El término amanuense (persona que escribe lo que le dictan), nos remite inicialmente a la Edad Media, pues eran los encargados de copiar textos en la época previa a la imprenta. Ser amanuense en la actualidad no tiene nada de malo si es que ejerce la profesión de secretario o algo parecido; pero en el periodismo las cosas cambian, y mucho; amanuense se le dice al columnista, editorialista o cualquier otro espécimen de la fauna periodística que vende o alquila su pluma al mejor postor. Puede ser por dinero, poder o alguna determinada prebenda. Y un buen diccionario nos recuerda que servil es aquella persona que muestra una actitud exageradamente humilde y servicial ante los superiores o poderosos, generalmente para obtener un beneficio.
Fieles seguidores de la sentencia del “Tlacuache” Garizurieta: “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”, habitantes de las sentinas del periodismo, estos abundantes e incombustibles personajes son muestra de que en México el oficio de amanuense goza de cabal salud.
Detectarlos puede ser relativamente fácil cuando se trata de los, digamos, “amanuenses amateur”, pero en el caso de los amanuenses de mas vuelo y por lo tanto más entrenados la tarea puede ser más compleja, pero nunca muy difícil, ya que invariablemente enseñan el hilo que los ata al poderoso que los maneja.
¿Dónde escriben estos amanuenses?, prácticamente en todos los periódicos, grandes y chicos, nacionales y locales, impresos o virtuales. Identificarlos no es difícil, varios de ellos cobran o cobraron por mucho tiempo en las estructuras oficiales de los gobiernos priístas, panistas, perredistas y ahora morenistas. Fueron o son beneficiarios del sistema que con tanta pasión defienden. En estos tiempos el ejemplo más notorio lo vemos en un diario nacional en formato tabloide que desde hace años ha sido señalado como un medio al servicio de López Obrador y su causa; aquí encontramos a los amanuenses químicamente puros y a sus dibujantes, entes que sin pudor alguno practican un periodismo faccioso, militante, donde podemos encontrar todos los sesgos que en teoría deben evitarse en un medio informativo serio. Ellos trabajan sobre una línea argumentativa basada no en proporcionar información correcta y datos duros, sino en descalificar a quien se les ordene usando medias verdades o mentiras completas. No les preocupa mostrar su servilismo, es más, ni siquiera tratan de matizarlo.
Los amanuenses en el periodismo mexicano vienen desde las noches del PRI-Gobierno, cuando virtualmente la totalidad de la prensa era controlada por Gobernación; pero el cambio de amo no les afecta pues una de las características primarias de un amanuense es su capacidad proteiforme. Diríase que son como el dinosaurio de Monterroso, cuando despertemos seguirán ahí.
Fenómeno de nuestros tiempos, otro nutrido grupo de amanuenses lo encontramos en las misas matinales de la 4T. En estos actos litúrgicos podemos observar la recolección de cuanta ocurrencia tiene el Mesías y su posterior difusión a cargo de desconocidos amanuenses que “trabajan” en fantasmales sitios de información y que con entusiasmo se dedican a propalar como verdad revelada bajada del Sinaí. La contraparte también la vemos, en el caso de que en algún medio aparezca alguna crítica a la 4T en general o a López en lo particular, de inmediato una nube de columnistas, “opinólogos” y editorialistas ponen el grito en el cielo como si alguien hubiera puesto en duda la virginidad de María, a media basílica de Guadalupe en pleno día 12 de diciembre.
Plaga intemporal, los amanuenses son piezas fundamentales de un periodismo que sirve a los poderosos y que se dedican a engañar a las audiencias, en particular a los millones de ingenuos e ignorantes que son movidos y convencidos con facilidad por su afán vindicativo que arrastran desde su infancia y que les hace creer ciegamente en lo que desean creer, oír y leer.
Amanuenses… la sentina del periodismo.