Ante la amenaza de una nueva conflagración mundial, las distopías avanzarán como «realismo crítico», describiendo el mundo que nos habrá tocado en suerte. El cine recoge las tenebrosas realidades de nuestro presente bajo la óptica del género del «cine negro».
En el largometraje Batman (de Matt Reeves, 2022), el hombre murciélago es en extremo taciturno (algo que le queda bien al actor Robert Pattinson), inclusive le domina la melancolía en su personalidad de Bruce Wayne; aunque no por ser introspectivo deja de defender con ferocidad a los débiles; pero ahora es más oscuro en sus gestos y actitudes de como lo hemos visto en los filmes anteriores (en las secuencias iniciales hasta la mera suposición de su sombra provoca zozobra en delincuentes). Pero sobre todo, Batman tiene miedo y lo confiesa.
No es el miedo a enfrentar a sus enemigos. No tiene miedo a morir o ser herido. Su miedo es producto de su desamparo existencial y de su soledad ante la duda, ante las tinieblas que ocultan sus genuinos orígenes como heredero de una inmensa fortuna tras haber vivido el trauma por el asesinato de sus progenitores. Lo invaden las sospechas sobre la integridad y probidad de su padre, sobre la salud mental de su madre, sobre los motivos reales (económicos y/o políticos) del atentado contra sus padres.
DUDA, VERDAD Y SÍNTOMA
La de Batman no es la duda metódica de Descartes (un medio para alcanzar la certeza); la suya es la perplejidad Hamlet (ser o no ser, o ¿quién soy en esta tragedia?). Es el miedo a la verdad, a esa verdad que habría de surgir cuando todas las caretas caigan, todos los pretextos del autoengaño se derriben, todos los artificios de la doble personalidad declinen y cuando exista el presentimiento de que, por fin, se «desvele» lo oculto e incomprensible del personaje mismo.
Los griegos como Homero, Parménides o Platón, utilizaron la palabra «Alétheia» en el sentido de «desocultamiento» y como una acepción de la verdad, «aquello de lo que uno no escapa» (B. Cassin, Vocabulario de las filosofías occidentales). A ello se enfrenta en superhéroe.
Por otro lado, Batman «recibe su propio mensaje en forma invertida». El temor se sintetiza en las reiteradas cartas dirigidas por Acertijo al propio Batman: «No más mentiras». Enunciado que en esta película se repite como una especie de mantra.
Pregunta: ¿quiénes son los que por antonomasia nos mienten? Quizá inicialmente los padres: cuando somos niños nos ofrecen relatos edulcorados para ocultar algo (tu prima se casó por amor) o para mantener alguna narración tradicional (los Santos Reyes) u ocultar verdades incómodas familiares. También los engaños de los políticos, cuyas mentiras resultan, incluso para ellos, prácticamente inevitables; hecho que nos ofende, nos ultraja. La consigna de «No más mentiras» es ese mensaje repetido junto con cada asesinato despiadado cometido por el Acertijo, ese archienemigo de Batman convertido ahora en asesino serial de políticos y cuyos mensajes buscan exorcizar los demonios del enmascarado.
Un atractivo del filme es que admite varios niveles de interpretación.
Uno es la tragedia con tintes universales del drama familiar de Bruce (como Hamlet). El otro es el contexto de las elecciones en Ciudad Gótica, para seleccionar a nuevo Alcalde y apuntalar “un nuevo amanecer”.
La exigencia de veracidad va dirigida a los políticos, y traduce cierta exigencia de rendición de cuentas y transparencia de la gestión gubernamental. (Parece un mensaje dirigido a actual gobierno de México.) La consigna de «No más mentiras» va igualmente contra la corrupción anidada en almas de quienes han jurado «servir y defender» a la sociedad: los funcionarios, la policía y, en general, las instituciones.
Pero también tiene un nivel personal. Porque, ¿quién es Batman? Un personaje que se oculta y, al mismo tiempo, se presenta, ufano, con una máscara que le da un lugar en el mundo. Una doble personalidad, una doble vida. Las máscaras –nos enseñó Octavio Paz– ocultan y revelan. Ocultan aspectos oscuros, pero para Batman representa un conflicto y una contradicción.
«El simulador pretende ser lo que no es. Su actividad reclama una constante improvisación, un ir hacia adelante siempre, entre arenas movedizas. A cada minuto hay que rehacer, recrear, modificar el personaje que fingimos, hasta que llega un momento en que realidad y apariencia, mentira y verdad, se confunden.» (O. Paz, El laberinto de la soledad)
Batman quisiera abandonar la mentira de ser Batman. O la mentira de ser Bruce Wayne. «No más mentiras» es la apelación al desocultamiento que para Batman representa su desgarramiento interior. Así se pone al descubierto el síntoma que lo atormenta. Síntoma, en su definición más elemental, es «una cierta formación que solo existe porque el sujeto ignora alguna verdad fundamental sobre sí mismo; en cuanto el significado de esta verdad se integra en el universo simbólico de ese sujeto, el síntoma se disuelve. Por lo menos, ésta era la posición del primer Freud […] [pero] “la realidad”, es siempre un síntoma, y se basa en la forclusión de un significante clave» (S. Zizek, Mirando al sesgo).
Para Batman, el significante que se pierde es la verdad asociada al Padre.
PERSONAJES, MATRIARCADO Y PATRIARCADO
En este filme hay dos extremos o dos posiciones torales expuestos en dos personajes. Por un lado, encontramos aadversario –necesario para ser héroe–: el Acertijo, encarna al sociópata y la personalidad anarcoide del siglo XXI. Por otro lado, Catwoman o Gatúbela, que en este largometraje acentúa sus ambigüedades. Cada personaje tiene dos personalidades. La actriz Zoë Kravitz tiene un nombre doble en el filme: Selina Kyle y envuelve su personalidad como Catwoman; el actor Paul Dano es Edward Nashton y se embosca como Acertijo. Junto con Batman/Bruce, los tres son huérfanos, con su respectivo Padre ausente, y los tres sienten impulsos vengativos.
En la dialéctica del filme, Acertijo y Catwoman representan el orden patriarcal y el orden matriarcal, respectivamente, que jalonan las indecisiones de Batman.
Partiendo del análisis de los mitos y la literatura de griegos y romanos, J. J. Bachofen consiguió reconstuir hipotéticamente el matriarcado y su oposición al patriarcado. Mostró que la diferencia iba más allá de la supremacía social de hombres y mujeres, en cada caso; en realidad era una diferencia de principios sociales y morales. La cultura matriarcal se caracterizaba por la preeminencia de los lazos de sangre y los lazos de la tierra, con una aceptación impasible ante todos los fenómenos natuales. Por el contrario, la sociedad patriarcal se caracterizaba por el lugar de la ley y la norma, el predominio del pensamiento racionalizante y los esfuerzos para modificar los fenómenos naturales (J. J. Bachofen, El matriarcado).
El Acertijo es el patriarcado extremo: expresa la voluntad sobrada de la Ley, la Ley del Padre, pero en términos de la estructura perversa, es decir, en aquella posición que siempre sabe con exactitud qué quiere cada persona, pero requiere la complicidad de otro para ejecutar los actos perversos en tanto desafíos a la Ley. Su estrategia es descarriar al otro respecto a los puntos de referencia y los límites que lo deben inscribir frente a la Ley (J. Dor, Estructuras clínicas y psicoanálisis). Por eso llega decir Acertijo que él es Batman y por eso le ha dirigido a “su otro yo” una tras otra las cartas del «No más mentiras».
Además, cumple el papel de la Esfinge de Edipo rey. Interroga Acertijo a Batman, como la Esfinge interrogó a Edipo. Acertijo quiere que Batman “se libere” y someta a la obediencia ciega de la autoridad de los que siembran el terror para que reine “el nuevo orden”, el orden anárquico del mundo posmoderno: el mundo dominado por las verdades relativas o, mejor, donde no existe distinción entre verdad y mentira. Solo en ese extraño orden se librará Batman de su síntoma, según el deseo de Acertijo. La confusión perversa se impondrá en Ciudad Gótica si Batman recula y abraza la posverdad.
Por el otro lado, Gatúbela representa el matriarcado desmedido, aunque preserva el concepto matriarcal moderado de que todos los hombres son iguales, y eso incluye a la figura del Padre. Ella invoca la justicia del «ojo por ojo, diente por diente», que es la forma más primitiva de justicia. Su afán de venganza es, para ella, justicia simple, sin mediación de instituciones. Le propone a Batman «olvidar», dejar de preocuparse por todo lo que lo agobia: la historia, la verdad, la sociedad, la Ley. Como Ciudad Gótica condensa todo eso, abandonarla es dejar a su suerte el valuarte del Contrato Social. (En una secuencia maravillosa, Batman camina sobre las aguas teñidas de rojo y liderea el éxodo del Pueblo.) Por consiguiente, el de Gatúbela es el matriarcado en una posición extrema donde las cosas quedan en lo indeterminado, en un juicio infinito, sin parámetros, sin categorías ni géneros. Es decir, se condenaría Batman a ser un absoluto paria.
Batman tiene que elegir. Por un lado, los extremos del patriarcado, y por otro, los extremos del matriarcado. Todo el filme avanza entre contradicciones de valores y posiciones subjetivas. «No más mentiras» equivale, en la resolución de Batman, a defender una «axiología pluralista», donde los valores relevantes no dependan de un solo valor supremo. Ni los valores sociales se deben restringir a un tribunal supremo y único, patriarcal, ni los valores sociales se disuelven en la indeterminación sin fronteras, a la manera del matriarcado. Equivale a reconocer que no hay valores absolutos, definitivos, inmodificables, y que todos están sujetos a contradicciones en diversos grados.
Aunque taciturno, melancólico y fluctuante, Batman se decanta en una postura gradualista y terminará por reconoce que hay muchos grados de conformidad y de disconformidad de y entre valores. Ninguno extremo, ninguno prevalente que aplaste a otros. Sin embargo, se requiere de una estructuración social que evite el peligro de la ineficacia y la ingobernabilidad. Donde haya igualdad (a la manera del matriarcado) con cierta estructuración jerárquica de la sociedad (a la manera del patriarcado), sin que ello signifique reproducir un modelo autoritario e impositivo que constriña a cubrirnos con las máscaras de la sumisión al poder patriarcal. De ahí que Acertijo y Gatúbela, muy a su pesar, habrán tenido un efecto positivo en Batman cuando él termina por reconocer que la verdad y los valores no son absolutos sino graduales y cambiantes. Pero que siempre hay verdad y siempre hay valores, así sean contradictorios.