Hoy es uno de esos días donde se difunde que podría acabarse el mundo y legiones lo creen aunque al final, no será el final del mundo; ya somos sobrevivientes de inumerables decretos o advertencias al respecto, en un espectáculo que lo mismo abarca predicciones astrológicas que, en apariencia, sesudos análisis políticos que advierten de la catástrofe inminente.
Desde luego que no trivializamos los riesgos que implica el perfil de Donald Trump, pero no vemos indicadores contundentes que nos remitan a un probable triunfo de este; la materia de análisis, en todo caso, está en la reflexión sobre lo que sucede en la sociedad de EU como para que un personaje como el candidato republicano tenga tanto relieve y una de las líneas de explicación, según nosotros, se sitúa en el descrédito de la política y los políticos.
Como sea, el planeta no se acabará a pesar de quienes se empecinan en creer que viven al borde de instantes espectaculares, parteaguas. Para nosotros, lo realmente emocionante es estar seguros de que nunca nada es para tanto ni para siempre, lo espectacular es la cotidianidad, el reto errático, incierto y a veces traumático de ser parte de procesos apenas perceptibles en los que, poco a poco, derribamos nuestros muros para la construcción de una sociedad moderna.