El aprecio de seis de cada 10 mexicanos le cuesta al presidente 400 mil millones de pesos: eso agarra de la bolsa del Estado para no subir el precio de la gasolina, y evitar una palabra cuyo uso, como un látigo, lo llevó al poder: “gasolinazo”.
Pero esos 400 mil millones los van a tener que pagar algún día esos seis de cada 10 mexicanos que hoy apoyan al presidente. También los que no lo quieren, claro. Porque los subsidios son pan para hoy y hambre para mañana.
En un mes, el subsidio a la gasolina provocó que el Estado dejara de recaudar más de 43 mil millones de pesos. El asunto es que, esos 43 mil millones, más lo que se acumule, nos los va a sacar mañana del lomo, de alguna manera.
Los subsidios sólo generan pobreza. Por eso aparecen más pobres, aunque el gobierno presume que gasta 3.4 billones de pesos en programas para eliminar la pobreza, en especial de personas incluidas en los sectores más desprotegidos.
Es como si te quedaras sin empleo, pero no quieres que los amigos se enteren. Así que, para que te sigan apreciando, gastas tus ahorros y pides prestado, y seguir invitándoles. El actual gobierno se comporta igual: compra popularidad.
Lo mismo hizo con el aeropuerto militar de Santa Lucía, recién reacondicionado para vuelos comerciales: mientras le daban una manita de gato, el presidente le metió 224.9 millones de pesos para su operación, sueldos y salarios.
Es cara para la nación mexicana la aceptación que compra el presidente por ahuyentar el vocablo maldito de “gasolinazo”; y decir que construyó un aeropuerto que no tiene vuelos ni pasajeros, que no funciona, pues.
Porque, por ejemplo, los 400 mil millones que saca del erario para no subir el precio de la gasolina, equivalen a 190 aviones presidenciales, similares al que el presidente lleva tres años y medio tratando de vender y no ha podido.
Ah, y el avión presidencial que no usa y tampoco vende, también le cuesta a la nación mexicana un ojo de la cara. Sólo este año está gastando 331.4 millones de pesos para su mantenimiento, sin volar, únicamente estacionado.
O sea, que también la supuesta modestia del Jefe de Estado, al rehusar subirse a un avión que no le gusta, también resulta oneroso. El Presupuesto de Egresos de cada año, incluye dinerales para mantener ese avión.
En los dos primeros años de gobierno, el avión costó 402 millones de pesos: 33 millones de pesos para el mantenimiento en Estados Unidos y 83 millones en traerlo; y 286 millones para hacerle una rifa que fue no rifa.
Lo dicho: pan para hoy y hambre para mañana.