Este jueves aún dominan la incredulidad y el estupor. Ya por la noche han asomado las primeras lágrimas. Han sonado los cánticos de homenaje de una pequeña multitud en torno al Obelisco de Buenos Aires. Ha habido vigilias improvisadas junto a sus dos estadios, el Diego Armando Maradona de Argentinos Juniors y la Bombonera de Boca. Pero la auténtica despedida ha empezado de madrugada. La presidencia de la República Argentina calcula que hasta un millón de personas acudirán al velatorio en la Casa Rosada. La ciudad se prepara a toda prisa para unos días extraordinarios, emotivos y llenos de riesgos.
Una mujer llora a Diego Armando Maradona en el Obelisco donde se reúnen cientos de personas para despedir al exfutbolista, hoy en Buenos Aires (Argentina). El mítico Obelisco porteño, lugar histórico de encuentro para la celebración de logros deportivos, ya está rodeado de centenares de personas que se acercaron allí para despedir al exfutbolista. “Diego es un representante del fútbol y yo amo al fútbol. Vine a despedirme de él. Tengo 26 años, no lo pude ver. Vi vídeos y es una locura. Es lo más grande que hay futbolísticamente y nos representa. Es el uno del fútbol”, dijo a Efe Julián, uno de los tantos argentinos que se acercaron al Obelisco. EFE/ Juan Ignacio Roncoroni
El luto nacional, decretado por el presidente Alberto Fernández, durará tres días. El desfile multitudinario, al menos dos. Se confía en que dos jornadas completas, jueves y viernes, ofrezcan tiempo suficiente para que quienes lo deseen puedan pasar junto al féretro y rendir tributo sentimental a un ídolo inmensamente popular. Es una pesadilla logística, agravada por la pandemia. Los infectólogos ruegan a la policía que imponga distancias, distribuya alcohol en cantidades masivas y evite las aglomeraciones. Pero temen un desastre.
Nada es más importante ahora que la muerte de Diego Armando Maradona. El presidente de la República ha suspendido todas sus actividades oficiales hasta el domingo. Los ministerios de Seguridad, Salud y Defensa participan en la confección de un plan de urgencia con un doble objetivo: que el duelo colectivo discurra con orden y que se produzca el menor número posible de contagios. En principio, el trazado establece que la multitud se acerque a la Casa Rosada por la Avenida de Mayo, que las entradas se realicen de uno en uno en el edificio presidencial por la entrada de Balcarce 25 y que, tras un breve recorrido por el salón exterior donde se encontrará la capilla ardiente, salgan por Balcarce 50.
Alberto Fernández, seguidor de Argentinos Juniors, el primer club profesional de Maradona, expresó su deseo de que se controlara al segundo el tiempo de los visitantes en el espacio cerrado de la capilla ardiente. Mientras el presidente hablaba para un espacio radiofónico dando detalles sobre los preparativos, una brigada de trabajadores retiraba a toda prisa los andamios que flanqueaban la Casa Rosada por el lado de Balcarce. Todo tenía que estar perfecto. Fue Claudia Villafañe, la exesposa del futbolista y madre de sus hijas Dalma y Giannina, quien decidió que la última cita de Maradona con sus fieles tuviera lugar en un palacio de Gobierno en lugar de un estadio.
El presidente recordó que Maradona, siempre peronista, le visitó en la Casa Rosada en diciembre pasado, pocos días después del acceso de Alberto Fernández a la jefatura del Estado. Maradona se presentó en pantalón corto y así se asomó a saludar desde el balcón sobre la plaza de Mayo, el mismo que utilizaba Juan Domingo Perón. A nadie le importó.
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