“Es más fácil engañar a la gente, que convencerla de que han sido engañados”.
Mark Twain
Usted en este momento mira una pantalla electrónica con un texto. Posiblemente es una pantalla táctil de un dispositivo móvil o una pantalla de una computadora, portátil o de escritorio.
Usted no necesita entender el proceso que pasa la información que lee, desde que se genera por las pulsaciones en un teclado hasta tenerla a su vista. De hecho, ya se da como algo habitual, algo cotidiano y de lo más normal. Es una de las muchas consecuencias de un muy largo desarrollo tecnológico en varias áreas de la ciencia. Pero eso no importa, usted sabe que da algunos toques o desplazamientos y las cosas suceden.
Los seres humanos no están preparados por naturaleza para manejar conocimiento complejo, es por eso que el conocimiento se adquiere de manera gradual y progresiva, que al relacionarlo y adicionarlo aumenta en su nivel de complejidad. En todo este proceso influye también el contexto personal, conocimientos, valores e ideas ya existentes.
Es por eso que cuando una persona, un usuario, tiene necesidad de entender algo para lo que sus conocimientos no son suficientes, lo que hace es echar mano de sus códigos preexistentes, sus atavismos. Esto hace que se construyan supuestos solo como aproximación a una explicación satisfactoria, aunque no sea necesariamente correcta, o real.
Decíamos en un espacio previo, cuando esos supuestos se comparten en un grupo social se refuerzan por afinidad. No por ser reales, no por ser correctos, sino porque se comparten con más personas, lo que a la vez hace que las dudas se desvanezcan y se les da como válidos. Así es como un supuesto al darlo como válido se refuerza y se acepta como verdad al parecer coherente en el entorno de la realidad.
Además, se inicia un ciclo de refuerzo conforme más integrantes del círculo social con quienes se interactúa aceptan como válidos los supuestos y se dificulta la posibilidad de desafiarlos como equivocados.
La afinidad del grupo es suficiente para aceptar como verdad y asociar a la percepción de la realidad aun las ideas más disparatadas. Y hoy podemos incluir las teorías de conspiración en torno a la tecnología 5G.
En todos los casos para quienes creen en las teorías de conspiración, lo que creen es que han logrado descubrir algo que está oculto y que se mueve con motivaciones poco legitimas e inconfesables. Creen que han descubierto una verdad que esta oculta y protegida por una compleja máquina de información manipulada y engañosa.
En la época que se vive, con una pandemia activa, con incertidumbre económica, y con sobreinformación de mala calidad en todos los aspectos, es fácil perder la noción de lo que es posible o lo que es fantasía. Y esto puede ser fácilmente aprovechado por quienes quieran inducir mensajes con objetivos poco legitimos pero que además lleven a tomar acción.
Así, explicado lo previo, tal vez es más fácil entender por qué es tan sencillo construir una narrativa que asocia una tecnología tan avanzada, que promete tantos cambios y avances como la 5G y, algo tan poco entendido aún, pero tan peligroso y temido como la enfermedad Covid-19.
Esto ha dejado servido el caldo ideal de información de mala calidad y carencia de elementos previos suficientes para entender que es simplemente imposible que hubiera la mínima relación entre ambos, una tecnología de radio comunicación y un virus recién descubierto.
Pero hay quienes lo han hecho, y quienes lo han creído.
Ha surgido toda clase de narrativas que relacionan de las maneras más extrañas a la tecnología 5G como un elemento asociado con el coronavirus SARS-CoV-2.
Donde toma más fuerza es cuando se asocian ideas que relacionan que la pandemia haya iniciado en China como país de origen de Huawei, uno de los principales desarrolladores y proveedores de tecnología 5G, responsables su implementación en el Reino Unido y, la llegada y la proliferación de la enfermedad Covid-19 en ese país.
Pero el imaginario colectivo, junto con la capacidad de retroalimentar al usuario solo desde su ignorancia, llevó a que surgieran más y más ideas reforzando las teorías, sin sentido, que relacionan a la 5G con el contagio con SARS-CoV-2.
Ideas como que la radiación de las antenas activa al virus, que las antenas inducen un tipo de señales que debilitan al cuerpo y es lo que permite que el virus actúe, entre otras muchas; y las hay aún más delirantes que llegan a acusar que las señales 5G son instrumentos de control mental.
Una mezcla peligrosa de ingenuidad, ignorancia, y mucha malicia de quien quiera y pueda sacar provecho a las reacciones que esta narrativa causa. Y ya está sucediendo. En algunas ciudades de Europa son ya varias las convocatorias que se dan para dañar equipo de tecnología 5G.
Lo más interesante es que este tipo de teorías extrañas, salvo el matiz relacionado con la enfermedad Covid-19, no son nuevas. También lo hemos visto en México. Cada vez que se han implementado tecnología celular, al menos una de las ideas arraigadas es que las ondas electromagnéticas que emanan son nocivas a la salud. Como es frecuente, se sustentan equivocadamente en supuestos dichos de expertos y académicos, aunque no sea real.
En algunos casos se ha presentado información descontextualizada, como las fotos de abejas muertas o de aves aparentemente desorientadas, al estar cerca de las antenas.
A pesar de considerar que pertenecemos a la categoría homo sapiens sapiens, es decir, el “hombre que piensa y genera conocimiento”, la realidad es que en el fondo sigue imperando lo más básico de nuestra naturaleza primitiva, que necesita recurrir a los elementos de conocimiento al alcance para explicarse los fenómenos que le parecen casi milagrosos dando paso a un pensamiento tipo místico.
En el fondo seguimos siendo seres que, así como antes construían mitos buscando la explicación en entorno al rayo, los sismos, las erupciones y demás fenómenos de la naturaleza. Y no faltó quien se aprovechó de esa necesidad de explicar y creer a través del pensamiento místico, hoy hay quienes están llevando a tomar acción de manera conveniente.
Las campañas de desinformación se han podido rastrear a grupos que promueven y aprovechan su capacidad de movilización, siempre con interés económico y político.
Que no sorprenda pues, cuando en México se inicie el despliegue de la red 5G y exactamente de la misma manera se lancen las convocatorias a atentar contra ese equipo.
Hoy todavía hay para quienes tener una membrana electroluminiscente que responde a la conducción de la electricidad del contacto de su dedo para consultar información procesada digitalmente y transmitida por ondas electromagnéticas, puede darle pie para construir nada más que nuevos mitos. Y sus respectivos engaños.
Hagamos red, también con sana distancia digital sigamos conectados.