En el marco del 55 aniversario de la masacre de estudiantes del 2 de octubre de 1968, el presidente Andrés Manuel López Obrador aprovechó la ocasión para hacer una apología del Ejército y de sus tareas durante su gobierno, y para culpar al Estado Mayor Presidencial de aquellos hechos.
En su conferencia de prensa de este lunes, el tabasqueño fue preguntado sobre el Estado Mayor Presidencial, su papel en la masacre y su desaparición en el actual gobierno, y lo responsabilizó no sólo de lo ocurrido el 2 de octubre de 1968, sino prácticamente también de la muerte de Carlos Madrazo.
Sobre la matanza de Tlatelolco, López Obrador dijo que el Ejército actuó por órdenes del comandante supremo de las Fuerzas Armadas, el entonces presidente Gusto Díaz Ordaz, quien asumió la responsabilidad por lo ocurrido.
Tras ello, cargó contra el Estado Mayor Presidencial para mejor elogiar al Ejército. Del primero dijo que “hay elementos para sostener” la participación directa de sus miembros en la represión. Agregó que Cuauhtémoc Cárdenas le relató que un día su padre, el general Lázaro Cárdenas, le contó que lo había visitado Marcelino García Barragán, titular de la Secretaría de la Defensa Nacional en 1968, quien, entre lágrimas, le reveló “que en lo del 68 había participado el Estado Mayor y que la culpa se la habían cargado al Ejército”. Y no sólo ello, sino que también “había tenido injerencia en el supuesto accidente donde explota el avión en el que iba Carlos Madrazo”.
Añadió que el Estado Mayor tenía “prácticamente secuestrado al presidente”, y que “era un cuerpo de élite que se sentía más que los elementos de la Secretaría de la Defensa, porque supuestamente el jefe del Estado Mayor estaba más cerca del presidente y tenía más influencia”.
Después, dijo López Obrador, desapareció el Estado Mayor Presidencial e integró sus elementos en la Sedena, y “tenemos ahora un Ejército leal, sobre todo al pueblo, a las instituciones. Porque yo creo que la lealtad tiene que ser a los ideales, a los principios, lealtad a la patria”.
Y en tan significativa fecha para el país, y como lo había hecho durante la semana anterior por el caso de los normalistas de Ayotzinapa, el presidente defendió al Ejército a capa y espada: para valorar su actuación aun en “momentos difíciles, reprobables, que han incluso manchado a esa institución”, se considerar que surgió de “un movimiento revolucionario”, además de que es popular porque “los soldados son pueblo uniformado”.
Y dijo el 2 de octubre el Ejército sólo recibió órdenes, mientras que en el caso de los estudiantes de Ayotzinapa fueron sólo algunos elementos los que “participaron o no actuaron adecuadamente”, además de que, según él, “no se oculta nada. El que comete un error es castigado”.
Señaló las cinco misiones del Ejército: las seguridades nacional y la “interior” (anunció que presentará una iniciativa para que la Guardia Nacional, ahora sí, quede bajo el mando de la Sedena, lo cual, dijo, no es “militarizar”), apoyo social, la participación de ingenieros militares en la construcción de diversas obras (entre ellas varias de las emblemáticas de su gobierno) y el Plan DN-III.
Ninguna palabra sobre la ampliación del poder y de los negocios entregados a los militares.