En precampaña presidencial, la abogada Ana Laura Magaloni respaldó y alabó a Claudia Sheinbaum porque le encontró cualidades para que fuera “una gran presidenta”; sin embargo, en un reciente artículo sobre la reforma judicial la jurista deja ver su profundo desconocimiento del personaje y de lo que encarna.
En 2023, durante la campaña interna del partido oficial para definir a su candidato presidencial, Magaloni incluso grabó un video de apoyo a Sheinbaum, en el que, además de presumir que “a mí me tocó acompañar a Claudia al inicio de su mandato en la Ciudad de México”, destacó un par de aspectos de quien era evidente que era la delfín de Andrés Manuel López Obrador: su énfasis en los “cómos” y en el cuidado del “dinero público”.
Sobre la primera, Magaloni atribuyó a la hoy presidenta una “enorme capacidad para pensar en los cómos”, porque “como que es más fácil pensar en qué queremos y es mucho más difícil saber cómo hacerlo realidad”.
Añadió al respecto: “Claudia me parece que desde que se sienta en esa mesa a trabajar con su equipo está pensando todo el tiempo cómo hacer las ideas realidad para la gente, y se lo toma con mucho compromiso. Eso me gustó de Claudia”.
El segundo aspecto que en aquel video promocional Magaloni destacó de Sheinbaum era “la forma en que cuida el dinero público. Claudia siente que ese dinero es de todos nosotros, es producto del esfuerzo de todos”.
Y concluía: “Estas dos cualidades de Claudia me parecen (sic) que son indispensables para contar con una gran presidenta en México, son indispensables para gobernar el país”.
Tampoco está mal recordar cuando, apenas pasada la jornada electoral, Magaloni, exultante, hizo la apología de la triunfante candidata del oficialismo: “Está recibiendo un montón de poder, de decisiones que van a pasar por ella y pues ahí va a estar. A mí sí me da emoción pues ella, como tú dices, hizo la tarea, hizo todo lo que tuvo que hacer para llegar a ser la presidenta. Y, culturalmente, pues rompimos en México esa idea de que las mujeres no podemos ser las que mandamos, las que ejercemos el poder y las que decidimos los temas importantes”.
Tan o más importante que los cómos son los fines (y eso, sin querer entrar en la manera en que los cómos y los medios muchas veces son los que van cincelando los fines). Véamoslo ahora: evidentemente Sheinbaum sabía cómo llevar a cabo la reforma judicial, el Plan C de López Obrador: con mayorías calificadas. Y para ello se recurrió a maniobras y presiones desde la elección federal hasta la distribución de escaños en el Congreso, además de la adquisición de los legisladores que les faltaban y el gran número de desacatos en que se incurrió. Y se ha mostrado muy complacida con ello. Sabía perfectamente el cómo, efectivamente, como muy bien lo observó Magaloni.
Pero ¿cuál era el fin? Concretar una reforma que la propia Magaloni ha llamado “tan mal pensada, tan hecha a las carreras, tan poco clara concebida y tan poco clara de que la solución de los problemas que están diciendo sean estas reformas”. Pero lo bueno es que Sheinbaum, que ha acompañado el proceso palmo a palmo y está por consumarlo, sabía cómo hacerlo “para la gente”.
Tampoco parece que a Magaloni le importe que la mujer que ganó las elecciones fue, en buena medida, por haberse granjeado a un hombre poderoso que, finalmente, la hizo su sucesora. Ya como presidenta lo ha citado y halagado una enorme cantidad de ocasiones, y ha continuado adoptando su discurso casi sin cortapisas. No obstante, en ese “casi” está el desacato.
Efectivamente, aunque muchas veces se denunció que, en la práctica, en varias ocasiones López Obrador y su gobierno desobedecían resoluciones de jueces (por ejemplo, el caso de suspensiones contra la construcción del Tren Maya), el tabasqueño despotricaba contra ellos y los calumniaba, pero no postuló ni llamó al desacato. Esto sí lo hizo Sheinbaum con todas sus letras y a todo orgullo en nombre del “pueblo”. Es el “segundo piso” que tanto enunció, y es imposible que Magaloni no lo conociera.
Ahora, en su más reciente colaboración en Reforma, la abogada sale en defensa del proyecto del ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá y afirma lo obvio, que ahora se ha perdido, en buena medida gracias a la mujer que tanto entusiasmo le provocó: “Las decisiones de los jueces se obedecen, aunque no se esté de acuerdo con ellas. Ese es uno de los principios rectores del sistema de división de poderes”.
“La reforma judicial está poniendo en crisis este y otros principios básicos del sistema de división de poderes. La Presidenta, los líderes de Morena en ambas Cámaras y todos sus asesores jurídicos están convencidos de que los tribunales federales no tienen autoridad para emitir sentencias que frenen o modifiquen la reforma judicial. Ello les da ‘derecho’ a no acatar las sentencias de dichos tribunales. El Poder Reformador de la Constitución -dicen- está por encima de cualquier decisión judicial (…) Frente a ese poder que viene de las urnas, las y los jueces no pueden hacer nada. Los precedentes de la Corte en la materia apoyan esta posición”, continuó.
Pero hay que insistir que ese es el proyecto que ha venido respaldando Sheinbaum, postulado muy claramente por su antecesor en la Presidencia de la República con sus planes A, B y C, a los que siempre respaldó Sheinbaum. Así, eso no es nuevo ni a partir de que asumió su nuevo cargo: nadie se puede llamar a engaño ni recurrir al “no podía saberse”.
Al mencionar la virtud del proyecto de González Alcántara Carrancá (la entrega de los principales cargos del Poder Judicial a Morena pero “sin dinamitar el sistema de justicia”), el que “es la última llamada para evitar una crisis innecesaria y muy costosa para el país”, además de los votos en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, dice Magaloni, “se necesita que Sheinbaum opte por moderar la radicalidad y desconcierto con los que AMLO decidió que empezara su sexenio”. Además de que no se sabe qué incentivos pudiera tener la presidenta para contenerse, hasta ahora la mujer que manda se ha seguido plegando a la herencia del tabasqueño como lo es el Plan C. Y lo ha hecho plenamente convencida.
Sobre el cuidado que Sheinbaum le da al dinero público, virtud que Magaloni le veía en 2023 en aquel promocional, sólo hay que apreciar la inversión que el Estado mexicano ha hecho en la carrera profesional de los jueces y que ahora será desperdiciada merced a la mayoría oficialista que le responde a la presidenta. Y, mucho más contante y sonante, está el presupuesto de lo que el Instituto Nacional Electoral está solicitando para la organización de los comicios para elegir jueces el año próximo: 13 mil 200 millones de pesos, mucho más recursos que los dedicados a la elección de 2024, la más grande que ha tenido el país.
Pero los costos no terminan allí: como anotó la propia Magaloni en otra colaboración periodística en agosto, “la reforma judicial se va a aprobar y va a afectar negativamente la inversión y el potencial económico de México. Todo parece indicar que el próximo sexenio va a estar marcado por los desafíos de la incertidumbre judicial”. Si bien en ese entonces la abogada se lo achacaba a López Obrador, Sheinbaum, pese a sus dichos ante inversionistas y empresarios, ha asumido esos “desafíos”.
Sheinbaum, la de los cómos, la de los cuidados del dinero y la que toma las decisiones según la opinión de Magaloni, lo ha dicho muy claro: “La reforma judicial va”. Y sí podía saberse.