El uso de las redes sociales, con todo y que es una experiencia reciente en la historia de la humanidad, nos ha mostrado que puede servir tanto para causas positivas como negativas. Y es en este último punto en donde vemos como una lección que surgió de la llamada Primavera Árabe se ha mantenido hasta nuestros días. No se trata del activismo de jóvenes o de la manera en que la organización es apoyada en estas herramientas, sino la manera en que se combate las opiniones y la información que es contraria a los regímenes autoritarios.
Ejército electrónico
A partir del segundo lustro del siglo XXI, las redes sociales empezaron a convertirse en una parte importante de nuestra vida cotidiana. El crecimiento tan grande que ha tenido esta tecnología, ha hecho que su uso en las más variadas tareas humanas representa un cambio en la manera en que nos comunicamos e informamos.
De acuerdo a datos del estudio We are Social de Hootsuite, el 59.5% de la población mundial tiene acceso a Internet y el 53.6% de la misma hace uso de las redes sociales.
Es en este sentido, en especial por la libertad para comunicar lo que se desea en estas plataformas, que la esperanza de cambio se ha sembrado en muchos que tienen fe –porque antes que los datos apoyen esta idea, se hace un acto de fe– de que la transformación venga de la mano de esta tecnología.
Es algo que planteó en su libro La Revolución no será televisada Joe Trippi, quien sostiene que “la Red construye comunidades y une a las personas, proporcionando la primera inversión de las tendencias reportadas en el alarmante libro Bowling Alone de Robert Putnam: el aislamiento de los estadounidenses, la muerte de la política participativa y el desmoronamiento del tejido de estructuras sociales y cívicas cruciales”.
Pero no hay que dejar de lado que también las redes sociales son usadas por quienes están al servicio de movimientos o gobiernos autoritarios, aquellos que buscan imponer alguna forma de gobierno a pesar de la opinión mayoritaria y aún en contra de las prácticas democráticas que tanto se dice se defienden en las propias redes sociales.
En un estudio que escribió en 2011, titulado Las revueltas árabes en tiempos de transición digital. Mitos y realidades, Yves Gonzalez-Quijano –quien es autor de varios análisis acerca de la manera en que el mundo árabe usa la tecnología de la información y es, además, investigador del Institut Français du Proche-Orient en Damasco–, relata la manera en que se dio, a través de las redes sociales, la llamada Primavera Árabe, pero también destacando la forma en que se respondió al desafío por parte de los gobiernos de la zona, algunos de ellos de corte dictatorial.
“…es cierto que la «primavera árabe» ofrece algunas enseñanzas, pero estas son bastante amargas en la medida en que parece claro que un régimen autoritario como el de Siria, por ejemplo, supo aprender rápidamente de los errores cometidos por los servicios de represión en Túnez o Egipto: más que cerrar por completo la red, limita al máximo las conexiones haciendo imposible para la mayoría de los usuarios ver imágenes y, a fortiori, ponerlas en línea; más que prohibir las aplicaciones «peligrosas», moviliza al «ejército electrónico» de su propios fieles para que intervengan en la red y defiendan su punto de la vista, sin dejar de arrogarse el derecho a atrapar a opositores imprudentes… Más allá de la actualidad, en realidad toda la historia del activismo político árabe en internet pone de manifiesto que los espacios de libertad abiertos por los avances técnicos y explotados de inmediato por los «ratones» militantes son rápida e inexorablemente vueltos a cerrar por los «gatos» de los servicios especializados de represión”.
Esa movilización de un “ejército electrónico” que busca defender la posición del gobierno o movimiento en turno en las redes es una de las lecciones que más se ha utilizado después de este tipo de eventos.
Donald Trump en Estados Unidos, contaba con seguidores en redes sociales que atacaban a todo aquel que emprendiera alguna crítica en contra de “su presidente”, llegando al extremo de participar en la toma del Capitolio.
En Europa, dicho “ejército electrónico” defiende lo mismo a partidos de extrema derecha que a los del ala opuesta en contra de periodistas críticos, siempre buscando que su postura prevalezca por sobre la de sus adversarios.
Y no son los únicos ejemplos del uso de seguidores –sean de carne y hueso o cuentas creadas para tal fin–, que buscan defender una causa o movimiento a pesar de las evidencias en contrario de irregularidades, actos de corrupción o errores en el ejercicio de gobierno.
¿Suena conocido? Pues se trata de algo que cotidianamente sucede en nuestro país en donde se busca que el presidente sea considerado como alguien exento de errores y a quien debemos todo lo bueno que tenemos, negando la inseguridad, el desempleo, las crisis por la pandemia y un largo etcétera.
Se trata de un “ejército electrónico” que aprendió de las experiencias pasadas de quienes enfrentaron movimientos que buscaban más libertades, no retroceder en el tiempo.