La próxima generación de poetas mexicanos

Mucho se habla de la actual generación de poetas y escritores mexicanos que, justificados en el “dadaísmo” (lo que entiendan por ello), se vuelven un intento de rock stars cuya poesía es más mera ocurrencia de las drogas y el alcohol: versos que suenan bien pero no dicen nada.

 

Refugiados en la subversión de los cánones, en la “contracultura” que responde más bien a una inquietante necesidad de atención y retroalimentación, los herederos de las grandes figuras literarias se vanaglorian entre ellos, y están convencidos que las críticas son “pura envidia”.

 

Pero de entre estos jóvenes escritores mexicanos (más preocupados por la fama y el ligue) nacen dos figuras a las que hay que poner atención, pues se perfilan como dos grandes de la poesía mexicana.

 

Joana Medellín Herrero y Juan Miguel Martínez, nacidos en 1991 y 1994, respectivamente. Medellín Herrero dio sus primeros pasos en los rings en los Cuadriláteros de la editorial VersodestierrO, mientras que nos acercamos a Martínez gracias al Proyecto Almendra de la UNAM, con el cual pudo publicar su primer poemario, Atlas de la imposibilidad (Proyecto Almendra, 2015).

 

Ella, un torbellino de imágenes y símbolos que se lanzan en el verso libre. Él, uno de esos poetas atávicos, que se viste de bombín y bajo los rayos del sol van descubriendo los colores de una ciudad, en un lenguaje ya en desuso pero con una visión moderna: un viejo joven, el abuelo de todos nosotros, que lidia en su escritorio con versos bien medidos.

 

Medellín Herrero una poeta maldita, bruja, que descifra a través de sus versos la complejidad del lenguaje y de los tiempos que le tocaron vivir. Una poeta que les canta a “los poetas locos de su generación”, la generación de los 90, con imágenes surreales y con un ritmo e intención que recuerdan al Aullido de Allen Ginsberg.

 

Por ejemplo, Falla Generacional: “Soy de la generación de los noventa / sin herencia, mi hogar es la lágrima / del mundo que rueda y rueda / carreta de lagartos desbocados, / imantación del contraste y algarabía. / Soy de la generación de los noventa / y nos estamos incendiando.”

 

De Rubik extraigo lo siguiente: “Tengo que arreglar el rubik / de mi cabeza, salivar arena, / tengo que agitar con vuelo / colibrí mi materia, llegar a la ruptura / del vórtice, digo, del vértice, / de mi cubo enigmático / que se yergue como espejo mutante / y todo lo que es el atado ridículo / de mis emociones.”

 

Este poema le da título a su primer libro, publicado por VersodestierrO en 2013 en las llamadas ediciones “cartoneras”, y en el cual hace manifiestas sus preocupaciones ontológicas y poéticas, donde se enfrentan al nihilismo contemporáneo, a sus complejos edípicos, y a una sociedad que establece modelos para vivir.

 

En tanto, Martínez nos recuerda a poetas como Ramón López Velarde y Gilberto Owen, con una lírica más suave y menos arriesgada; un lenguaje accesible y que tiene como principal meta plasmar de modo romántico un momento que sucede en un lugar determinado de la Ciudad de México, como en Flânerie: “Cada que muere el sol / mueren también tus recuerdos, / tan predecibles / como el sigue el siguiente monumento / en el Paseo de la Reforma, / cuando uno va, paso a paso, / reconstruyendo la calle / por el camellón”.

 

Evoco Tarde de abril: “A) / La primera nace / en un vestido de flores / sin mangas. B) Hay nubes que son alud / de nieve: / de mamey / y de coco. C) Hay fachadas que se vuelven / retablos estofados, / dorados por el orfebre sol, / donde la menos pura / de todas las santas, / asoma en su nicho, / y ahuyenta / arcaicas virtudes / con una sonrisa coqueta.”

 

Mientras Martínez nos introduce a su poesía gracias al proyecto universitario referido (planeado por la UNAM para encontrar jóvenes talentos en los Colegios de Ciencias y Humanidades), Medellín Herrero ya ha publicado en diferentes editoriales como Cuadrivio y La Rabia del Axolotl. Incluso, la revista Círculo de Poesía ya hizo mención de ella en diciembre del 2014.

 

 

 

 

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