miércoles 03 julio 2024

Marx Arriaga defiende libros de texto con cursilerías, autoelogios y una gran errata

por etcétera

Marx Arriaga dijo que los libros de texto gratuitos son una “fiesta pedagógica” en cuya elaboración participó “todo aquel que tuviera el corazón noble”. Pese a los numerosos señalamientos, aseguró que sólo hay 20 “áreas de oportunidad” (vulgo errores) en todos ellos. Entre cursilería y autoelogios transcurrieron sus participaciones en la conferencia de la Secretaría de Educación Pública (SEP).

Además, mientras presumía que, según él, hay 20 “áreas de oportunidad” en los libros de texto gratuitos, en el documento que Marx Arriaga proyectaba en la pantalla había un número inexistente. De esa forma el principal responsable de ese material educativo pretendió defenderse de las severas críticas que se le han dirigido.

Esta tarde se llevó a cabo la primera de las conferencias de prensa en las que la SEP intentará justificar los libros de textos gratuitos de la “Nueva Escuela Mexicana”, y hasta más que eso: la propuesta educativa del gobierno, según Leticia Ramírez Amaya, titular de la dependencia. El protagonista de la sesión fue Arriaga, director general de Materiales Educativos y responsable directo de los libros.

En una transmisión con fallas por las que se tuvo que interrumpir por unos minutos; al regresar la señal (aunque un rato sin imagen), Arriaga Navarro se encontraba enterneciendo al auditorio: recordó que en Tabasco, durante una de las asambleas donde se pergeñaron los libros, falleció de un infarto un profesor, “y sus últimas palabras fue estas (sic): él quería que los libros de texto y el plan de estudios se convirtieran en una fiesta pedagógica. Y, donde quiera que esté, se logró”.

Más adelante, más que a lo racional y a sabiendas de que se encontraba en el sitio donde a diario se lleva a cabo el espectáculo gubernamental, Arriaga Navarro recurrió a la cursilería: dijo que los libros se hicieron “con el corazón” en un proceso en el que participó “todo aquel que tuviera el corazón noble”.

Añadió que ahora “hasta los conservadores están leyendo”, y que le agradece a quienes han dicho “infamias” sobre los libros “porque han sido nuestros mejores promotores. Todavía no salen los libros de los almacenes regionales, y ya los consiguieron ellos y los están leyendo con un detalle, buscando errores, buscando comas mal puestas, buscando manos de seis dedos como pasó en sus sexenios, y no las encuentran porque no, no las hay”.

Por supuesto, Arriaga no se refirió a la opacidad con la que se ha manejado el proceso de elaboración (se reservó por cinco años la información de las asambleas que describió con tanta enjundia en esta conferencia), ni el práctico ocultamiento que de ellos se ha hecho hasta hoy, cuando Ramírez Amaya dijo que se colocarían en la página web de la Comisión Nacional de Libros de Textos Gratuitos.

Después dijo que se trata de un cambio de paradigma, de uno positivista centrado en el dominio de contenidos, hacia otro centrado en la transformación de los problemas sociales (ojo porque es muy importante: no en su resolución).

Acerca de las fallas en los libros, dijo que él no les llamaría “errores”, como se dice en buen castellano, sino “áreas de oportunidad”, que es la forma en que en ámbitos generalmente empresariales se llama a los problemas, carencias y conflictos. Una vil y lamentable expresión eufemística.

Bueno, según Arriaga, en la familia de los libros de texto gratuitos de 2013-2014 hubo 107 errores, por los que finalmente tuvo que renunciar el entonces titular de la SEP, Emilio Chuayffet (ojo: para Marx, en el caso del anterior gobierno, sin eufemismos, sí se trataba de “errores”; ahora los transformadores les llaman “áreas de oportunidad”).

Dijo que las “áreas de oportunidad” que se han señalado en redes sociales “no suman más de 20, y estoy siendo muy generoso, muy, muy generoso”. Agregó, noble y generoso él, que si fueran 20 “estaríamos hablando de 0.09 por ciento, y estamos contando sólo páginas”.

“Si hay más áreas de oportunidad, si se encuentran más de 20, ¿quién fue el culpable de todo eso? Fue el director general; no fueron los editores, no fueron los autores: ellos hicieron un gran trabajo”, exclamó Arriaga.

Pero durante su propio discurso Arriaga mostró una errata monumental: “De febrero a marzo del 2022 en las primeras asambleas, números que no los cree nadie porque hablan del movimiento que se hizo: un millón 35 mil 121 maestros participaron en las asambleas”. ¿Cómo expresó esa cifra el funcionario de la SEP en la diapositiva que se proyectaba en el salón? De la siguiente manera: “1,035,0121” (sic). Tal vez por ello los números de Arriaga no los cree nadie.

Independientemente de que Arriaga sólo ha visto esos señalamientos en redes sociales cuando en diversas publicaciones han salido críticas muy serias sobre aspectos que van desde el proceso de elaboración, erratas y a la propia idea que guía los contenidos de los libros, hay que señalar que los errores editoriales son demasiados.

Al respecto, apenas el pasado domingo en el periódico AM se presentó un ejercicio de revisión de uno solo de los libros: Nuestros saberes, de sexto año de primaria. El autor detectó 215 errores en 256 páginas, un promedio de 0.83 por página, cifra casi 10 veces mayor que la citada en el autoelogio de Arriaga, quien no llegó a ver este trabajo porque sólo atiende comentarios en redes sociales.

Alma Maldonado, una de las más severas críticas de los nuevos libros de texto gratuitos, comentó en X sobre la primera conferencia de prensa de la SEP: “Un centímetro de autocrítica por piedad. Si el proceso hubiera sido tan maravilloso, tan adecuado, tan ejemplar, no tuvieran ahora la conferencia de prensa. El proceso es ilegal, está mal hecho y el resultado está lleno de problemas”.

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