Con todo el dolor de las familias y las enormes pérdidas económicas que deja a su paso, la pandemia de covid-19 ha puesto al desnudo lo que el país requiere para corregir el rumbo y salir fortalecido. Las pérdidas en materia de vidas han sido desproporcionadas para el tamaño del país y de su población. Oscilamos entre el tercer y cuarto lugar en defunciones por millón de habitantes, pero somos el décimo país en el mundo en población. Dos países inmensamente más poblados que nosotros, China e India, han tenido mejores resultados. Ello demuestra dos cosas: que el proceso de toma de decisiones ante una catástrofe como la pandemia está profundamente equivocado y, segundo, que el sistema de salud, como un todo, es insuficiente en cantidad y calidad.
Las pérdidas económicas también son desproporcionadas. Países con mayor población que el nuestro y un PIB proporcional tendrán una caída de la riqueza nacional menor que la nuestra. Tal es el caso de Brasil, que decrecerá en 4%, mientras que nosotros lo haremos en 9%, pero no es el único país que nos supera. Ello indica que la economía sufrió un sacrificio de intensidad innecesaria, desapareciendo la riqueza de muchas familias, enviando a la pobreza a una proporción importante de la clase media y destruyendo un número incalculable de empresas, especialmente micro, pequeñas y medianas. Este fracaso, si se compara con economías que han sufrido menos, comparte un mismo rasgo con la catástrofe sanitaria: el proceso de toma de decisiones, centrado básicamente en el Presidente de la República, está blindado… contra las correcciones. Sin mecanismos de toma de decisiones consensuadas, participación efectiva del Congreso de la Unión para corregir o mejorar propuestas, así como de empresarios y sus organismos de representación, el país resulta peligrosamente vulnerable a eventos catastróficos que, vistos a la distancia, no son ni tan únicos ni tan espaciados.
¿Cuáles deben de ser nuestras prioridades programáticas?
1. Un sistema de salud universal que no dependa del estatus informal o formal del empleo ni de contribuciones de empleadores y empleados, sino de impuestos generales, tal como lo ha formulado Santiago Levy (https://www.nexos.com.mx/?p=44777 ). Por el tamaño de la población y de la economía, un sistema de salud universal puede generar un sistema de insumos médicos y sanitarios mayormente privados, pero con alianzas e impulso del sector público. Un grado de autosuficiencia nacional en materia de vacunas es indispensable. La transformación, durante los últimos 15 años, de la empresa estatal Birmex en una simple importadora de vacunas es un pecado peor que la Estafa Maestra. Un ecosistema industrial de producción de insumos médicos, entre otros vacunas y medicamentos, requiere a su vez, del aliento a la formación de recursos humanos altamente calificados, especialmente en ciencia y tecnología, en ingenierías, diseño, así como la certificación de técnicos. Los trapiches a los museos.
2.- Energía abundante, limpia y barata. La energía eléctrica abundante y accesible es la precondición indispensable para el desarrollo de industrias, servicios competitivos y hogares modernos. Cumplir con los compromisos contenidos en el Acuerdo de París (2015) no es cosa de honor, sino de protección al ambiente para garantizar la sustentabilidad de la economía y del territorio y la salud de los seres vivos que habitamos México. Aire y agua limpios requieren el abandono paulatino de la economía basada en las energías fósiles y la cultura del automóvil. Hay que acelerar la transición a energías limpias, incluyendo la nuclear. Al igual que con el caso de la salud, ello requiere alinear la educación superior para la formación de recursos humanos en estas áreas.
3. La implementación escalonada del Ingreso Básico Universal, junto con el crecimiento y recuperación de estancias infantiles que faciliten la incorporación de las mujeres al trabajo y los requerimientos de una economía de cuidados.
4. Democracia deliberativa. Encontrar las propuestas para financiar estas prioridades debe ser el resultado de un gran debate nacional. Nuestra mayor vulnerabilidad no radica en que las prioridades del actual gobierno vayan a contrapelo de la realidad. El mayor riesgo es que no existe un proceso de toma de decisiones en los grandes asuntos de la nación que incorpore el parecer o pareceres de la sociedad. Decir que hay un proceso de toma de decisiones centralizado en el Presidente es un exceso, sobra el proceso. No se reclaman equivocaciones, éstas son comprensibles y más en un gobierno novato; lo que se reclama es la falta absoluta de rectificaciones.
Las elecciones de junio son una oportunidad preciosa para deliberar y cambiar el rumbo, para bien.
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