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jueves 26 diciembre 2024

Murió Cristina Pacheco, quien contó grandes vidas pequeñas

por etcétera

A los 82 años de edad falleció Cristina Pacheco, escritora y una de las periodistas mexicanas más importantes de las últimas décadas. Con 60 años de trayectoria profesional, buena parte de su labor consistió en relatar historias y en recabar testimonios de “grandes vidas pequeñas” que ya forman parte de la memoria mexicana.

Al mediodía de este jueves la escritora Laura Emilia Pacheco informó de la muerte de la periodista cuando colocó en su cuenta de Facebook el siguiente mensaje: “Con hondo dolor mi hermana Cecilia y yo participamos el fallecimiento de nuestra adorada madre CRISTINA PACHECO”.

Cristina Romo Hernández, quien sería más conocida con el apellido de su esposo, el escritor José Emilio Pacheco, nació en San Felipe Torres Mochas, Guanajuato, el 13 de septiembre de 1941. Descendiente de campesinos y comerciantes, siendo ella muy pequeña, de unos cinco años, su familia se trasladó a la Ciudad de México, en donde empezó a vivir en una vecindad en Tacuba.

De su padre dijo en una entrevista a Héctor de Mauleón que la única herencia que le dejó su padre, un hombre inteligente y alcohólico, fue “aprender a leer y escribir. Lo recuerdo con mucho cariño y con mucha pena, pensándolo como un individuo perdido en una ciudad inmensa en la que él no sabía qué hacer”.

En aquella ocasión también comentó que contaba esa intimidad porque tenía que ver con su trabajo: “Muchas personas que he entrevistado a lo largo de 40 años o más (porque hice entrevistas mucho antes) son emigrantes, como nosotros, que llegan con un papelito en la bolsa y con una dirección. Llegan a buscar un destino, un lugar donde refugiarse, una identidad, un sitio donde no ser humillados, un sitio donde no tener hambre y esperar la justicia. Cuando hago mis entrevistas no solamente las hago para las personas que están frente a mí: las hago pensando en que de alguna manera, directa o indirectamente, entrevisto a mi pasado”.

Ella se definía, principalmente, como “una contadora de historias”, labor que heredó de su madre pese a que era “una mujer sin escuela, sin lecturas, pero con un don para imaginar absolutamente extraordinario”.

Así, estudió Letras Españolas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, aunque antes había pasado por la Universidad Femenina de México. Por ello, una de las vertientes de su ejercicio profesional fue el literario: publicó 11 libros de cuentos: Sopita de fideo (Océano, 1984), Cuarto de azotea (SEP/Gernika, 1986), La última noche del tigre (Océano, 1987), El corazón de la noche (El Caballito, 1989) y Para mirar a lo lejos (Gobierno del Estado de Tabasco, 1989)

A los anteriores les siguieron: Amores y desamores (Selector, 1996), Limpios de todo amor (Océano, 2002), El eucalipto Ponciano (Alfaguara, 2006), Dos pequeños amigos (Destino, 2008), Los trabajos perdidos (Océano, 2013) y El eterno viajero (Océano, 2016).

En el aspecto de los relatos literarios también es de destacar su colaboración semanal en el periódico La Jornada, titulada “Mar de historias”.

Por sus méritos en el ámbito literario, en 2022 le fue otorgado el premio Bellas Artes de Literatura Inés Arredondo. Otro premio que obtuvo fue el Rosario Castellanos a la Trayectoria Cultural de la Mujer.

Varios de sus libros de cuentos tuvieron como escenario la Ciudad de México, de lo que dijo en otra entrevista: “Es la ciudad que habitamos todos y es también la ciudad de los palacios, sólo que en mis cuentos los palacios se han convertido en alojamiento de decenas o cientos de familias que ven convertido ese lugar, lamentablemente, en ruina, en deterioro, pero donde hay lucha, hay sueños, hay pasiones, hay historias de amor, hay todo. Está la vida”.

Acerca de su labor literaria, expresó: “El placer de la escritura es infinito, no se compara con ninguna otra actividad. El tipo de compensación que tengo de terminar una historia es muy personal, algo muy íntimo de lo que me cuesta mucho trabajo hablar; pero sobre todo el juego con las palabras, crear una historia, un mundo, un personaje, ponerlo en un ambiente, verlo cómo se desarrolla, cómo va teniendo personalidad y cómo va cobrando su libertad es algo muy emocionante”.

En 1961 empezó a colaborar en la prensa: ella recordaba cómo la animó a ello Raúl Nieto, “Nikito Nipongo”, aunque para hacerlo utilizó un seudónimo: Juan Ángel Real, con una columna llamada “Ayer y hoy” en la revista Sucesos. Posteriormente se integró en la redacción de la Revista de la Universidad, y empezó a colaborar en otra publicación universitaria con el seudónimo Cromo.

Por el éxito de sus textos, se convirtió en directora de la revista Familia, designada por Gustavo Alatriste, y posteriormente de La Mujer de Hoy. Como ella misma relató, por esos años también José Emilio Pacheco la instó a dejar los seudónimos, por lo que ella decidió utilizar su nombre unido al apellido de su esposo: Cristina Pacheco.

Entonces fue cuando surgió, según contó con humor, “una escritora que tiene derecho a ser una mala escritora de primera línea”.

Después pasó a colaborar en la sección editorial de El Sol de México, invitada por Emmanuel Carballo, y comenzó a hacer entrevistas para el suplemento cultural de ese diario. Tras salir de ese periódico, a invitación de José Pagés Llergo se integró en la revista Siempre!, donde se mantuvo por 18 años.

También en los años setenta empezó a trabajar en televisión: en Canal 13 hizo algunos programas. Al salir de esa televisora pasó a colaborar, a invitación de Pablo Marentes, en Canal Once, donde hizo, primero, un programa con el escritor Juan de la Cabada, y después, en mayo de 1978, la emisión Aquí nos tocó vivir, que inicialmente estaba dedicado a la arquitectura. Sin embargo, ante el incumplimiento del conductor principal y de sus invitados, Pacheco prácticamente se hizo cargo del programa: tomó las cámaras y empezó a salir a entrevistar a los ciudadanos.

Aquí nos tocó vivir se emitió los jueves durante 45 años, y fue uno de los programas más emblemáticos y exitosos de Canal Once, en donde, a partir de 1997, también se hizo cargo del programa Conversando con Cristina Pacheco, que se emitió hasta el pasado 1 de diciembre.

En una entrevista concedida a etcétera en ocasión del 40 aniversario de su programa Aquí nos tocó vivir, expresó su experiencia vital de la que nutría su ejercicio periodístico: “Una de las experiencias más bellas en mi vida es el aprendizaje; uno aprende muchísimo de las personas. Además, un periodista se hace con los ojos y con los oídos; si uno no sabe escuchar está perdido, no tiene nada qué hacer en este oficio”.

También destacó la marca autobiográfica que tenía su trabajo en Aquí nos tocó vivir: “Muchas de las personas que encuentro son migrantes que vinieron del campo a la ciudad. Cuando veo a alguien recién llegado que busca una dirección me reflejo en él. La vida de esos hombres y mujeres que habitan esa casa, esta colonia o aquel barrio, es también la mía”.

En 2010 la Unesco inscribió el programa Aquí nos tocó vivir en el Registro Memoria del Mundo. Así sustentó esa decisión el organismo internacional: “Tejedora de historias que nos revelan los distintos rostros de México, Cristina Pacheco ha dado voz en este programa durante 31 años, a aquellos personajes cotidianos que por lo general han permanecido en silencio —gente sencilla que con su trabajo construye no solo su destino, sino el de nuestro país— y que comparte con los espectadores sus sueños y recuerdos. La serie, a lo largo de más de 1500 programas, realizada por un pequeño equipo de producción, constituye un registro único de los cambios sociales y las transformaciones en el entorno físico y el medio ambiente en México, pero siempre desde la perspectiva de sus pobladores más pobres y desprotegidos”.

Hay varios libros que dan cuenta del quehacer periodístico de Pacheco: de crónica, Para vivir aquí (Grijalbo, 1983), Zona de desastre (Océano, 1986) y La rueda de la fortuna (Era, Instituto Nacional del Consumidor, 1993). Parte de su vasta obra como entrevistadora está recogida en cuatro volúmenes: La luz de México (Gobierno del Estado de Guanajuato (1988), Los dueños de la noche (Planeta, 1990), Testimonios y conversaciones (Fondo de Cultura Económica, 1984) y Al pie de la letra (Fondo de Cultura Económica, 2001).

Por su trabajo periodístico Pacheco obtuvo el Premio Nacional de Periodismo en el género de entrevista; la Medalla al Mérito Ciudadano por su trayectoria enfocada en temas de interés social, y el premio de la Asociación Nacional de Periodistas por Aquí nos tocó vivir.

El 1 de diciembre de 2023 Cristina Pacheco anunció en su programa de entrevistas de Canal Once su retiro de las pantallas. Notoriamente afectada, la periodista expresó: “Por razones de salud, graves razones de salud, tengo que suspender, al menos momentáneamente, estas conversaciones, que han sido ricas, divertidas, inesperadas. Piensen cuánto hemos aprendido de nuestros maravillosos invitados, a quienes agradezco de verdad que hayan venido aquí”.

Agregó: “De verdad agradezco a la vida todo lo que me ha dado. Conozco el amor, conozco la amistad, conozco la belleza del trabajo. Nada o pocas cosas hay tan maravillosas como llegar a este estudio todos los viernes”.

 Y concluyó: “No voy a decir, como siempre, ‘nos vemos el próximo viernes para seguir conversando’; pero sí voy a decir: estaremos juntos siempre”.

En la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería de 2018, Cristina Pacheco hizo una declaración de principios: “Tiene que haber alguien que recoja las grandes vidas pequeñas; ese es mi oficio. En eso me pierdo, en eso me voy a acabar y en eso quiero terminar mi vida. Espero que sea muy larga”.

Así fue.

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