Aunque su decisión de retirarse de la selección argentina no parece irreversible, no se adivina de momento el interlocutor capaz de hacer cambiar de opinión al 10
¿Hablaba en serio Leo Messi cuando anunció su renuncia a la Albiceleste? A menudo se tiende a criticar al jugador porque no habla, o si lo hace es para decir muy poca cosa, y cuando se pronuncia de forma rotunda entonces se cuestiona su credibilidad, y más en Argentina. Así funciona la vida de Messi, entregado a su familia y a su padre, Jorge, el mismo que cuida también de sus negocios, expuesto siempre a multitud de interpretaciones, juegue en la selección o en el Barça.
Messi se cansó de perder y, acabada la final con Chile, vencedora de la Copa América del Centenario (4-2 en los penaltis después de 120 minutos sin goles), se retiró de forma dramática y con una declaración lapidaria: “Se terminó para mí la selección. Como dije recién son cuatro finales. No es para mí. Lamentablemente lo busqué, era lo que más deseaba, no se dio, pero creo que ya está”. La duda está en saber si se trata de un calentón, la respuesta a una frustración o una decisión en toda regla, aborrecido de Argentina.
Hay quien duda de su rendición porque siempre fue un animal competitivo y se cuentan también los que le acusan de cobarde, aquellos que le toman por un pecho frío, todos expectantes en cualquier caso de la próxima intervención del 10. Messi no tiene hinchada propia que le defienda en su país y tampoco hay unanimidad en la prensa sobre su importancia, incluso en la Liga, dividida por el pulso Barça-Madrid y por tanto por un duelo con Cristiano Ronaldo que gusta mucho en Inglaterra, Italia y Alemania.