Nuestro cerebro, esa masa gris de kilo y medio, arrugada y gelatinosa que tenemos entre oreja y oreja, es de verdad el misterio más grande del universo. Especialmente porque nos permite tener conciencia: sabemos que somos y nos damos cuenta de que nos damos cuenta y eso es algo absolutamente inexplicable. Les puedo decir con certeza que será más fácil conocer si hubo o no big bang o qué es la invisible materia oscura que desentrañar la terrible maldición de “darnos cuenta”. La conciencia, esa broma pesada del creador, siempre con su sentido del humor tan truculento.
Sí, el cerebro es la gran cosa, ni duda cabe. Pero… a veces decide ser un flojo, un huevón para decirlo claro.
Cuando en determinados momentos trágicos los cerebros de muchos humanos se ponen así, en modo vacaciones, no hay ni cómo ayudarles. No quieren entender. Les presentas las evidencias y las niegan, les muestras los hechos y dicen que no existen y se comen los otros datos con fruición simplemente porque creen que la mentira es mejor que la terrible realidad. Pues queridos sapiens, les tengo malas noticias, efectivamente el órgano supremo de nuestro organismo está descansando y hagamos lo que hagamos ha decidido seguir echado en la hamaca y ni siquiera tiene energía para tomarse una piña colada.
Díganme si no. Bolsonaro, Maduro, Erdogan, Orban, Duterte, Putin, antes Trump y muchos otros, de semejante talante (sin dejar de reconocer como integrante de esta aterrorizante lista a López Obrador) confirman que nuestros cerebros están echándola y que los poderosos demagogos pueden hacer de las suyas sin mayor problema. Total, como que nadie se da cuenta de lo que está sucediendo.
Aquí en nuestro país hay que reconocer que casi la mitad de los encéfalos mexicanos están en reposo (casi en coma inducido) y les da igual que el número de muertos por la pandemia supere los 600 mil, o que quiebre un millón de empresas, que no tengan trabajo dos y medio millones de mexicanos, que maten a más de 11 mujeres al día, que muchas ciudades del país estén literalmente en manos de los narcos, que se viole todos los días el Estado de Derecho, que las instituciones se destruyan ante nuestros ojos o que se intimide y señale a alguien o peor, que se persiga fiscalmente a muchos por sus posiciones políticas o por no estar de acuerdo con el implacable gobierno. Estos millones de paisanos que tienen adormiladas sus neuronas y sostienen que vivimos en el paraíso, que el actual autócrata es un visionario y ahora si ganó el pueblo, de verdad que me preocupan. La pérdida de la razón que sufren muchos desde el 2018 nos está llevando al abismo a todos y ni en cuenta. ¡Uy!
La otra mitad, la que sufre la maldición de la conciencia, la que ve con horror los “otros datos”, la que advierte como la corrupción es aún peor que cuando estábamos peor, la que teme la gran concentración de poder del autoritario y se da cuenta de cómo su relación pervertida con los uniformados, lo consolida por las armas, estamos muy atribulados.
En todas las tiranas de la historia de este loco mundo, hay que decirlo también, hay otro grupo de cerebros, los envilecidos, que a pesar de darse cuenta de lo que se avecina, de la desgracia que estamos viviendo, no solo colaboran activamente, sino que apoyan gustosos a los opresores con tal de enriquecerse y pasárselo bien. Al carajo con los principios y la democracia, dicen, y mejor hacen como que no se dan cuenta y ya está. O sea, sufren una pérdida selectiva y opcional de la razón. Qué cómodo. Los detesto.
Este 6 de junio veremos finalmente que sucede con nuestras conciencias. Si muchos deciden seguir con la secuela de “El cerebro en vacaciones”, la cosa se va a poner muy mal. Espero que las neuronas huevonas despierten después de su inmerecido descanso. A ver.