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viernes 06 diciembre 2024

De la transición autoritaria

por José Ramón López Rubí Calderón

Es responsabilidad del escritor orientar a los públicos modernos en el mundo catastrófico en el que viven.
Charles Wright Mills

Restaurará a la casa del PRI en el trono de Tebas.
Guillermo Sheridan sobre AMLO (2006)

Ya estaba muerta la CNDH. Estaba y está obradorizándose el INE. Prácticamente está muerto el INAI. Ya están muertas la Suprema Corte, la independencia judicial y la división de poderes. Está muerto el sistema plural de partidos. Ha muerto la Constitución.  Podemos cerrar los ojos o mirar de frente y reconocer el problema.

Reconociendo el problema, podemos bajar los brazos o pensar cómo salir y prepararnos para lograrlo. En este contexto, muchos se preguntan, ¿tiene sentido intentar formar partidos políticos? Sí y no. Lo tiene –se entiende: un sentido no mercantil- si se trata de un solo partido nuevo y lo es para encabezar un regreso a la democracia. Un regreso con aprendizaje a la democracia. No tiene sentido, más allá de pequeñas metas corsarias, intentar la formación de varios partidos. Pero insisto en que lo primero es entender dónde se está parado, qué hay enfrente, qué es posible.

¿Dónde estamos? En la parte final de una transición autoritaria, en formato de restauración imperfecta. La destrucción del INAI da una oportunidad más para entenderlo: el INAI surgió del IFAI, que surgió de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental, que requirió que se haya puesto en la Constitución el derecho a la información. Éste, en un nuevo artículo sexto constitucional de 1977, fue la base para llegar a dicha ley. ¿Qué significa esto? Que antes de 1977 no existía ese derecho específico ni como derecho constitucional formal ni como derecho real y practicado, pero también significa necesariamente que durante la dominación priista no hubo ley de transparencia ni IFAI-INAI, y que estas tres cosas –ley e institutos- no fueron ni son construcciones priistas.

La dominación priista de la que hablo es la verdadera y pura hegemonía del PRI entre 1946 y 1976. Lo que siguió, lo que hubo después del 76, no es sino la transición democrática, desde ahí pero hacia afuera del régimen del PRI. Y en esta transición, insisto, para contribuir a  salir del priismo y mantenerse en cierto grado fuera de él, se constitucionalizó el derecho a la información, luego, años después, se aprobó multipartidistamente y a iniciativa civil la mencionada ley (2002), y entonces se crearon el IFAI y posteriormente el INAI. El camino obradorista es históricamente inverso: destruir al INAI, desactivar la ley, conculcar de hecho el derecho a la información, el que por simulación no borrarán del papel Constitución. No lo borrarán pero da lo mismo: la Constitución está muerta, como el INAI, y no habrá cómo materializar y garantizar ese derecho. El camino obradorista es el camino histórico de AMLO y es un camino priista.

El problema de la no garantía fue, en cierto sentido, lo mismo que pasó entre 1977 y 2002, periodo en que el derecho estuvo ahí, escrito, pero dormido, sin efecto; el nuevo artículo sexto constitucional decía literalmente “el derecho a la información será garantizado por el Estado”, pero el Estado no tenía cómo garantizarlo, hasta 2002… Así, la diferencia entre ese ayer y nuestra actualidad es que en esos 25 años (1977-2002) no sólo se escribió el derecho en la Constitución sino que, poco a poco, se fue desarrollando la transición democrática que le daría vida, en tanto que ahora se desarrolla la transición autoritaria que lo está sepultando, no desapareciéndolo sino sepultándolo.

Si no habrá INAI y el PRI no tenía INAI, y si no habrá ley democrática de transparencia y el PRI no tenía esa ley, ¿se regresa o no a un sistema como el del PRI? Que haya alguien que responda “no” es síntoma de obradorismo o de la peor torpeza. Repito: el PRI no era transparente, no permitía legalmente el acceso a la información del Estado, no incluía derechos ni leyes al respecto, muchos menos tenía un INAI. Sin INAI, ni nada de lo que fue base para el INAI, la situación resultante no es idéntica pero es esencialmente la misma que en el priato. Restauración del autoritarismo.

¿Qué tenemos enfrente? El final de la transición autoritaria, y la hegemonía de Morena. Se están sobrevalorando la capacidad de una crisis económica y de los pleitos internos de Morena para impedir esa hegemonía. Yo le tendría más “fe” a la hipótesis económica si no se hubieran hecho las reformas que se han hecho y si no pudieran hacer más reformas antes de 2027. No es lo mismo enfrentar una crisis económica con más control político que con menos control político. Creer que una crisis te quita de forma necesaria y total el control político es iluso. Es una obviedad pero, no obstante, hay muchos “expertos” que no lo ven… Por el otro lado, se están subvalorando el mismo autoritarismo obradorista que se critica, las mismas reformas que se critican, y que se han aprobado por y para ese autoritarismo, el salvavidas militar (pensar al ejército mexicano desde cualquier patriotismo es una estupidez; fue y volvió a ser un cuerpo profundamente político y corrupto), además de la indiferencia política mayoritaria de los mexicanos. Estos indiferentes son millones y parecen ser la mayoría de los abstencionistas, que fueron más que los obradoristas pero… son indiferentes. Desde luego, lo que no hay que sobrevalorar no debe ser desestimado ni ignorado, y lo que no debe subvalorarse no debe ser exagerado.

En cuanto a los pleitos de Morena, el problema para la oposición es que no son conflictos para cambiar la orientación general del obradorismo ni para formar otros partidos desde la ruptura. Sólo son intentos de cambiar el balance de poder entre personalidades dentro del mismo partido –sin tocar a AMLO-, un partido en el que el consenso explícito o implícito, pensado o intuido, es lograr y consolidar su hegemonía. No veo a nadie en las élites de Morena dispuesto a arriesgarse a escalar sus pleitos hasta el punto de perder la posibilidad hegemónica. Y de todos modos, está una de las muchas lecciones del PRI: logró y sostuvo su hegemonía a pesar de muchos pleitos internos, fracturas, hasta rebeliones armadas, y problemas económicos… La conclusión superficial es que el partido oficial y/o el PRI nació hegemónico, pero ni el PRI en 1946 ni su antecedente PNR en 1929 nacieron hegemónicos: nacieron con las condiciones para serlo e hicieron efectivamente lo que tenían que hacer para serlo. En el camino hubo pleitos y rebeliones, como dije; hubo desprendimientos convertidos en retos electorales, superados, y crisis económicas, superadas, no a favor del pueblo sino en términos de supervivencia política. También hubo reformas institucionales desde el poder y para el poder, que se fueron acumulando como efectos hegemónicos: la reforma de 1933, la de 1935 y la de 1946; la primera una reforma contra la independencia legislativa, la segunda una reforma contra la independencia judicial y la tercera una reforma electoral.

En este país ya no hay democracia como régimen político nacional. No “nos” engañemos más. Las elecciones de 2027 se harán, pero no serán como ninguna elección democrática entre 2000 y 2018, incluso 2021: no serán suficientemente democráticas. La democracia ha muerto, pero técnicamente no ha terminado la transición autoritaria: no ha terminado de formarse el nuevo régimen autoritario, falta completarlo. Falta la reforma electoral respectiva. Esa reforma puede ser 1) obradorizar al 100% al INE, que hoy está obradorizado en un grado suficiente para, bajo las circunstancias, alterar el tipo de elecciones que serían las siguientes. 2) Desaparecer al INE, en estricto sentido. 3) Desaparecer al INE y a la representación proporcional. 4) Obradorizar o desaparecer al INE y reducir la representación proporcional. Cualquiera de esas opciones puede realizarse entre 2025 y 2026.

Dada esta situación general, volvemos a la pregunta, ¿tiene sentido formar partidos políticos? No he dicho qué va a pasar, he señalado las posibilidades reales, no las del deseo de club de los optimistas, y qué no debe sobrevalorarse o subvalorarse. Tiene sentido intentar formar un nuevo partido opositor, antes de que haya una reforma electoral que lo impida, y si lo que se quiere es no dejarle de una vez casi toda la cancha a Morena, sí dificultarle las cosas tanto como se pueda, entrando en un juego recíproco de “dificultamientos”, y sobre todo empezar la lucha por preparar, legitimar socialmente y abrir camino a una nueva transición democrática. Sería la restauración corregida y aumentada de la democracia, tras la restauración imperfecta del autoritarismo priista. Ése debe ser el proyecto opositor realista.

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