan consejitos familiares de una ñoñería impresionante y en los que se asume que una familia “normal” está formada por papá, mamá y dos hijitos que se lavan la cara con agua y con jabón.
Entiendo que pedirle cierta calidad de contenidos a Televisa es como esperar que Putin cambie de sexo o que Carmelita Salinas reciba el Pulitzer, sin embargo, es notable la impunidad de gente así, a pesar de que entiendo que hay leyes en la materia que por lo visto son letra muerta en nuestros gloriosos medios de comunicación.
Después de ver el programa quedé en un estado de indefensión mental que prácticamente me llevó a la Conapred y todo por responsabilidad de un señor que se llama Esteban Arce, que cuenta con una moralidad privada de señorita victoriana pero que intenta hacerla pública todos los días de 8:30 a 11 de la mañana para colapso de la humanidad.
Que con su moral se lo coma.