La información es poder. Nunca antes en nuestra historia esta frase ha tenido el sentido y la importancia que tiene ahora. En este espacio se han expuesto, aunque sea de manera breve, las múltiples dinámicas y estrategias que se usan para ejercer el poder, de manera no siempre legitima, y las formas en que eso afecta socialmente.
La tecnología, internet y, en especial, las redes sociales tienen la capacidad de transformar el entorno real, más allá de la pantalla.
Las redes sociales permiten que personas que no se conocen pero que comparten intereses, tengan un espacio donde puedan encontrarse, lo que genera vínculos y relaciones.
Esto rebasa límites geográficos, sociales, económicos e incluso de edad y género. La lógica en la forma en que se establecen vínculos en las redes sociales es la misma de cómo se hacen de manera personal, pero lo que ha cambiado es el alcance y velocidad en que se pueden generar esos vínculos.
Estas relaciones fluyen en forma de información mediante redes que no necesariamente son simétricas, pero que conforme interactúan se van estrechando y generando relaciones más consistentes y perdurables.
Además, el modelo de red que se construye es descentralizado, lo que genera múltiples rutas por las que la información fluye, lo que a la vez genera ecos y amplificación. Así, también las redes son el vehículo ideal para las convocatorias de movilización social y de acciones colectivas.
Antes de esta capacidad de interconexión la construcción de relaciones sociales tan amplias era casi imposible de pensar. Además de los lugares de reunión o de concurrencia, como las escuelas, se dependía principalmente de modelos centralizados de comunicación que a la vez tenían la facultad de ejercer como filtros y censores de los mensajes que permitían circular. Cualquiera de los medios masivos tradicionales, ya fuera la radio, la televisión, la prensa escrita o incluso el teléfono, eran más próximos a los aparatos de gobierno y poder que de la persona de a pie, el ciudadano común y corriente.
Entender esta diferencia también permite asomarse a la razón por la que los gobiernos, no solo en México, tienen prisa de dominar la conversación en línea y aprovecharla como un medio de poder suave.
Con frecuencia se subestima el alcance del modelo. Se cree que la comunicación generada y difundida por medios digitales solo alcanza a quienes interactúan de primera mano en ese ecosistema digital, pero no es así. Cuando un mensaje se difunde por medios digitales el receptor puede replicarlo por iniciativa propia fuera de la pantalla, llevándolo de boca en boca y ampliando su alcance. Esto a la vez permite integrar a la conversación en línea la retroalimentación enriquecida generada fuera de la pantalla.
Y tiene aún más potencial social. Cuando una causa, una exigencia, una demanda, la manifestación de un descontento es legítima, en las redes fluye algo adicional, que no es posible opacar por ser un factor exclusivamente distintivo de la condición humana: la empatía.
La empatía que se manifiesta en los mensajes que fluyen en las redes sociales hace que los lazos que se generan tengan como sustento principal la solidaridad y la cooperación sin la necesidad de un liderazgo visible que marque una pauta de comportamiento.
Si bien puede existir influencia ejercida desde quienes convocan a movilizarse e incluso organicen la forma en que la movilización se realice, en convocatorias que tienen causas tan claramente identificadas cada participante que atiende comparte elementos de afinidad que lo convierten en sí mismo en una pieza del comportamiento colectivo y, en la misma proporción, del liderazgo del grupo. A esto se le conoce como liderazgo suave o líquido.
Es también por eso que en internet es donde se pueden ejercer las principales prácticas enfocadas en la desmovilización al inducir mensajes que causen confusión, malestar y miedo entre quienes se identifican con las convocatorias.
Para desmovilizar al provocar confusión y malestar basta romper el tren de ideas, distraer del tema central de la convocatoria, lo que, como resultado final, logra impactar en la atención y estado de ánimo.
Inducir mensajes con cargas emotivas basadas en miedo suelen propiciar ira, lo que lleva a acciones erráticas y a reacciones violentas. Los mensajes con intención de causar confusión propician desmovilización al dificultar la toma de decisiones.
Aún más: igual dentro y fuera de la pantalla, para romper las condiciones de comportamiento compartidas por el grupo, generadas desde la afinidad, lo que hace falta son elementos discordantes. Los agentes de influencia adversa, esos que en línea llamaríamos “troles” y que fuera de línea serían los “infiltrados”.
El problema, entonces, se ha convertido para los gobiernos, sobre todo los de tintes autocráticos, en que quien tiene la posibilidad de controlar el flujo de información es quien tiene el poder sobre estos modelos. De ahí, entre otros, nacen las tentaciones de regulación o vulneración de la neutralidad de internet. De ahí, entonces, también se debe entender la importancia de cuidar este poderoso medio que hoy, aún hoy, tenemos al alcance y que tiene el potencial de acciones transformadoras reales.
Hagamos red, sigamos conectados.