Tiene razón el historiador Robert Caro: si el poder no siempre corrompe, siempre revela. Es su conclusión después de pasar décadas estudiando a Robert Moses y a Lyndon Johnson. Lo entiendo como politólogo y lo extiendo en este artículo: el poder revela –si es un poder en grado suficiente para ello- gran parte de lo que el político o la política siempre quiso hacer desde que aspiró a gobernante ejecutivo. Revela lo que de veras le interesa y lo que nunca le importó. Ese poder, aunque no sea el más grande ni absoluto, revela el deseo porque permite al ya gobernante realizarlo o al menos intentarlo, y entre todo lo que hace o intenta tiene que estar lo que como político deseaba hacer como ejecutivo antes de serlo.
La propuesta de ley de telecomunicaciones –como su propuesta penerrista y centralizadora de no reelección legislativa- revela lo que a la presidenta Sheinbaum le gustaría hacer y lo que le interesa e importa sobre los medios de comunicación: amenazarlos y controlarlos. Por tanto, muestra y demuestra que Sheinbaum es una política autoritaria (hay muchos datos más sobre su autoritarismo; vea el libro de Orquídea Fong, titulado La gran farsante). Si no fuera autoritaria, no habría autorizado de ningún modo esa iniciativa… Pero lo hizo, aunque ahora “finja demencia”.
¿Qué busca la iniciativa? ¿Proteger a México de la penetración ideológica extranjera? Si así fuera, la presidenta le habría ordenado a Jenaro Villamil dejar de retransmitir la propaganda de Putin, mezcla de dictador y oligarca. ¿No lo ha hecho, no la obedece? No creo que necesariamente busque la censura inmediata e inevitable, después de que fuera aprobada; la veo como una propuesta para maximizar la capacidad legal de censura gubernamental para maximizar la autocensura y forjar en ese “fuego frío” de la amenaza una alianza también maximizada entre gobierno federal y medios de todos tipos. La iniciativa es un mensaje y transformada en ley también lo sería, un mensaje permanente. “Camine con cuidado”. “Mejor que su camino sea el mío”. ¿Es esto diferente de lo que hacía el PRI hegemónico? No lo es, como veremos.
Ese PRI hacía legal y extralegalmente a través de la secretaría de Gobernación (más la de Comunicaciones) y sobre el tipo de medios propios de la época lo que Sheinbaum quiere hacer sobre medios de esta época a través de la Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones (más la Segob). ¿Que no refiera exclusivamente a Gobernación significa que es algo muy distinto a lo del PRI? No. La Agencia es una dependencia del gobierno federal, tal como lo fue y es la Segob; en ese sentido son lo mismo. La Agencia no es un órgano constitucional autónomo encabezado por un experto, eso era el Instituto Federal de Telecomunicaciones que fue construido para terminar de salir del modelo gobiernista priista y que fue recientemente destruido por el obradorismo. La jugada oficial es regresar al modelo gobiernista partidista. Se cierra el círculo: la esencia política es la misma, hoy como ayer: controlar desde la ley y el gobierno a favor del gobierno y su partido.
Además, hay una razón por la que Sheinbaum destaca a la Agencia y no a Segob: ésta sigue siendo de López Obrador; por tanto, la propuesta implica que aún existe el maximato y que la presidenta intenta superarlo. Recuerde que este maximato no es 100% de poder de AMLO y 0 de Sheinbaum sino poder presidencial compartido asimétricamente, siendo mayor el poder del actor informal que el del actor formal, en este caso la presidenta, que no ha roto con el jefe del partido. Pero no hay nada democrático ni antipriista en el intento de superarlo a través de dicha iniciativa de ley, porque ésta es funcionalmente equivalente al priismo: control político mediático autoritario. Sheinbaum ya está revolviendo un champurrado de autoritarismo obradorista, autoritarismo personal y autoritarismo presidencialista.
Déjeme repetirle: como no ha podido deshacerse de Rosa Icela Rodríguez, Sheinbaum buscó que lo que harían otros funcionarios como la secretaria de Gobernación, si la recreación priista fuera perfecta, lo haga Pepe “Ivermectino” Merino. El criminal pandémico Merino es un funcionario totalmente leal a la presidenta, quien lo inventó, pero lo más relevante es qué se haría y no quién lo haría. Sheinbaum no propuso hacer algo profundamente distinto a lo del PRI sino que en su gobierno haga lo mismo –control no democrático- una burocracia distinta, cubriendo nuevos tipos de medios. Las diferencias entre ese pasado y el presente son solamente secundarias.
Volvamos al otro PRI, el original: sí censuraba directamente en muchos ámbitos y llegaba a extremos de castigo. Sus castigos iban desde forzar el exilio del crítico Jorge Piñó Sandoval, por parte de Miguel Alemán, hasta dar el golpe antiScherer en un renovado Excélsior, por parte de Luis Echeverría, pasando por despedir a Arnaldo Orfila Reynal del Fondo de Cultura Económica, por parte de Gustavo Díaz Ordaz. Orfila se enteró de su despido, por haber editado el libro Los hijos de Sánchez, gracias a una nota preparada por el gobierno para que la publicara el viejo Excélsior… Pero el mecanismo priista de control mediático más frecuente era la inducción de la autocensura. ¿Cómo la inducía? A) Conservando en leyes a modo el poder gubernamental de retirar las concesiones en ese entonces radioeléctricas, lo que formalmente era facultad del secretario de Comunicaciones pero sólo podía ser una decisión del presidente para la que no podría haber prescindido operativamente del secretario de Gobernación, quien en los años ochenta también debía ser consultado obligatoriamente de acuerdo con una nueva ley; B) poniendo en manos del mismo secretario de Gobernación una parte importante de la relación global con los medios y C) dando a su secretaría facultades de “vigilancia” sobre ellos y “certificación” de contenidos editoriales. Eso por poner algunos ejemplos. Debe saberse, asimismo, que la secretaría de Gobernación priista llegó a tener la facultad de autorizar o prohibir la importación y exportación de películas. Otra forma de inducir autocensura era crear dependencia económica. Y una de las formas de crear dependencia económica era tener el monopolio del papel para imprimir periódicos y revistas (una forma intramedios de crear periodistas dependientes era el famoso “chayote”). El nombre de ese monopolio papelero era PIPSA. La Productora e Importadora de Papel, SA, fundada en 1935, poco después de la parte final del maximato de Plutarco Elías Calles, por el presidente Lázaro Cárdenas.
Ese monopolio fue uno de los nodos del sistema de control mediático del PRI no sólo porque tener que comprar papel al gobierno te condicionaba de entrada, también porque al comprarle al gobierno podías obtener crédito de él e incurrir en deuda financiera con él, lo que creaba dos posibilidades de mayor condicionamiento: ser más castigado económicamente por el gobierno o ser salvado económicamente por el presidente de la república, jefe del Estado y del gobierno y del partido. La deuda económica podía hacer deuda política y los priistas lo tenían claro; de la dependencia económica se pasaba a la dependencia política, y de regreso.
De hecho, el origen del Día de la Libertad de Expresión es un banquete organizado por un grillo mediático, el coronel poblano José García Valseca, para que dueños y directivos de medios impresos dieran elegantes gracias al presidente Alemán por actos como perdonarles su deuda con PIPSA. Irónicamente, esa comida se llevó a cabo en el restaurante Grillón… Y tristemente, mi admirado escritor Martín Luis Guzmán tuvo que decir que era un encuentro para agradecer al presidente por ser “mantenedor de la libertad de prensa”. Desde luego, agradecerle por supuestamente cumplir con un principio constitucional significaba que ese principio no imperaba en realidad y que los medios tendían a ser comparsas o críticos menores y “prudentes”. O críticos por encargo y en peleas fratricidas, sobre todo a nivel local. Como se ve, esa posición de Guzmán es casi igual a la de los obradoristas: según ellos, debíamos darle gracias a López Obrador por su forma superior de ser demócrata y liberal no matándonos físicamente por criticarlo (Guzmán queda redimido por haber escrito La sombra del caudillo y El águila y la serpiente, pero no hay nada que redima a los paleros de AMLO). ¿Cómo podían ser independientes y suficientemente críticos medios que eran clientes del gobierno, que como tales se endeudaban con el gobierno y que recibían del gobierno favores como la cancelación de deuda? Evidentemente no podían serlo, no lo eran, salvo excepcionalmente. Eran, en general, medios controlados por los gobiernos del priismo. Controlados por muchos mecanismos potencialmente complementarios –todos los que hemos tratado y mencionado.
Lo que quiere Sheinbaum, como Morena y el obradorismo, es el resultado al que contribuía PIPSA: control sobre los medios. Si notó que dije esto muchas veces, me alegro, eso quería, puso atención, y ahora no lo olvide, que eso también quiero: quítese de la cabeza toda ilusión o pretexto sobre cualquier priismo… PIPSA y la iniciativa obradoclaudista comparten lo principal, son formas distintas de lograr la misma meta: tener capacidad legal para causar autocensura –“¿a quién le vas a comprar papel legalmente?”-, amenazar con ejercer esa capacidad –“entonces, no te venderé papel”, “cobraré tu deuda”, “¿quieres que cancele tu deuda?”- para que la amenaza active el miedo y la conveniencia y éstas muevan hacia una alianza política, alianza que reduciría la crítica hasta volverla poca, inocua o anormal. La gran mayoría de los medios durante el priato fueron aliados del PRI-gobierno y eso es lo que anhelan y buscan tanto Sheinbaum como los obradoristas. Con o sin “Agencia Digital”. Por eso son neopriistas, por más que juren practicar la democracia de izquierda.