Aunque el veredicto de la opinión pública sea irremediable, siempre lo he combatido. Ir a contracorriente de ello no implica elegir batallas perdidas sino establecer contrapesos que vayan más allá del colectivo convertido en experto en economía, finanzas, periodismo o cualquier otra rama de especialización.
No sé si Debhani fue asesinada, por ejemplo. Sé que muchos creen que lo fue, entre otras razones por el grado de violencia y feminicidios que hay en el país, mientras López Obrador anda en campaña permanente en vez de atender graves problemas como esos.
Hasta dónde alcanzo a ver, y siempre sujeto a la información que tenemos, no a la especulación, no hay elementos todavía como para asegurar que fue asesinada. Lamento mucho, eso sí, el contexto se violencia en el que nuestros jóvenes se desenvuelven, por ejemplo, para querer divertirse un fin de semana. Leo que Debhani salió a divertirse, bebió e hizo alguno que otro desfiguró, como los que muchos de nosotros hemos hecho al beber. Nada de ello, ni que anduviera caminando sola en la noche, la hace culpable de lo que pasó. Hay, eso sí, parámetros que uno puede seguir o aconsejar para actuar con responsabilidad. Una mujer en ese estado en la calle es presa fácil de los delincuentes, nos guste o no. Y todos tenemos que tomar cartas en el asunto. Si ella fue asesinada no es su culpa para nada, el culpable es el asesino. Pero un mínimo de responsabilidad implica cuidarse en ese entorno tan difícil que estamos viviendo.
Como digo, no hay elementos que nos permitan asegurar que la muchacha fue asesinada. No los hay, aunque muchos crean o especulen otra cosa. Y es importante tener en cuenta eso para no magnificar un problema que ya se por sí es muy grave. Escuchemos a sus amigas, escuchemos al chófer, sugiero. Pero sobre todo nos vendría bien un poco se prudencia.