Reclaman que los ciudadanos se conciencien y que los gigantes tecnológicos contraten filósofos. No para que les enseñen la obra de Platón, sino para que cambien radicalmente el diseño de los móviles.
«Han secuestrado nuestras mentes. Nuestras decisiones no son libres, están marcadas por sus intereses, que no son los nuestros. Imponen la manera de relacionarnos, condicionan nuestra capacidad de conversar y ponen en peligro la democracia… ¿Quiénes? Los ingenieros de Google, Facebook y Apple».
Quien dice todo esto es Tristan Harris, de 34 años, un filósofo muy peculiar. La revista The Atlantic lo describe como «lo más parecido a la conciencia de Silicon Valley». Harris lidera una revuelta para poner la tecnología al servicio de la humanidad, porque considera que la humanidad está ahora al servicio de los gigantes tecnológicos.
Lo que hace especial a Harris es su currículum: no es un profeta de la desconexión que pretende que volvamos a los tiempos en los que un teléfono solo servía para llamar por teléfono. No, Harris era uno de ellos… Uno de esos ingenieros brillantes y algo endiosados de Silicon Valley, jefe de diseño ético de Google, nada menos. Un puesto que abandonó cuando se percató de que sus colegas, que asentían con la cabeza cuando les hacía una presentación con diapositivas, se olvidaban de la ética en cuanto volvían a sus puestos.
Una larga lista de renegados
Lo más extraordinario es que Harris no es el único renegado. Otros tan brillantes como él se han unido a la causa. Pioneros, altos ejecutivos, inversores… Harris ha creado el Center for Humane Technology (‘Centro por una Tecnología Humana’). Su objetivo es cambiar un modelo de negocio basado en la economía de la atención. «Lo que empezó como una carrera por monopolizar y monetizar nuestra atención está erosionando ahora los pilares de nuestra sociedad: la salud mental, la democracia, nuestras relaciones sociales y nuestros hijos».
“Los gigantes de Silicon Valley nos han convertido en adictos. Sus ingresos publicitarios dependen de ello. Hay que obligarlos a que rediseñen sus productos”
«Para captar nuestra atención, los gigantes de Silicon Valley nos han convertido en adictos», denuncia. Lo han hecho a sabiendas y desde el principio porque sus ingresos publicitarios dependen de ello. Y les ha ido fenomenal, sostiene Harris. «Se han hecho inmensamente ricos. Y encima argumentan que lo han hecho por nuestro bien».
Para revertir el proceso, la primera opción son las medidas legales, pero parece poco probable que los gobiernos estadounidense o europeos vayan a poner toda la carne en el asador para proteger a la ciudadanía de la manipulación, el engaño y la explotación por parte de las corporaciones tecnológicas.
La otra forma es crear una conciencia pública de la necesidad de esa autorregulación. Harris y los otros ‘arrepentidos’ de las tecnológicas son los abanderados de este movimiento que ya puede apuntarse un logro: los CPO. Son las siglas de chief philosophy officer, un jefe de Filosofía. Reclaman que las empresas contraten a filósofos para que trabajen en sus oficinas a tiempo completo.
El interés de Silicon Valley por la filosofía no es nuevo. Se remonta al programa Symbolic Systems, o Symsis, establecido en 1986 por la Universidad de Stanford. Este programa tenía el propósito de formar a la siguiente generación de altos directivos de la tecnología. Analizaba la comunicación entre el ordenador y el ser humano por medio de la neurociencia, la psicología y la filosofía contemporánea. Marissa Mayer -la antigua consejera delegada de Yahoo-, Reid Hoffman -cofundador de LinkedIn– y Mike Krieger -cofundador de Instagram- siguieron estos cursos.
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