Desde el 5 de julio del año pasado Andrés Manuel López Obrador inició la carrera presidencial. Tiene el poder para hacerlo y la astucia. Esa decisión política ha sido estratégica y lo seguirá siendo. Tiene al menos tres utilidades para él:
1) Garantiza competencia entre sus funcionarios y ésta ha sido, más que por dirimir quién es más eficaz en sus responsabilidades, para saber quién le aplaude mejor y le representa lealtad para su trascendencia y protección como presidente de México. El presidente quiere perpetuarse en el cargo a través de elegir al mejor alfil para ello.
2) Hablar del tapado fortalece su narrativa de que las cosas no son como antes y que a la vista de todos, la candidatura se definirá democráticamente y será, además, la triunfadora, como dijo hoy él: Morena ganará por paliza. Adicionalmente, él se convierte en el jefe de campaña de la candidatura que, dicho sea de paso, apunta a Claudia Sheinbaum. Esto no es menor, porque el jefe de gobierno está usando los recursos del Estado para emprender una campaña anticipada.
3) El adelanto de la sucesión es, además de todo, un distractor formidable para López Obrador ya que, en medio de la tragedia que está resultando su gobierno, el intercambio público se enfoca en las carreritas de Claudia Sheinbaum por alcanzar al presidente, los gritos de Ebrard en favor de López Obrador o los abucheos contra Adán Augusto López además de la omisión del nombre de Ricardo Monreal. Aquí no importa el ridículo ni la dignidad perdida de los contendientes, importa el show. ¿Han notado que ni un sólo candidato, de los mencionados por el presidente, hablan de proyecto de país como para que se diriman de eso modo las diferencias? Hablan de continuidad y cubren de elogios al presidente.
Todo eso hace el presidente mientras la oposición está pasmada. Sin capacidad de respuesta inmediata para exhibir la ineficacia del gobierno, salgo algún puñado de proclamas. Con excepción de la firme y muy plausible unidad que en San Lazaro evitó el avance de la llamada Ley Bartlett, los partidos andan desperdigados incluso para conseguir votos en los seis estados de la República donde habrá elecciones. El momento más patético es cuando el intercambio publico se orienta a los problemas acuciantes del país como la crisis económica, la inflación, la devastación ambiental o la falta de medicamentos, y los partidos en las redes pidiendo el voto en Aguascalientes, Durango o Quintana Roo. Es lamentable escuchar su discurso, fundamentalmente contestatario y a destiempo, sin ideas programáticas y sin encanto. Lo peor hasta ahora, porque todo puede empeorar aún más, es que los dirigentes de los tres partidos anunciaron hoy una noticia buena y una mala. La noticia buena este PRI, PAN y PRD irán juntos con un candidato a la presidencia. La noticia mala es que fijarán el procedimiento hasta 2023. Es decir, su dirigencia cree que puede definir los tiempos políticos que el presidente ya determinó.
Nos guste o no, la política, como cualquier otra ciencia exacta o social, se atiene a hechos o deja de ser ciencia. Y el hecho es que el poder presidencial tiene amplios recursos e influencia para determinar la agenda y los tiempos pero además, y eso es quizá lo más importante: hasta ahora no hay un perfil que pueda representar una candidatura vigorosa, capaz de revertir la situación apremiante que vive México. Nombres hay, y tienen simpatizantes, claro. Enrique de la Madrid, Lilly Téllez, Luis Donaldo Colosio e incluso también se menciona a Ricardo Monreal como opción. Pero hasta ahora, hoy 2 de mayo, no hay quien tenga una presencia mediática capaz de competir y si además la oposición abrirá el proceso hasta el 2023, estamos jodidos mexicanos, permítanos la expresión.
Un mal chiste hace tiempo remitía a una hipotética casa que se está quemando mientras la abuela quiere coger. La cosa es calmada, decían junto con Clavillazo, las personas más dubitativas frente a una urgencia. Así la oposición, como si en México no viviéramos el tobogán dramático que inició en 2018, la toma con calma, así como si pudiera definir tiempos, ritmos y procedimientos, ah, y además, sola, sin mencionar al Frente Cívico Nacional. No tiene prisa. Tratan todo esto como si estuviéramos en un contexto democrático y no de regresión autoritaria. ¿Creerán que es suficiente con captar el hartazgo social para ganar o al menos mantener sus prerrogativas? ¿No se dan cuenta de que en esta regresión autoritaria hasta sus recursos se encuentran en riesgo? ¿Tendrán presente que esos partidos también son responsables del avance del populismo autoritario? Estamos convencido de los ciudadanos deben exigir a los partidos opositores mayores reflejos, firmeza y creatividad pero mientras sucede eso, si es que pasa, el presidente López Obrador y su proyecto sigue avanzando