En los años recientes las dos instancias electorales: el INE y el Tribunal Electoral Federal, han sido objeto de ataques, denostaciones y de más descalificativos, y lo siguen siendo. Se llegó incluso a decir que se les haría juicio político a sus integrantes y, en otros casos, que todos debían renunciar, endilgándoles supuestas irregularidades. Pero la primera pregunta era, aún en este supuesto, ¿y por qué, si en todo caso no todos son iguales? No se puede “barrer a todos con la misma escoba”. Se debe actuar con quien se tenga pruebas contundentes, pero no “agarrar parejo”; “a todos por igual”.
Sin embargo, lo que hay realmente de fondo, como a todas luces se ve y a todos nos debe quedar muy claro, es que se trata más bien de un tema puramente político al pretender el poder extender los tentáculos a estos espacios. Y esto es lo que hoy está en juego; el futuro político democrático del país. Y es en lo que todos debemos meditar profunda y responsablemente, si estamos dispuestos a perder la libertad y la democracia que hemos ganado hasta hoy.
Ahora que estos órganos constitucionales de la democracia: INE y Tribunal Electoral Federal, están haciendo valer la independencia y autonomía que la Constitución y las leyes les otorgan, los han tratado de manchar ante la opinión pública, por lo que todos los ciudadanos, pero también todos sus integrantes de estos órganos, tenemos el deber de reivindicarlos y restañarlos del daño que les han hecho varios actores políticos con ese tipo de señalamientos, que pareciera más bien, que de lo que se trata es de destruir a todas las instituciones. Sobre todo, estos últimos están más obligados a recobrar la imagen perdida por esos acusamientos demoledores, demostrando que son indebidos e injustos.
Son injustos porque, de hecho, elección tras elección, estas instituciones reciben de la gente una especie de referéndum ciudadano positivo, al confiar y aceptar los resultados finales que dan estos órganos de la democracia electoral. Y esta es la razón indiscutible por la que no hay desasosiegos políticos post electorales en el país.
Por eso, ahora que, como se dice en el barrio, muchos “andan de calientes” por ser presidentes de la República, bien valdría que los hasta hoy aspirantes; los que tienen ganas, le digan de frente a la sociedad con verdadera honestidad y con el total ánimo de cumplir si lo llegan a ser, qué piensan de los órganos electorales y de la democracia; qué futuro tienen éstos en el supuesto de que lleguen a ganar la elección; qué harían para apoyarlos y fortalecerlos con el objeto de que todavía cumplan mejor con su trascendental papel; si se les van a facilitar los recursos indispensables para que atiendan debidamente su trabajo; si van a respetar a cabalidad su autonomía constitucional y, entre otras cosas más, como ingeniosa y coloquialmente habla la gente, “si no van a andar de metiches” en el fuero interno de estos entes, esto es, si los van a dejar trabajar libremente con apego a la normatividad que les atañe; y si van a aceptar y respetar, porque además jurídicamente sería su obligación, las resoluciones debidamente fundadas, motivadas y razonadas que emitan.
Y aún en el supuesto de que el actual partido en el poder y sus incondicionales lograran imponerse en las cámaras legisladoras para hacer la reforma electoral que traen entre manos, que los aspirantes y en su tiempo los candidatos le digan a la sociedad si estarán dispuestos, se comprometen y se obligan desde ahora, de llegar a la Presidencia de la República, a hacer todo lo que esté a su alcance para restaurar la democracia, entre ellas la democracia electoral. A regresarle al INE y al Tribunal Electoral su integridad arrebatada, devolviéndole políticamente “lo robado”, así como a fortalecerlos aún más.
Pero para que su dicho y promesa conste por escrito, al margen de que lo manifiesten públicamente, que quede plasmado con tinta indeleble en el papel ante fe pública notarial con testigos partidistas y ciudadanos, para que, ya como presidente e independientemente de su juramento constitucional, siempre esté recordando su compromiso, obligación y deber de respetar el Estado de Derecho electoral, la autonomía de sus instituciones y el coadyuvar al crecimiento sostenido de la democracia. Damos por hecho que lo deben hacer sin el menor tapujo, por el enraizado amor que se supone deben tener a la democracia y al país.
Este compromiso lo deben hacer los aspirantes desde ahora, y con más razón en su momento como candidatos, por que un presidente, desde luego que tiene derecho a opinar, pero por el cargo que ocupa y lo que ésta representa, está obligado a ser muy cuidadoso, mesurado y prudente en sus expresiones, porque cualquier locución, por su investidura, puede considerarse una especie de intromisión directa y abierta en la vida de los otros poderes y en la de los órganos constitucionales autónomos. Al mismo tiempo, que digan que piensan de la división de los poderes públicos; del respeto irrestricto que debe existir a la independencia y autonomía del Poder Legislativo, del Poder Judicial y de los órganos constitucionales autónomos, y no quererlos someter y convertir en sus oficinas alternas donde también mande.
Este compromiso debe quedar ex profeso imborrable para que en la hipótesis de que se llegara a dar la manifiesta intención de intervenir y enderezar acciones contra estas instituciones utilizando el ultra poder metaconstitucional que tienen, porque sin razón políticamente se les ha consentido, ya en la Presidencia se le recuerde, reclame, se le llame a la reflexión y se exija su cumplimiento, pues la democracia no se toca.
Claro que un presidente tiene el derecho de iniciativa constitucional para iniciar leyes, por lo que jurídica, política y por salud institucional, es mejor hacer uso de este mecanismo jurídico directamente ante las cámaras legislativas, y no andar calentando ni enrareciendo el ambiente político para favorecer sus pretensiones. Pero también muy importantes es que deje trabajar en libertad a las cámaras legisladoras para que se tomen las mejores decisiones.
Voy a retomar un fragmento de un discurso de la señora Obama que no tiene desperdicio, que bien acomoda a este propósito, porque delinea el perfil que debe tener un candidato y la dura lente con la que se le juzga una vez que empieza a desarrollar sus funciones: “La presidencia no cambia quién eres, revela quién eres. Y lo mismo es cierto de una campaña presidencial. Así que si un candidato es errático y amenazante. Si un candidato explota prejuicios, miedos y mentiras en campaña, si le falta al respeto a sus conciudadanos… No se trata de enviar tweets ofensivos o dar discursos agresivos. Se trata sobre si el candidato es capaz de asumir la impresionante responsabilidad de liderar esta nación. Ser presidente no es un “reality show”. Si un candidato no tiene planes claros para cumplir sus promesas, eso es lo que son, esa es la clase de presidente que serán, créanme. Un candidato no va a cambiar de repente cuando asuma el cargo. De hecho es lo contrario, porque en el momento que ese individuo hace el juramento queda bajo la luz más candente y dura que hay. Y no hay manera de ocultar lo que realmente son. Y para entonces, ya es demasiado tarde.”
En el imaginario colectivo ya está presente, y empieza arraigarse con solidez la idea democrática como la mejor forma de vida. Por eso ya no tan fácilmente se deja engañar el grueso de la población. La gente está consciente que se debe seguir afianzando el constante movimiento democrático hacia el frente, dejando en claro que jamás se deberá regresar a las vivencias políticas del pasado, por lo que tenemos que continuar avanzando con paso seguro hacia un mejor futuro democrático. Esta es la progresividad en la democracia.
Por eso los aspirantes y en su momento quienes resulten candidatos, que se comprometan a ser congruentes en el decir de campaña y en el hacer como gobierno. Ya debe quedar sepultado el que siempre se diga que una cosa es lo que se dice en campaña pero que ya en el gobierno es otra. Conocen desde ahora los problemas, carencias y necesidades de México, y si aspiran a ser presidente, es porque deben estar conscientes que pueden “con el paquete”; que saben cómo y con qué resolverlos, pero además a saber si se tiene con que atenderlos. No se vale después echarle la culpa al pasado para justificarse de que no los puedan resolver. Que digan de una vez si pueden o no pueden. Y si no pueden, pues entonces que mejor se hagan a un lado para que otros se apliquen y los resuelvan.
Les debe quedar muy claro que una vez en el cargo no hay excusas ni pretextos, porque deben saber muy bien a lo que se van a enfrentar y que lo tienen que resolver; que no se les elegirá para “flotar” e “ir llevándola”, pues como bien alguna vez dijo en una sentencia precisa y contundente la entonces canciller de Alemania Angela Merkel: “los presidentes no heredan problemas. Se supone que los conocen de antemano, por eso se hacen elegir para gobernar con el propósito de corregir esos problemas. Culpar a los predecesores es una salida fácil y mediocre”. Por eso se supone que, desde el momento que aspiran al cargo, saben perfectamente a donde quieren ir y a lo que van, así como el enorme compromiso que adquirirán ante el país.
Les debe quedar muy claro que, a través del mecanismo electivo, se les escoge para administradores del país; esa es la función del Poder Ejecutivo, la de un Poder Administrativo. No se les selecciona como dueños del país; es decir, no se les encarga para que actúen como si fueran los propietarios del mismo, como para que hagan lo que se les “hinche la gana”, así se dice en el barrio. Como el poder reside en el pueblo, lo que se quiere es un gobierno del pueblo; pero de todo el pueblo, no de fracciones de éste, y esto quiere decir tener un gobierno de la democracia. Esto es lo que invariablemente debe privilegiarse: la autoridad de la democracia.
Hay que ver que tengan talla para que se constituyan en una y/o un auténtico repúblico convencido. Capaz de desempeñar un oficio público de la máxima importancia para el país. Vamos a decirlo con otras palabras, parodiando a Winston Churchill; que se revele en un verdadero Estadista; patriota. No en un simple político en la Presidencia que solo esté pensando en las próximas elecciones. ¿Y por qué desde hoy como aspirantes y después como candidatos deben ser claros al respecto y agarrar con seriedad el compromiso? Porque deben estar ciertos y conscientes que la democracia es primero, y que ésta es uno de los pilares del bienestar de toda la población y del país. Esta es la razón por la que hoy se vive una lucha justa por la democracia.