Más de 585 millones de personas, el 7,5% de la población mundial, hablaban español al comienzo de este año, según los datos del Anuario 2020. El español en el mundo, que edita el Instituto Cervantes y que presentó ayer la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, y el director del Instituto, Luis García Montero.
La cifra integra a los hablantes nativos del idioma (489 millones, seis millones más que el año anterior), a los que tienen un dominio incompleto de la lengua (unos 74 millones de personas) y a sus estudiantes, que el Cervantes estima en 22,4 millones de personas, un 60% más que en 2010. El año pasado, el Cervantes contaba 21,9 millones de estudiantes, 500.000 menos que en 2020. Una aclaración: los datos reflejan la realidad previa a la propagación del coronavirus que, según otros estudios del propio Instituto Cervantes, ha reducido la demanda de los estudios de español.
¿Qué significan esas cifras? En primer lugar: el español mantiene su crecimiento demográfico, que no se detendrá, según las estimaciones del Instituto, hasta 2068, cuando 724 millones de personas hablarán español. Después, según los cálculos, se llegará al estancamiento poblacional del mundo hispanohablante.
«Es una tendencia que se va confirmando desde hace años: el crecimiento natural de los países de habla hispana se ralentiza. La conclusión es que si queremos que el español sea un idioma más influyente no podemos pensar que la demografía va a ser factor suficiente», explica David Fernández Vítores, el coordinador de Anuario 2020.
¿De qué dependerá entonces la relevancia del idioma? De su atractivo como segunda lengua para los estudiantes extranjeros y, sobre todo, para los hijos de emigrantes hispanos en Estados Unidos. «Siempre se habla de la ley de acero de la tercera generación de inmigrantes. Por ejemplo: el nieto de inmigrantes italianos en EEUU ya no tiene alicientes para hablar italiano y el idioma familiar se pierde. En este momento, es posible que el nieto de inmigrantes hispanos en Estados Unidos rompa esa ley porque sí le interesa conservar el español. Ya hay una masa crítica: tiene televisión en español, tiene música, información y trabajo», explica Fernández Vítores.
Si esa tercera generación decide ser bilingüe, el español seguirá creciendo en influencia. «Hay decisiones políticas que pueden facilitar ese paso. Por ejemplo, podemos empezar a dar una consideración lingüística a lo que antes se llamaba despectivamente spanglish».
Más datos del Anuario 2020: la influencia del español crece en internet, donde es el segundo idioma más empleado del mundo, y se mantiene estable como valor económico: los países en los que el español es idioma oficial generan casi el 7% del PIB mundial. El mundo anglófono genera el 32% de la economía mundial y el sinófobo, el 18%. Además, el idioma consolida su ventaja sobre el alemán y el francés en el mercado de la enseñanza como idioma extranjero, siempre por detrás del inglés y, sorprendentemente, en el ámbito diplomático. En Naciones Unidas, el español ha adelantado al francés. En cambio, en la UE, está infrarrepresentado.
Menos precisos son los datos sobre su empleo en el ámbito científico. Según el Cervantes, el español es el segundo idioma más empleado para las comunicaciones científicas, pero su importancia sigue siendo muy secundaria. En humanidades, en ciencias sociales y en medicina, la comunicación en español puede tener algún impacto relevante. En otras disciplinas, el inglés es inevitable. «Pero eso tampoco es diferente a lo que ocurre con cualquier otro idioma», concluye Fernández Vítores.
Ver más en El Mundo