En los medios de comunicación mexicanos impera la ignorancia e incluso el menosprecio del pensamiento razonado y la cultura; es entendible: reflejan los valores hegemónicos de la sociedad, aunque de los medios, al menos de acuerdo con la función social que desempeñan, cabría esperar incentivos en favor del conocimiento, la cultura y las artes.
Me detengo en la prensa militante porque, aún con esas palmarias insuficiencias, pretende tener una estatura ética y moral superior a los otros. Esa prensa, que se autopromueve como alternativa, practica la politización intensiva y habitualmente omite temas que son parte de la vitalidad humana. Piensen en él o la columnista que quieran, no hay quien reseñe algún libro, un disco o cualquier concierto que valga la pena por su virtuosismo musical o poético; esos periodistas habitualmente no hablan de ciencia o tecnología, música o literatura, lo suyo es luchar por el bien del país contra el enemigo de su causa. Insisto, el fenómeno no es privativo de la prensa militante, las noticias convertidas en mercancía o instrumento político son moneda corriente en nuestros medios. Pero insisto también: los medios militantes se presentan como los salvadores de la patria y así pretenden ubicarse por encima de los demás aún cuando, aparte de toda su prístina ignorancia, resultan exponentes de la doble moral y hasta conservadores llegan a ser frente a temas sensibles para la raigambre cultural mexicana. Uno de sus momentos más penosos es cuando alienta al tribunal social para reír de la incultura o las torpezas reales o supuestas de otros, como si en esos medios, esos periodistas y ese público juzgador no imperara la ignorancia y los prejuicios.
Marco Levario Turcott