Apenas pueden imaginarse dos personalidades más contrastantes que las de Joe Biden y Donald Trump: uno significa el antiguo orden político y el otro el escándalo mediático. Si llega a ganar el demócrata, puede significar la vuelta del establishment político estadounidense.
Uno de los estados más importantes de la elección fue Pensilvania, donde, en Scranton, nació Joseph Robinette Biden Jr. el 20 de noviembre de 1942, hijo del vendedor de autos Joseph R. Biden y de Catherine Eugenia Finnegan, mujer de origen irlandés que lo crió en el catolicismo.
Joe Biden ascendió en las filas del Partido Demócrata, y fue senador por Delaware (estado al que su familia emigró cuando él tenía 10 años y en cuya universidad se formó, aunque se graduó de abogado en la de Siracusa, profesión que ejerció desde 1969) en el que entre 1973 y 2008. Entre 2009 y 2017 fue vicepresidente de Estados Unidos.
Muy joven, a sus 29 años inició su carrera como senador en 1973, elegido en Delaware y reelegido en seis ocasiones. Desde ese cargo encabezó importantes comisiones, como las de Relaciones Exteriores y de Justicia. El año anterior, en 1972, sufrió un accidente automovilístico que le costó la vida a su esposa y a su hija, y sus dos hijos resultaron gravemente heridos, pero pudieron recuperarse. Uno de ellos, Joseph, llegó a ser fiscal general de Delaware, pero murió en 2015 a los 46 años debido a un cáncer cerebral. De esto Biden ha dicho que “es un dolor que nunca se va”.
En el Senado participó en medidas polémicas: rechazó la Guerra del Golfo en 1991, pero respaldó la intervención norteamericana en el conflicto de los Balcanes en 1990 y en Irak en 2003. Además fue fundamental su apoyo a Clarence Thomas para que llegara a la Suprema Corte pese a las acusaciones por abuso sexual que pesaban sobre el magistrado (también ha habido polémica por tocamientos de mujeres y una denuncia de acoso sexual, por lo que tuvo que pedir disculpas).
Dejó el Senado de Estados Unidos más de 35 años después de su ingreso en ese órgano, cuando asumió el cargo de vicepresidente de Estados Unidos tras las elecciones presidenciales de 2008, cuando fue en la fórmula demócrata con Barack Obama. Ambos fueron reelectos en 2012, y en 2017 el presidente le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad. En 2020 alcanzó la candidatura demócrata a la presidencia, que ahora mismo disputa ferozmente, estado por estado, con Donald Trump.
Pese a haber colaborado con el primer presidente negro de Estados Unidos, Biden fue acusado desde las propias filas demócratas de haber se opuesto a una reforma que permitiría derribar la segregación racial en las escuelas. Quien lo acusó, durante las elecciones primarias del partido, fue su compañera de fórmula, Kamala Harris. Y cabe señalar que el racismo y el movimiento Black Lives Matter seguirá siendo uno de los más graves problemas que deberá enfrentar Biden en caso de que se le conceda el triunfo en la elección presidencial.
Comparado con Trump, Biden y su amplia trayectoria significa todo lo contrario: es el político tradicional, representa el establishment que tanto ha sido atacado por el empresario (además, Biden es tartamudo, muy al contrario de la locuacidad de Trump o de la enjundia de su correligionario Bernie Sanders). Alejado de los escándalos, tampoco ha sido una figura atractiva, dista mucho de ser carismático y no sólo eso, sino que muchas veces ha sido incluso llamado mediocre. Probablemente ese perfil sea el más contrastante que pueda existir para lo que significa Trump, con lo benéfico y perjudicial que ello sea.
En ese sentido, es muy cierto lo que expresó el pasado domingo, en vísperas de la elección presidencial de 2020, justamente en su estado natal: “¡Dos días más! En dos días podemos poner fin a esta presidencia que desde el principio ha buscado dividirnos. En dos días podemos acabar con una presidencia que no ha logrado proteger esta nación. En dos días podemos acabar con una presidencia que ha avivado las llamas de la ira”.
Mientras aún se contaban los votos durante la noche de la jornada electoral, Biden, un político de vieja escuela, institucional, dio un discurso en el que manifestó: “No estoy declarando la victoria, pero creo que cuando se cuenten todos los votos vamos a ganar. Estoy confiado en que saldremos victoriosos”. Pero también aclaró que “esto no se acaba hasta que cada voto sea contado”.
Por su parte, Trump acusó con un tuit: “Están tratando de ROBAR las elecciones. Nunca los dejaremos que lo hagan. ¡No se pueden emitir votos después de que las urnas hayan sido cerradas!”. Twitter bloqueó su mensaje porque podría ser engañoso.
Tal vez sus primeras declaraciones tras la conclusión de la jornada electoral dejen ver muy claramente el talante de ambos personajes. Por lo pronto, ya se ha anunciado que Biden es el candidato presidencial más votado de su país, con más de 69 millones 770 mil. Pero habrá que esperar cómo se integra finalmente el Colegio electoral.