En abril de 2019, el municipio indígena de Oxchuc –localizado a medio camino entre San Cristóbal de las Casas y Ocosingo– se convirtió en el primero del estado de Chiapas en elegir autoridades locales mediante el método de usos y costumbres.
Mediante una consulta popular, realizada en enero de ese año, la población decidió prescindir de los partidos políticos en la demarcación e instaurar un sistema normativo interno para darse gobierno. Aquel proceso, hace dos años y medio, fue considerado un triunfo para una comunidad que había vivido una sucesión de conflictos poselectorales. El más reciente había ocurrido en 2015, cuando María Gloria Sánchez Gómez fue elegida presidenta municipal por el Partido Verde.
Ella y su esposo, Norberto Sántiz López, se habían alternado en el cargo, en lo que era considerado un cacicazgo político. Ella ya había sido alcaldesa, postulada por el PRI, entre 2005 y 2007. Para la población –que es tseltal en su gran mayoría–, los partidos eran meros membretes que servían a los intereses de grupos de poder.
En enero de 2017, más de 28 mil de los 42 mil pobladores de Oxchuc firmaron una petición para solicitar al Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana del estado que la siguiente elección se hiciera mediante el sistema de usos y costumbres, lo cual fue rechazado por cuatro votos a tres. Sin embargo, los promoventes insistieron y, en junio de ese año, dicho acuerdo fue revocado por el Tribunal Electoral local.
En febrero de 2018, el Congreso del estado realizó cambios a la ley electoral para abrir la puerta a la realización de comicios locales sin la participación de los partidos políticos y en septiembre se autorizó al municipio de Oxchuc llevar a cabo la consulta.
La primera elección de ayuntamiento mediante asamblea se realizó el 13 de abril de 2019. La socióloga chiapaneca Araceli Burguete Cal y Mayor la consideró como el cierre de un ciclo: “Se transita de un círculo vicioso del conflicto y confrontación, a uno nuevo, que inaugura un círculo virtuoso de pacificación en el municipio”, escribió.
En un comunicado, el gobierno federal no fue menos entusiasta. Celebró la realización de la elección del alcalde Alfredo Sántiz Gómez, en votación a mano alzada, como una muestra “del compromiso del gobierno de México de garantizar los derechos fundamentales de los pueblos indígenas”.
Sin embargo, dos años y medio después, algo se pudrió en Oxchuc. Una asamblea comunitaria para elegir al nuevo ayuntamiento terminó en medio de golpes y balazos el miércoles pasado. Luego de que se cantaron los nombres de los cinco candidatos a alcalde –frente a una plaza en la que había más de 10 mil personas–, surgió un enfrentamiento entre los seguidores de dos de ellos, Enrique Gómez López y Hugo Gómez Sántiz. El titular del Órgano Electoral Comunitario, Belisario Méndez Gómez, dio por ganador al primero de ellos.
Los seguidores de Gómez Sántiz se negaron a reconocer el triunfo de Gómez López y, al no conseguir la revisión de la votación, estalló la violencia. En la batalla campal se rompieron los cristales de la escuela. Los dos grupos se atacaron con piedras y cohetones. Aparecieron hombres encapuchados, armados con rifles de alto poder, y se escucharon balazos. En un momento cayó muerto Pedro Sántiz López, habitante de la comunidad de Tzuniljá. Otras tres personas resultaron con heridas de bala.
Sin bien no hay duda del cinismo con el que se ha hecho política en Chiapas en los últimos años, y que los partidos políticos –todos– se merecen el repudio de la ciudadanía del estado, pensar que así se puede conducir una elección es una ingenuidad.
El gobierno federal lleva dos años desprestigiando al Instituto Nacional Electoral, pero, con un poco de serenidad, pronto se dará cuenta que esa institución, y las que se formaron a imagen y semejanza de ella en las entidades federativas, son indispensables para la democracia mexicana.
Y no digo que no haya violencia, en ocasiones, en medio de procesos electorales con casillas, urnas y boletas, pero la combinación del asambleísmo y la ausencia de Estado de derecho es, a todas luces, una receta para el desastre.
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