El 2020 será recordado en la Ciudad de México como el año en que niños y adolescentes fueron víctimas de secuestro, tortura, violaciones sexuales y homicidios. Y fue tal la saña con que se perpetraron los hechos, que impactaron no sólo a la capital, sino al país entero.
El rapto, violación y feminicidio de la niña Fátima Cecilia en Xochimilco; la tortura y mutilación de los adolescentes mazahuas Alan Yair y Héctor Efraín, en el Centro Histórico, y el secuestro y ejecución del joven Alessandro dejaron una huella imborrable en el gobierno de Claudia Sheinbaum.
Además, pusieron en duda la capacidad de los encargados de la seguridad en la capital: el secretario de Seguridad Ciudadana (SSC), Omar García Harfuch, y la fiscal general de Justicia, Ernestina Godoy, para combatir al crimen organizado, que en los hechos les lleva la delantera.
Fátima
La tragedia de Fátima Cecilia, de apenas siete años, ocurrió el 11 de febrero, cuando al salir de su escuela, en la alcaldía Xochimilco, Gladis Giovana “N”, a quien ella reconocía por ser amiga de su madre, se la llevó a su casa, en la alcaldía Tláhuac, sin que lo impidiera la autoridad de la primaria pública “Enrique C. Rébsamen”, ubicada en el pueblo de Tulyehualco.
Cuando la mamá de la menor llegó al plantel, ya no la encontró, e inició su calvario. El aviso a la Fiscalía General de Justicia (FGJ) de la Ciudad de México para iniciar su búsqueda fue tardío, además de que al menos cinco servidores públicos de distintas áreas de la institución cometieron omisiones en el proceso y retrasaron aún más la investigación para hallar a la menor.
Las calles de la zona y el portón de la escuela se llenaron de copias de la Alerta Amber con la foto de Fátima. Cámaras de videovigilancia captaron a Gladis Giovana “N” cuando llevaba a la niña de la mano, lo que condujo a las autoridades a realizar un cateo en un domicilio donde hallaron ropa de la menor, huellas de violencia e identificaciones de los posibles raptores.
Cinco días después, el 16 de febrero, los agentes encontraron el cadáver dentro de una bolsa en un lote baldío. Tenía huellas de golpes y violencia sexual.
La noticia ya estremecía a la sociedad, lo que obligó a Sheinbaum Pardo a presentarse en el Instituto de Ciencias Forenses (Incifo) para ofrecer personalmente el apoyo a la madre de Fátima, pero ésta la encaró y le reprochó que las autoridades no le ayudaron de inmediato a buscar a su hija.
En la calle donde vivía Fátima se volcó la solidaridad de los vecinos para ayudar con el funeral y el entierro, pues la familia es de condición vulnerable. La alcaldía y el gobierno capitalino le regalaron enseres domésticos, como colchones y un refrigerador.
La presión social llevó a la Policía de Investigación a actuar de inmediato y difundió los retratos hablados de la mujer y su pareja sentimental. Los rostros de Gladis Giovana y Mario Alberto “N”, un mototaxista de la zona, aparecieron en todos los noticieros de televisión, los portales de internet y los periódicos.
Al ver la información, Irma Reyes, tía de Mario Alberto “N”, se percató que esa fue la razón por la que días antes su sobrino llegó con su esposa y sus tres hijos pequeños a pedirle que les permitiera pasar unos días en un cuarto construido cerca de su casa, en el municipio Isidro Fabela, en el Estado de México.
La mujer confrontó a Gladis y ésta le contó todo: que su pareja la obligó a llevarle una “nueva novia” y la amenazó con que, si no lo hacía, le haría daño a sus propios hijos. Víctima de violencia familiar desde al menos ocho años, ella le llevó a Fátima. En la confesión, la mujer aseguró que Mario abusó sexualmente de la menor y luego la obligó para que le ayudara a quitarle la vida.
La tía dijo a la pareja que tenían que entregarse a la policía, pero Mario se negó. Entonces los delató y las autoridades los capturaron. Gladis y Mario fueron vinculados a proceso por los delitos de secuestro agravado y feminicidio de Fátima. Se encuentran presos en espera de sentencia.
Además, en noviembre pasado, cuatro servidores públicos y un exfuncionario, todos de la FGJ, fueron detenidos y vinculados a proceso por el delito de negación del servicio público.
Alan y Héctor
La noche del 27 de octubre fue la última vez que los padres de Alan Yair y Héctor Efraín, de 12 y 14 años, respectivamente, los vieron con vida a unos pasos de su casa, en la colonia Santa María la Redonda, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
Aquella noche, los adolescentes de origen mazahua irían a ver a una chica en la que Héctor estaría interesado, aunque no era el único, pues otro joven, integrante de la organización criminal La Unión Tepito, también tenía puestos los ojos en ella. Esa fue una de las versiones que surgieron tras la desaparición de ambos.
También se dijo que Héctor iría con la chica a unos arrancones en motocicleta –una de sus pasiones– en la alcaldía Iztapalapa y que fue invitado a “dar gracias” a San Judas Tadeo a la Iglesia de San Hipólito en su día, el 28 de octubre.
Cámaras de videovigilancia captaron a los dos menores en la calle Donceles cuando se subieron, aparentemente por su propia voluntad, a una motocicleta que conducía otro sujeto. En un seguimiento al vehículo, se observó que entraba en una vecindad de la calle Belisario Domínguez.
El 29 de octubre, las familias de los dos adolescentes comenzaron a pegar en postes y paredes de la zona las fichas de búsqueda de la Alerta Amber. Pero fue hasta la madrugada del 1 de noviembre, “Día de los Niños Difuntos”, cuando policías de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) hallaron sus cuerpos destazados en bolsas negras, dentro de cajas de plástico que fueron transportadas en un “diablito” y abandonadas junto a un montón de basura en la misma calle Belisario Domínguez.
Un video que se dio a conocer en redes sociales mostró a un sujeto que minutos antes de la media noche del 31 de octubre llevaba el “diablito” vacío en dirección a una vecindad ubicada en la calle República de Cuba número 86, y minutos después salió de ahí portando las cajas con dificultad, por su peso. La policía hizo un cateo en el lugar y halló ropa y sangre de Alan y Héctor, y detuvo a Baltazar “N” como el presunto sujeto que aparecía en el video.
En los primeros minutos del 1 de noviembre, la autoridad aprehendió a Eduardo “N”, quien aparentemente intentaba llevarse las cajas, pero se le cayeron. En una primera declaración dijo que pertenecía a La Unión Tepito y que le habían pagado por deshacerse de los cadáveres. Luego sostuvo que sólo era una persona adicta a quien alguien le ofreció droga para hacerle ese favor.
El 4 de noviembre, la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, lamentó el crimen y aseguró que estaría relacionado con el narcomenudeo. Aquella aseveración provocó que la familia de las víctimas acusara discriminación de la mandataria local y la obligó, el 14 de noviembre, a ofrecerles una disculpa pública.
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