La violencia y el miedo se convirtieron en una forma de vida en Veracruz. La descomposición social se ha intensificado dramática y violentamente, con una cuota de muertes brutal.
La vida cotidiana de los veracruzanos ha sufrido una transformación absoluta. La violencia y el miedo se han apoderado de ellos y por más que algunas de las ciudades estén materialmente invadidas por policías o cuerpos de seguridad, esto no cambia las cosas, ni la vida, ni las percepciones de sus habitantes.
Ante un fenómeno como el que se vive en Veracruz desde hace al menos 10 años, todo apunta a que es producto de diferentes factores, no hay uno que sea único.
Sin embargo, existe una coincidencia en el sentido de que los principales problemas se derivan de las confrontaciones y la corrupción en la clase política. Algunos ubican el sexenio de Fidel Herrera Beltrán como el inicio de la descomposición. Otros aseguran que ésta es una descomposición de muchos años, como sea, es evidente que han sido los últimos 15 años el centro desde donde se desprende la brutalidad y la violencia.
El fenómeno es multifactorial, pero todo se agudiza en la gestión de los últimos gobernadores, empezando por Herrera Beltrán y concluyendo con el actual Cuitláhuac García.
Los veracruzanos están agotados. No saben lo que pueden enfrentar en su casa o en la puerta de ella. Sus hábitos han sufrido un cambio significativo; su principal temor es la violencia, el secuestro, la exigencia del derecho de piso, pero sobre todo, saber que viven bajo un régimen de plena impunidad.
Las últimas cuatro administraciones se la han pasado de confrontación en confrontación. Fidel Herrera supuso que controlaría a Javier Duarte, pero éste se quitó el cordón umbilical y terminó por dejar al estado hecho un desastre. Miguel Ángel Yunes se dedicó a perseguir a Duarte hasta que fue encarcelado, pero andamos con la novedad de que podría salir en cualquier momento de ella.
Cuitláhuac García acabó ganando en función del hartazgo. Es un gobernador cuestionado, no por su inobjetable triunfo, sino por su errática gestión. Entre la Fiscalía del estado y el gobernador se la han pasado en confrontaciones.
Lo que pasó el martes en la noche, en el bar El Caballo Blanco, en Coatzacoalcos, es indirectamente parte de estos incomprensibles enfrentamientos entre el gobernador y una Fiscalía autónoma, sin pasar por alto que ésta tiene el signo de Yunes.
Fue un acto brutal y despiadado. En medio de todo ello se echan la culpa sobre si la Fiscalía del estado habría liberado anteriormente a quien se presume responsable del ataque en el bar, (Ricardo “N”, La Loca).
Con documento en mano, la Fiscalía estatal mostró que la responsabilidad sobre el destino del personaje está en la FGR; a diferencia de lo que señaló el gobierno del estado.
Veracruz lleva mucho tiempo siendo el centro de acción de cárteles de la droga y de confrontaciones en lo que se llama “dominar la plaza”. Está documentado que Los Zetas prevalecieron durante años y que ahora, ante la aparición del CJNG, se ha establecido una batalla cruenta, particularmente en Coatzacoalcos.
Lo que ha venido sucediendo en el puerto petrolero ha colocado a sus habitantes en vilo. Sorprende la violencia desatada como la que se presentó el martes en la noche, pero no sorprende en función de lo que ha pasado en Coatzacoalcos desde hace al menos dos años, en medio de la pasividad y enfrentamientos entre gobierno y la Fiscalía del estado.
¿Qué tiene que pasar para que, de una vez por todas, zanjen diferencias y se pueda establecer una estrategia común?
Coatzacoalcos, bar El Caballo Blanco, 10 pm, 28 muertos y 11 heridos al momento.
RESQUICIOS.
Nos dice la doctora Alma Rosa Sánchez Conejo, directora general del Hospital Regional de Alta Especialidad en Ixtapaluca, que no hay derecho a pensar que en el Sector alud “todos somos corruptos”, y agrega que se debe reconocer que no han llegado las medicinas.
Este artículo fue publicado en La Razón el 29 de agosto de 2019, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.