Apenas me estaba acostumbrando a vivir la vida sin ver ni oír a Ana Elizabeth García Vilchis cuando tú llegaste a la escena, con toda tu energía y todos tus recursos histriónicos y de imagen. Tienes todo para andar grandes caminos en la política: falta de transparencia y escrúpulos, por ejemplo, que impulsan la gran ambición que te anima.
Yo estoy viejo, un poco menos viejo que alguno de tus más encendidos admiradores. Ellos te pueden platicar lo que pasó en México durante los años 60 y 70. Dominaba el PRI, que te lo diga si no Adán Augusto que siguió en ese partido muchos tiempo después de cuando lo abandonó López Obrador. Las relaciones amorosas eran de a mentiras: la esposa de José López Portillo sólo era su compañera en las formas, por ejemplo, y otros personajes aparecían como casados ante la prensa cuando, en realidad, tenían otros gustos. Sé que podrías decirme que esas costumbres son milenarias y no se circunscriben sólo a México, y tendrías razón. Los faraones egipcios hicieron lo mismo y hasta la propia Nefertiti se casó con uno de ellos, Akenatón, aunque, dentro de la historia, sea conocido como uno de los jerarcas más feos. Es el afán del poder, quizá, lo que motivó a esta política que quiso hacer de su belleza una leyenda. Hay, por supuesto, cientos de mujeres más sin esa formidable apariencia ni esos talentos que, de todos modos, llegaron a instancias clave. No todas son Aspasia de Mileto pero millones se inspiran en ellas, incluso aunque no tengan la menor idea de su existencia. Estamos hablando de impulsos de la naturaleza que hay quienes recrean. En fin, no sé porqué arribé hasta esas fronteras, sólo quiero decir que la creación de una imagen siempre es importante para el éxito cuando se trata de un personaje público.
Tú sabrás porqué dentro de esa imagen no has integrado la veracidad en tus palabras ni la transparencia como una forma de ser. En ese sentido, no eres portavoz de nuevas generaciones que ejerzan la política de manera distinta a como se ha hecho tradicionalmente. Mentir, por ejemplo, si yo te tuviera enfrente te preguntaría cuál es aquella importante misión que dices que tuviste en la ONU para luchar contra los feminicidios, te preguntaría cuanto te costó el jet taxi para que tu abuelita viera tu primer informe de gobierno (sobre todo porque yo paso muchos apuros para trasladarme en Uber, ayer, nada menos, pagué 500 pesos para ir a Xochimilco, no puedo imaginar cuánto pagaste tú para que un avión trasladara a tu abue a ese importante evento donde te acompañó Adán Augusto). Por cierto, yo creo que es legítimo preguntarte si Adán Augusto es o no tu benefactor, no veo nada malo en que un hombre de más de 60 años apoye a las nuevas generaciones que no llegan ni a los treinta. Y digo esto porque uno de sus grandes amigos te ha dispensado la posibilidad de llevar unidades móviles de salud a regiones de Chihuahua. Qué lindo en verdad. A mí me enternece tanto como la forma en la que frunces nariz y boca para el flashazo de los fotorreporteros. Pido que no te enojes cuando digo que a eso sólo hay que hacer un ajuste de tuercas. Que quites tu fotografía y tu nombre de las camionetas, que digas cuánto cuestan esos servicios y que nos platiques quiénes son los empresarios que te apoyan. Y es que mira, Andrea, si no lo haces, das la impresión de que tu real interés es abusar de los amigos de Adancito, hacer campaña ilegal y subrayar que lo único que quieres es ser gobernadora de tu Estado.
Anda, Andrea, no te declares culpable de ser joven, bonita (según tu esfera de valores) y de entregar tu vida para salvar a los otros. Eso es muy tierno y muy loable de tu parte. Simple y llanamente informa eso que te digo y san se acabó. Y no te enojes cuando alguien señale que estás haciendo campaña de manera ilegal, tienen razón. Tampoco hables de la publicidad que reciben los medios porque, mira, tú has gastado mucho dinero para promoverte en redes sociales y, por ejemplo, La Jornada ha recibido la friolera de dos mil millones de pesos de publicidad del gobierno.
Yo, por mi parte, te expreso la más respetuosa de mis consideraciones. (Saludos a Adán y a Abraham, si no te molesta)